domingo, 18 de diciembre de 2016

Diario de viaje: unos días en Guatemala


La sorpresa fue grata como lo es todo hallazgo: dejarse sorprender, librarse de prejuicios, abrirse a la llegada –irrupción– de lo nuevo.

Guatemala aguarda y hace que de pronto todo suceda. La invitación corrió a cargo de Diana Herrera, a quien conocí en el Diplo México 2015 de la Fundación Konrad Adenauer y la Fundación Rafael Preciado. Se sumó a ello Rubén Hidalgo, director de ese magnífico reducto de la formación política en Centroamérica que es el INCEP, conocido de hace algunos años, reencontrado por esos legados que trascienden fronteras, distancias y tiempo.

Humanismo en el siglo XXI fue el tema que impartí ante militantes del partido Todos, en una jornada larga pero grata: una militancia joven en su mayoría, inquieta y entusiasta, convencida de su rol en un contexto político complejo, inestable, donde los partidos duran un aproximado de ocho años y suman, en total, casi tres decenas.

Partidos, cabe señalar, de ocasión, de esos que nacen para ver qué ganan, con quién se alían para sobrevivir, cómo se aferran al presupuesto público y logran mantenerse a flote lo suficiente para enriquecer a sus dueños; en ese escenario de inmediatez, Todos apuesta por un mediano plazo, con la certeza de que sólo a través de la capacitación y la construcción de una estructura municipal es posible permanecer de manera seria, contribuyendo a la formación de una cultura política que supere la protesta y la plaza para transitar a la estabilidad.

El encuentro con nuevos y viejos amigos fue el gusto de las vistas, de los saludos francos y entrañables: el propio Rubén y Marco Antonio Barahona, quien contó anécdotas de mi padre en una sobremesa exquisita; Vinicio y Marco, Maggie y Norma, Ricardo, Hugo y Stephanie, que me regalaron charlas, encuentros breves pero exquisitos para atesorar en la memoria.

De la ciudad fue luego encontrarse con quienes participaríamos en la reunión de becarios de la KAS, que tuvo lugar en Panajachel: Diana, Jesús y María Fernanda, Ofelia y Pavel, encuentros y reencuentros en una cena que fue risas, anécdotas compartidas y un trayecto que, al día siguiente, ya con los chicos que participarían en el evento, tuvo la escala de un café necesario, de unos frenos averiados y el gozo de una estancia donde el lago y los volcanes se sumaron para dar forma a dos jornadas inolvidables.

Annette Schwarzbauer, de la KAS Guatemala-Honduras, fue nuestra anfitriona. Un encuentro en el que por primera pude impartir un curso fuera de México: la conferencia "Candidaturas independientes: en busca del ciudadano perdido". Ahí, algunos de los ya mencionados, así como unos veinte chicos más, Cinthya, Ricardo, participaron en conferencias, talleres y tertulias que sumaron conocimiento, entusiasmo y gusto a quienes no nos cansamos de aprender y aprehender cuánto de nuevo hay en cuántas cosas que se ignoran.

Las últimas horas fueron, como deben ser, apresuradas, con los pendientes que son promesas y razones para volver, ahondando en historias y proyectos, haciendo el mundo más pequeño porque las fronteras se acortan, se vuelven puntos de encuentro en nombres y rostros que se llaman como se nombra la amistad.

¡Gracias Guatemala!


miércoles, 23 de noviembre de 2016

Una plática extraña




Ocurrió el miércoles 23 de noviembre, en el CEN de Acción Nacional, al toparme con uno de los asistentes al foro que tuvo lugar ese día.

—¿Cómo estás?, pregunté a manera de saludo.
—¡Bien, muy contento por el triunfo de Trump, y sigue el de Le Pen en Francia, eso está muy bien!

La respuesta no me sorprendió: en el PAN conviven grupos de muchos tipos, incluso radicales nostálgicos de tiempos que por desgracia amenazan con volver. 

—Pues a mi eso me preocupa mucho y no me alegra ni remotamente...
—¿Por qué—, interrumpió alarmado el interlocutor.
—Porque son una sarta de fascistas.
—Yo ya incluso formé un grupo en defensa del nacionalismo—, añadió para cambiar de tema.
—¿Nacionalismo como el del PRI?—, pregunté.
—No, nacionalismo comunitario.

