martes, 23 de agosto de 2016

A donde los libros te lleven...

Foto: buenoslibros.net

Es imposible saber la variedad de consecuencias que puede traer consigo cualquier acto.

Desde el simple hecho de levantarse por la mañana y salir por el periódico (ese acto en el que nos podríamos jugar la vida, Cortázar dixit) hasta emprender un viaje, nada está escrito en su totalidad y todo puede cambiar en cualquier momento.

Eso es la vida. Y eso es tan terrorífico como maravilloso.

Hace un par de años un libro hizo que, sin desearlo pero gustoso de hacerlo, aquellas ideas me llevaran por buena parte del país.

Y fue sin desearlo porque el final el libro era a mi parecer una historia que valía la pena contar, pero jamás supuse que valiera mucho la pena leer.

Alguien más decidió que no era así. Que aquellas páginas valían la pena no solo leerse sino también difundirse, llevarse a diversos lugares, hablar de ellas, darlas a conocer a quien quisiera abrir los ojos a su contenido.

Cartas a un joven panista y la generosidad de quienes quisieron difundir ese libro me sacaron de mi escritorio para llevarme a México. 

A encontrarme con jóvenes de todo el país.

A compartir ideas, escuchar aportes, reflexionar sobre realidades diversas y complejas, entender la necesidad que había en el PAN de pensar, de alejarse un tanto de lo cotidiano y abrir un espacio para algo más profundo.

También me llevaron a decenas de aeropuertos, de Comités estatales y municipales, de militantes que pedían una firma o una foto, de comentarios en redes llenos de alegría, de gratitud, de enseñanza, de confianza, de críticas en ocasiones, de réplicas sabrosas e interesantes...

Y hasta el día de hoy, todo eso me sigue llenando de asombro. De asombro y un dejo de pánico, de asombro y un mucho de admiración... Porque nada fue planeado. Porque la espontaneidad y una forma de contagio hizo que, como en cascada, llegaran invitaciones que hasta el día de hoy, aunque ya no por ese libro sino por otras razones, sigo intentando cumplir en la medida del tiempo que se dispone para ello.

Por supuesto que no siempre es posible, y esta entrada es también una disculpa a quienes les debo, que no son pocos; es también dos lecciones que rescato y que comparto: 

1) Es mentira que los jóvenes no leen;

2) Es mentira que ya no hay espacio para las ideas en el Partido: lo hay, pero hay que saberlo encontrar, a veces construirlo y siempre defenderlo.

Vuelvo luego de dos años a este espacio: a ver hasta dónde llega esta vez. 



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