No supe qué decir. Mis categorías "ísmicas" no tenían el registro de esa mezcla. Ante el silencio, continuó.

—Estaremos con todo contra el dominio judío; si Trump no nos quiere hay que tener un plan B, contra él, contra todo lo que viene de fuera.
—Francamente yo estoy un poco harto de lo contra, de lo anti... Más bien estoy a favor de fortalecer nuestra democracia, a favor de explorar nuevos mercados, a favor de abrir nuevas fronteras, a favor de que participen todos los que gusten participar.

Me miró desencajado y en ese momento recordé su rostro: asistió a una conferencia que impartí y en su intervención, en la sesión de preguntas y respuestas, defendió el sinarquismo como alternativa para nuestro tiempo.

Uno que pasaba se detuvo a saludar e interrumpió la charla. Me alejé en cuanto pude, convencido de cuánto nos falta – empezando por lo interno– difundir y promover los valores que sostengan nuestra democracia.

Ahora que lo escribo me parece inverosímil, francamente alarmante pero así es: falta mucho por hacer.  





domingo, 20 de noviembre de 2016

Espera del alba

En octubre tuve ocasión de volver a Sinaloa. 
Ahí, amigos entrañables hicieron de mi visita el gozo de parajes nuevos, el hallazgo de nombres y maravillas que conviven en ese estado. 
Me indignaba, en silencio, la estupidez de sus gobernantes, el contraste de estos con la gente buena, y la injusticia que se cierne sobre una tierra generosa y mágica. 
Recorrimos kilómetros a centenares: lo que sigue son algunas estampas de esos sentimientos encontrados y contrapuestos. 

Foto: el autor


I

A la hora de la víspera
por la ruta que conduce a un puerto menor,
esteros y montes arrojan destellos
azules y verdes, los últimos de un día otoño.
El mangle serpea la vera del camino
y andamos de prisa para llegar a la costa.
Un sol es el norte de la ruta, 
alcanzarlo en la línea del horizonte marino,
nuestro destino.
"Aquí pescábamos mi padre y yo hace años"
recuerda una voz a bordo, 
con el tono de lo que no será nunca más.
Laderas y brazos de mar alternan
ahí donde somos intrusos, visitantes
bienvenidos que acuden al encuentro
de páramos olvidados.
La última nota del día es más rápida
de lo que podría pensarse:
el astro que se apaga y se hunde 
dura apenas unos segundos desde que toca
la superficie del mar hasta su total ausencia.
Su legado, no obstante, es un halo de luz
generoso que alumbra nuestro regreso
sin dejar duda de que la noche 
acompasará nuestra vuelta.


Foto: el autor


II

Un halo de obscuridad acalla nuestra charla
para dejar que las voces de aves celebren
el fin de la jornada.
Se instala un silencio profundo, epifanía
de los hombres y dominio natural.
El paisaje es otro, todo nuevo, todo virgen
en la ruta de regreso: luces opacas,
la diestra es la zurda, el ámbar es plúmbeo
y sombras los brillos que incendiaron la vista.
Súbita y oscura, una bandada de murciélagos 
traza formas negras contra un cielo en decadencia;
emergen a millares de las grutas de una roca herida, 
y es angustia, maravilla, asombro y temor.
Encuentro de símbolos y arcanos,
presagio y elementos de la magia antigua,
emblemas de poderes en olvido, rescoldo
atroz pero incendiario de un tiempo muerto.
Su canto es un chirriar agudo; su vuelo sin destino
les lleva a la busca de sangre nueva y fresca
que es tanta por aquí.







III 

El alba aguarda celebrar nuevos días, 
conciliar a la tierra con sus hijos.
El alba traerá las rutas que devuelvan al amor.
Mientras sigue una noche oscura:
ceremonias de interior.



Foto: el autor








miércoles, 16 de noviembre de 2016

Campañas como guerras: la eficacia riesgosa

Ilustración: www.desalambrar.com.ar


¿Se vale todo lo que no prohíbe la ley para ganar una elección?

La pregunta cabe en un contexto en el que las gestas electorales son eso: auténticas batallas por un cargo público, en el que dos o más contendientes harán prácticamente todo lo posible por obtener el voto.

Y está bien, hay que escuchar propuestas, contrastar proyectos, conocer a fondo a quienes se postulan para conducir cualquier nivel de gobierno de un país.

Pero hay límites que, una vez sobrepasados, hacen imposible dar vuelta atrás. Esos límites, empero, no son los de la ley sino, más bien, podrían ser los de una ética que apunta a no vulnerar el espacio común, las instituciones, la vida personal de los candidatos o sus cercanos.

O también: no apuntalar fama o reflectores sobre minorías, grupos vulnerables, posturas maniqueas o soluciones simplistas o artificiales a problemas complejos, que requieren mucho más que discursos de buenas intenciones para su resolución.

Sin embargo, la tendencia es exactamente la contraria, azuzada por algunos medios de información que lucran con el show mediático de este tipo de argumentaciones, que se consumen por el público con facilidad y casi con avidez.

Donald Trump en Estados Unidos hizo todo lo que lindó en el borde de la ley para construir una fama que, buena o mala, es presencia y renombre para la “civilización del espectáculo”.


Ilustración: ecologismoliterario.blogspot.com


Misma estrategia, empero, a la impulsada en México durante cada elección presidencial, desde 2006, por Andrés Manuel López Obrador: convertir el debate público en un espectáculo, deslegitimar al rival por decisión unipersonal, esgrimir a los seguidores (fieles, para el caso) argumentos demagogos y superficiales, descalificar todo aquello que se oponga a lo dicho por él mismo.

También para el caso mexicano, las recién estrenadas candidaturas independientes apuntalan su prestigio en la descalificación de la política realizada por los partidos tradicionales, vulnerando con ello instituciones que si bien son perfectibles y ostentan no pocos problemas, son parte del bien común del país, de aquello que en fin de cuentas hace posible la propia democracia.

Si la campaña electoral permite todo lo que no viole la ley, los límites se vuelven tenues y frágiles, porque en nombre de la libertad esa misma ley permite que la propia democracia atente contra sí misma.

Y la mejor forma de destruir una democracia es democráticamente.

Ocurrió ya en Venezuela, donde Hugo Chávez hizo de su muy democrática llegada al poder lo que hoy es hambruna, falta de servicios básicos, inflación exorbitante y miseria.

Lo mismo que en Inglaterra con el llamado Brexit, donde fue sometida a la voluntad popular una decisión que deja una fisura grave en un proceso que, para muchos, ha representado uno de los avances más contundentes de la humanidad: la Unión Europea.

Por fortuna, la estrategia de la demolición institucional durante las campañas no siempre da resultados: España resiste, a pesar de las tentaciones populistas de Podemos y Pablo Iglesias, a una estampida en la que la gente ha reaccionado a favor de las instituciones, aunque con una mayoría endeble que apenas alcanzó para ser gobierno.

Ilustración: eldebate-pfc.blogspot.com

Si la democracia ha resultado la mejor forma de gobierno para una gran cantidad de países, bien vale la pena preguntar si es válido, más allá de lo legal, un comportamiento que en nombre de la libertad que permite la democracia atente contra las bases mínimas sobre las que estas se sostiene.

En todos los casos en que este atentado tiene eco o alcanza algún éxito, la figura individual, de aislamiento o de loa a la personalidad de uno es la que triunfa: estos es, siempre hay uno al frente que se asume como la solución a los problemas, que se erige como portavoz de las respuestas, así como el formulador de las preguntas.

El reto está y seguirá presente: ¿cómo evitar que a fuerza de votos, de argumentos simplistas, de respuestas parciales o incompletas, la democracia pueda ser utilizada como herramienta contra sí misma?

¿Cómo evitar que en una campaña los candidatos, los allegados, los seguidores no lo sean desde el radicalismo de los extremos y sí desde la certeza de que el tiempo electoral termina y, a partir de ese momento, se construye en común, sobre todo con quien resultó perdedor

La ética puede ser el principio de una respuesta porque es precisamente la que rige, más allá de lo legal, el actuar individual de la libertad.



sábado, 15 de octubre de 2016

Quizá lo que pasa es que la música... Apología de Bob Dylan




Pasa con la música que su acceso y su disfrute se hicieron sencillos, se popularizaron. Y esto no es bueno ni malo: simplemente es, ha sido así desde que Thomas Alva descubrió que podían capturarse en una plataforma compacta los sonidos y reproducirse las veces que fuese necesario.

De ahí en adelante todo fue hacer más compacta esa plataforma, más sofisticados los instrumentos, masivo el público, y con la masificación inevitablemente llega la simplicidad (lo supo Canetti, lo supo Ortega).

Simplicidad de quien dice y de lo que dice, simplicidad de quien escucha. Sin embargo, el idioma es el mismo: siete notas y su infinidad posible de mezclas, variaciones, armonías. Quizá no hay arte que se haya expandido bajo los designios del pop como lo hizo la música. 

Las letras, no obstante, también cayeron bajo ese influjo: el bestseller, la literatura que alguien llamó "de aeropuerto", "úsese y deséchese". Pocos vuelven a una novela de esas características, pero la canción se repite una y otra vez, se registra en el inconsciente, nos sorprende en el tarareo que no respeta el albedrío y simplemente surge como manifestación de una memoria que supera la voluntad.

La simplicidad y la masificación han hecho de la música algo que ya no requiere de todos los sentidos para apreciarse. Se escucha música de fondo, se le usa como distractor en un baño, en el trayecto lento y tedioso del tráfico en las ciudades o como acompañante sonoro en la carretera, en los ascensores, en el bar donde incluso puede interferir el desarrollo de una buena charla.

Quizá por eso ya la música se escucha poco, aunque su presencia sea mayor que cualquier otra manifestación humana. Se oye mucha música, se mide el prestigio de una "playlist" por la cantidad de canciones o la calidad de un cantante por la cantidad de copias vendidas: del LP al walkman y de ahí al discman, limitados por la cantidad de "tracks" que cada uno podía contener, llegaron el mp3 y la nube para lograr que pudiera ser en teoría infinito el número de canciones que pueden albergarse en un dispositivo.  

Como ningún otro arte la música se masificó. Y con ello también se simplificó. De la sinfonía compleja a las dos o incluso una nota de lo que hoy prevalece en el gusto popular. Importa poco lo que diga la canción: su misión principal no es la reflexión sino el entretenimiento. Y eso no es ni bueno ni malo, simplemente es.

Y entonces pasa que cuando alguien dice algo que puede mover una fibra íntima, como sólo lo hace el arte; cuando una frase es capaz de provocar una revolución en lo individual; cuando la sensibilidad se sacude y estremece frente a una idea que se acompaña de alguna tonada, quizá entonces nos demos cuenta de que ya no hay, o está en extinción, la capacidad de detenerse y dejarse envolver –no se diga impulsar– por esa idea.

El Nobel a Bob Dylan, a mi entender, es el reconocimiento a esas cumbres que las ideas, acompañadas de música, son capaces de revelar. Un premio a esa capacidad de ordenar y expresar lo propio y con ello dejar atrás lo individual para manifestar un sentimiento compartido. Como lo hace la pintura que exige detenerse y observar sin prisa, como lo hace la literatura: no solamente atrapando uno de los sentidos sino abstrayendo toda nuestra percepción para trasladarnos a una zona que sólo el arte logra abrir.

Eso es lo que yo creo que se premia: el talento de alguien capaz de, con siete notas y las letras del alfabeto, sacarnos de nuestra rutina y devolvernos a donde el arte nos lleva: a donde dejamos de ser nosotros para ser alguien más, algo más... Eso a algunos los fascina, y a otros los aterra.


jueves, 13 de octubre de 2016

Tómenla puristas: es Bob Dylan


Para iniciar un perfecto #juevesaltanero, 
el Nobel de Literatura es para 
Bob Dylan
visitante predilecto de este espacio, 
inspiración de mucho, 
música de fondo desde hace años...

Para celebrarlo, una frase:

"So don't fear if u hear
a foreign sound, to your ear..." 



PS. Lástima Murakami...

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Decálogo para construir un discurso de odio




foto: www.adl.org

El siguiente decálogo fue ideado a partir de las respuestas obtenidas de varios ejercicios: el primero, una publicación en Facebook del 10 de septiembre de este año; el segundo, una entrada en este blog (http://altaneriasyaltaneros.blogspot.mx/2016/09/esas-familias-nuestras.html); y el tercero, un artículo publicado en Mexican Times (http://themexicantimes.mx/el-pan-y-la-familia-mitos-y-verdades/). Esta síntesis demuestra cuánta intolerancia y cuánto peligro hay hoy en día en México respecto de algunos temas que se abordan desde la reducción de la diversidad al pensamiento que se pretende único.



1. Identifique un grupo meta

2. Enciérrelo bajo un concepto ya sea de raza o de pensamiento ("ideología de género", por ejemplo) y acúselo de querer construir una "dictadura".

3. Construya un argumento lo más extremo posible y, de preferencia, reduzca la realidad a extremos inconciliables (ellos/nosotros, buenos/malos, normal/anormal, natural/antinatural). Para ello se recomienda utilizar argumentos jurídicos, morales, filosóficos: todo lo que justifique su única razón. 

4. Justifique sus posturas aduciendo que ese grupo identificado en el Punto 1 podría acabar con la especie humana.

5. Júntese con quienes piensen igual que usted y organícese.

6. Obtenga el apoyo de alguna institución lo más arraigada posible. 

7. Busque algún patrocinador e invente un logotipo, un eslogan, una página web, etcétera. 

8. Convoque a manifestaciones que repitan a coro lo realizado en el punto 3.

9. Tache de intolerantes quienes no piensen como usted: generalice lo más posible.

10. Siéntese a esperar a ser el nuevo grupo meta de alguien más que seguramente ya prepara un discurso de odio en contra de Usted.


jueves, 22 de septiembre de 2016

Esas familias nuestras...




Foto: ovejarosa.com

Hará pocos años, cuando dirigí la revista La Nación, solían llegar a la redacción anuncios sobre el "Día de la familia". Puntual, poco antes de marzo, un sobre con el archivo electrónico y un afiche tamaño doble carta y una misiva conformaban el "kit" que, se solicitaba, fuese publicado en alguna de las páginas de la revista.

No recuerdo bien pero me parece que obedecí la solicitud los primeros dos años. Luego, cuando los radicalismos y los purismos comenzaron a aflorar, decidí retirarlo y, con un mensaje en Twitter, anuncié: "La Nación ya no publicará anuncios del Día de la familia porque las familias disfuncionales nos caen muy bien".

Dejé el tema de lado y no volví a considerarlo durante años hasta hace unas semanas, cuando una marcha convocada en varias ciudades de la República mexicana saturó las redes sociales y trajo de vuelta este asunto a mis piensos.

Leí entonces apologías de términos como "Familia natural", "ideología de género", "aberraciones de la naturaleza" y otros más que en no pocos países caerían en la categoría de discurso de odio. También me percaté de la belicosidad con la que unos y otros atacaban a quienes piensan distinto. Todo, en fin, en un clima de señalamiento, acusación, denuesto y crispación como solo suelen provocar aquellos temas en los que lo privado pasa a ser de dominio público.

Incluso, ante una publicación que realicé en Facebook, señalando que la sexualidad de cada quien me tenía sin el menor de los cuidados, así como con quién decidiera relacionarse cada cual, no faltaron quienes, en público y en privado, cuestionaron si "ya andaba yo de gay", reiterando aquello de la familia "natural" como quien habla de si se elige una manzana roja o una verde y, en resumen, bajo los argumentos maniqueos donde sólo está el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto según criterios subjetivos, debatibles y francamente pobres y vacuos. 

A mi entender, el tema es complejo y reducirlo a un sí o no, a un a favor o en contra es una insensatez, de una y de otra partes. Por ser un tema de convivencia será siempre enredado y exquisitamente digno de debate, pero de debates informados, serios y con bases científicas, no de argumentos moralistas, "naturales" o dogmáticos.

Por fortuna mi Partido, el PAN, no tiene una postura clara al respecto, por lo que, en caso de decidirse debatir este asunto, será desde los principios de doctrina, donde la Dignidad de la persona humana es el primero, misma que cada cual obtiene por el solo hecho de ser humano y que lo hace igual a cualquier ser humano independientemente de clase social, credo, sexo, raza y otros diferenciadores en los que los regímenes más tiránicos y absolutistas de la historia han basado sus atrocidades para señalar quiénes son los buenos y quiénes los malos. 

Así que, para el PAN, todo el camino por andar en este asunto. Y no importa que quienes hayan hablado en público de este tema se pronuncien a favor o en contra: no representan la voz del partido sino que más bien hablan a título personal o de grupos a los que pertenecen, pero jamás como voces autorizadas ni mucho menos expertas de esta agrupación política.

En lo personal espero algún día haya lugar para este debate, en el que estoy a favor de la igualdad en obligaciones y derechos, tal como se expresa en los principios de mi Partido, pero que me parece secundario y hasta en tercer o cuarto lugar frente a lo mucho que aún está pendiente en tantos y tantos temas que en verdad le quitan el sueño a los mexicanos.

jueves, 1 de septiembre de 2016

A ratos me pongo creativo...

... y salen cosas como esta...


Foto: actitudsegura.es


Venidos a menos (un cuento de nunca acabar)

Las cosas marcharon bien en su momento, cuando la cúspide era estancia que asumimos interminable, perpetua, incapaz de algún día llegar a fin alguno.

Fue nuestra esa victoria, y si bien hubo que otorgar espacios a algunos aliados, el control se estableció sólido porque así es el poder en estos pagos: se cede un poco para ganar mucho más, y en esas concesiones jamás aparecerá la posibilidad de ser derrotado.

Construimos así el imperio. Cerramos las puertas a enemigos aunque pertenecieran a nuestro clan y las abrimos para dar paso a aliados nuevos y viejos. Confiamos en los que no padecían la mácula del pasado aunque su prestigio o experiencia fueran cuestionables.

Y ese fue nuestro principal desatino. Pronto fuimos incapaces de diferenciar lo malo de lo útil. Nos hicimos pragmáticos y dispuestos a aprovechar lo que fuera con tal de que nos hiciera consolidar un poco más nuestro dominio.

Entonces no sabíamos ni queríamos saber de quien objetara o estuviera en contra nuestra. Hicimos la crítica a un lado, nos rodeamos de expertos y especialistas que desde pantallas, gráficas y números nos explicaban que íbamos bien, que toda esa realidad compleja y enredada cabía en algoritmos y fórmulas.

Cuánta ingenuidad hubo en nosotros al padecer las primeras derrotas y seguir atendiendo a quienes justificaron el error de sus cálculos con nuevas cifras y teorías.

La verdad no importaba. Si el poder era menos se volvió indispensable cerrarnos aún más. El primero en ser sospechoso de crítica fue expulsado o relegado a sitios donde nadie le escuchara. Lo poco que quedaba alcanzaba para eso, y mientras menos fuéramos, mejor para los que aún quedaban.

Sobrevivir se convirtió en consigna. Acosados por los enemigos viejos y nuevos, el orgullo nos distinguió y la ceguera fue nuestra mejor herramienta; clausuramos los sentidos, premiamos a los fieles y sumisos, seguimos prescindiendo de lo bueno que quedaba, hasta verlo agotarse y congratularnos por su partida.

¡Ya no más estorbos morales en el camino! ¡Ya no más llamados a valores, a la ética, a la ridícula creencia de que había un prestigio, un decoro, una tradición que honrar!

Con ese control absoluto llamamos a modificar las reglas para que toda la complicidad establecida, para que todo el modus vivendi recién instaurado se transformara en norma. Eso nos aseguraba que ni el tiempo ni el futuro lograrían romper nuestra ilusión de perpetuidad.

Pero algo falló. La ingenuidad de los de adentro no previó la estrategia de los de afuera, o de los pocos que intramuros aún mantenían un margen de libertad. Esa suma terminó por derrotarnos. El designio popular dio la última palada: los peores resultados de la historia, y nosotros de nuevo acudimos a nuestros números, a nuestros expertos y especialistas, creyendo que con ello podríamos convencer de que la culpa era de alguien más.

Ya no era algo lo que estaba mal. Todo caía pedazo a pedazo. Hubo que abrir las puertas pero los de afuera entraron poco a poco, uno a uno, no como fueron expulsados sino incluso podría decir que en silencio, con sigilo y discreción. Tanta que de pronto nos vimos saliendo también uno a uno, convencidos de que había promesas de respeto a nuestros espacios e incluso con la ilusión de que lo que venía era mejor.

Pero nos pagaron con la misma moneda. Debo admitir que, además, la suya fue elegante y atinada, mientras la nuestra fue burda y hasta vulgar. Pero aún nos queda la esperanza. Aún podemos alzar la voz desde estas nuevas alianzas que aunque sabemos bajas y cercanas a los pactos de las mafias, son las mejores para regresar lo más pronto posible.

Hablaremos sin duda de ello. Llamaremos traidores a los que tienen la culpa de que nuestra esperanza haya soñado con algo que jamás fue realidad. Confirmaremos nuestra estrategia y entorpeceremos el paso de los otros para que todos juntos, cuando caigamos, nos embarremos con la misma bosta que nosotros aprendimos a disfrazar.

¡Venceremos!


(Al escribir lo anterior no dejaba de pensar en una canción: "Tribulaciones, ocaso y lamento de un tonto rey imaginario, o no", de Sui Generis. Aquí el enlace para que la disfruten)



miércoles, 24 de agosto de 2016

Volver a Borges


Foto: elmontonero.pe



Un músico me dijo una vez que el jazz era la música de los músicos.

Un filósofo, ante la pregunta de un buen libro de historia de la Filosofía, me recomendó los 9 tomos de Copleston.

Un escritor me señaló que Borges era literatura para escritores.

Lo creí entonces, ahora ya no lo creo: porque ni fui músico y disfruto el jazz, ni fui filósofo profesional y ya terminé con Copleston y varios otros, ni puedo llamarme escritor a lo Borges pero me regocijo con su narrativa, su erudición, su capacidad de arrastrar al lector y sacarlo de cualquier certeza previa para dar paso a la fantasía.

Borges por sí mismo es una enciclopedia. 

Es más, uno podría tener un mapa del conocimiento humano bastante completo si toma su obra y la recorre profundizando en cada uno de los nombres propios que menciona.  

Lo intenté hace años y por supuesto que aún no termino porque una referencia lleva a otra y entonces pasa que esa nueva trae una más y uno se va, dirían, por las ramas... 

Pero ahí está su prosa para volver siempre a las raíces, obras completas o antologías, poetas mayores y menores, lugares imaginarios u olvidados en la noche del tiempo humano, metafísica y civilizaciones que son ya solo el eco de lo que pudieron algún día ser.

Repaso de cuando en cuando las hojas de esos libros que adquirí en 1999, cuando el centenario de su nacimiento y la euforia de editores, antologadores, biógrafos y recuperadores de textos dispersos.

Me detengo en un subrayado que transporta la memoria a esos años, cuando por primera vez me soñé escritor: y aquí sigo, frente a la misma página en blanco y con los dedos en un teclado que honra y mantiene el fuego, el gusto, la vista puesta en horizontes a los que nunca se llega pero mantienen el paso en la misma dirección.

Miro a un costado y también ahí sigue Borges, velando desde el lomo de un libro relegado pero a la mano, siempre a la mano...

(Para mayores referencias: hace cinco años, en estos pagos digitales, reseñé en unas cuantas líneas mi relación con Borges: Hace cinco años, en estos pagos digitales, reseñé en unas cuantas líneas mi relación con Borges: http://altaneriasyaltaneros.blogspot.mx/2011/06/memoria-de-jorge-luis-borges.html )

martes, 23 de agosto de 2016

A donde los libros te lleven...

Foto: buenoslibros.net

Es imposible saber la variedad de consecuencias que puede traer consigo cualquier acto.

Desde el simple hecho de levantarse por la mañana y salir por el periódico (ese acto en el que nos podríamos jugar la vida, Cortázar dixit) hasta emprender un viaje, nada está escrito en su totalidad y todo puede cambiar en cualquier momento.

Eso es la vida. Y eso es tan terrorífico como maravilloso.

Hace un par de años un libro hizo que, sin desearlo pero gustoso de hacerlo, aquellas ideas me llevaran por buena parte del país.

Y fue sin desearlo porque el final el libro era a mi parecer una historia que valía la pena contar, pero jamás supuse que valiera mucho la pena leer.

Alguien más decidió que no era así. Que aquellas páginas valían la pena no solo leerse sino también difundirse, llevarse a diversos lugares, hablar de ellas, darlas a conocer a quien quisiera abrir los ojos a su contenido.

Cartas a un joven panista y la generosidad de quienes quisieron difundir ese libro me sacaron de mi escritorio para llevarme a México. 

A encontrarme con jóvenes de todo el país.

A compartir ideas, escuchar aportes, reflexionar sobre realidades diversas y complejas, entender la necesidad que había en el PAN de pensar, de alejarse un tanto de lo cotidiano y abrir un espacio para algo más profundo.

También me llevaron a decenas de aeropuertos, de Comités estatales y municipales, de militantes que pedían una firma o una foto, de comentarios en redes llenos de alegría, de gratitud, de enseñanza, de confianza, de críticas en ocasiones, de réplicas sabrosas e interesantes...

Y hasta el día de hoy, todo eso me sigue llenando de asombro. De asombro y un dejo de pánico, de asombro y un mucho de admiración... Porque nada fue planeado. Porque la espontaneidad y una forma de contagio hizo que, como en cascada, llegaran invitaciones que hasta el día de hoy, aunque ya no por ese libro sino por otras razones, sigo intentando cumplir en la medida del tiempo que se dispone para ello.

Por supuesto que no siempre es posible, y esta entrada es también una disculpa a quienes les debo, que no son pocos; es también dos lecciones que rescato y que comparto: 

1) Es mentira que los jóvenes no leen;

2) Es mentira que ya no hay espacio para las ideas en el Partido: lo hay, pero hay que saberlo encontrar, a veces construirlo y siempre defenderlo.

Vuelvo luego de dos años a este espacio: a ver hasta dónde llega esta vez. 



jueves, 18 de agosto de 2016

Lo que hoy pasa...



Es complejo explicar (se) cómo empiezan a ocurrir ciertas cosas, cosas buenas, cosas lindas sin duda, pero que en ocasiones parecieran ir más allá de uno, tomarlo a uno por sorpresa, enfrentarlo a novedades y retos que van apareciendo conforme uno avanza en la vida...

Y por supuesto, todo empieza por salir del confort de ciertas zonas donde uno podría permanecer mucho tiempo por son precisamente eso: remansos donde estar en calma, escalas que podrían parecer destino pero que no pueden serlo porque nada es destino y todo es camino, siempre y por siempre (claro, hasta que el nunca viene y da al traste con todo).

Y no porque el confort sea malo. Me parece válido elegirlo de vez en cuando, retraerse a sus espacios donde las cosas se estabilizan y puede uno establecerse y decir: "aquí está bien, aquí estoy bien". Para algunos eso es bueno, y es válido. Para otros tarde o temprano algo empieza como a no gustar, como a sonar a repetición que a fuerza de serlo de modo cotidiano termina por ser tedio. La repetición mecánica evita las complejidades de lo nuevo, pero también priva de esos instantes donde uno se encuentra consigo y no tiene ya parámetros para entender lo que ocurre.

Me gusta enfrentarme a esas irrupciones. Dejarlas pasar y sacudir cualquier estabilidad. Invitarlas a estremecer un poco y complicar otro poco más. Me pasa seguido. Tarde o temprano termina por pasar. Aquí pasa de nuevo. Aquí vuelve a pasar.

Sigamos con el registro de ello...