Palabras pronunciadas en el marco del XXVII aniversario de la Secretaría Nacional de Acción Juvenil, el pasado 21 de febrero de 2014, en las instalaciones del Comité Ejecutivo Nacional del PAN.
Hay muchos
responsables de que un libro vea la luz.
A veces son
tantos, que la labor del autor queda un poco relegada, incluso hasta opacada,
por la dedicación que imprimen al esfuerzo editorial gente que normalmente
queda en el anonimato, y de la que hoy quiero hablar en primer lugar.
Porque en
lo personal, creo que presentar un libro es también agradecer: por principio, a
la Fundación Rafael Preciado Hernández y a su director, Juan Molinar, que
creyeron e impulsaron esta edición.
Para
quienes nos dedicamos a hacer libros –ya sea a editarlos o a escribirlos–
contar con un respaldo como el que he recibido en los últimos meses de su parte,
es no sólo un aliciente sino, además, un reto que se asume con gusto, con
entusiasmo y con dedicación.
No puedo
dejar de mencionar a Juan Pablo Adame, quien como podrán leer en las primeras páginas,
vio nacer este proyecto e impulsó hace un año su publicación: muchas veces,
encontrar a quien crea en las ideas propias y además se esmere por verlas
hechas libro, no es sencillo, y en Juan Pablo, además de esto, yo he encontrado
algo más valioso: amistad.
Por
supuesto, muchas gracias al Presidente Gustavo Madero, porque un partido
político que no dedica una parte de su esfuerzo a promover y difundir la
creación y generación de ideas, es un partido que tarde o temprano perderá el
único elemento que trasciende derrotas y victorias, es decir, su esencia, que
es también su doctrina, y espacios como los que hoy nos reúnen son, sin duda,
semilleros que aseguran el presente y el futuro de este gran legado nuestro que
hoy nos toca cuidar, y que es Acción Nacional.
Es un
gusto, pues, estar aquí con ustedes.
Es también
un honor haber sido considerado para este vigésimo séptimo aniversario de
Acción Juvenil.
Porque a mi
no me tocó vivir el juvenil más que de manera indirecta: conocí a grandes
cuadros, a jóvenes entusiastas, a chavas y chavos de todo el país que ya fuera
en campañas, en eventos, en asambleas o en convenciones a las que acudí
acompañando ocasionalmente a mi padre, siempre imprimían una energía y una
pasión de las que terminan haciendo que el esfuerzo se traduzca en éxitos
personales y profesionales.
Así que
también quiero agradecer a quienes hoy nos acompañan y que pueden vanagloriarse,
con ese tono de orgullo en la voz que quizá ustedes no noten, pero que se nota,
cuando dicen “hecho en Acción Juvenil”.
Por último,
quiero destacar el trabajo de Everardo Padilla, que es en gran medida el
responsable, culpable si ustedes quieren, de que estemos hoy aquí. Porque hay
muchos modos de llegar a un aniversario, no todos necesariamente honrosos. Así que yo celebro el trabajo de Ever
porque ha logrado que ese lema tan profundo de “dar a la Patria esperanza
presente”, vuelva a cobrar en nuestros días una vigencia y una actualidad que
muchos extrañábamos, y que es sin duda motivo para celebrar, para celebrar en
grande.
Conmemoramos
pues, estimado Ever, un festejo que más allá del cumpleaños, celebra el
esfuerzo cotidiano de la Secretaría que encabezas desde los últimos seis meses.
Quiero
detenerme un momento en eso que mencioné líneas arriba, eso de que yo no milité
en Acción Juvenil, ante lo cual cabe preguntarse porqué alguien que no fue
parte de un movimiento se decida a escribir un libro como este que presentamos,
“Cartas a un joven panista”, dirigido sobre a todo a jóvenes, pero en el que a
mi entender también los “adultos” pueden hallar algún valor.
Yo conocí
el juvenil gracias a Claudia, quien con generosidad me acercó a muchos jóvenes
con los que en los últimos años he compartido sueños, logros, frustraciones y
hasta corajes. Jóvenes que me relataron anécdotas, que me contaron de su paso por
la SNAJ, que me confiaron sus experiencias y que me recibieron con un cariño y
un aprecio entrañables.
Y escuchar
todo eso me hizo sentir envidia. Envidia por la unidad y el sentido de equipo
que viven y sienten incluso al no ser parte ya del juvenil.
Envidia,
porque mientras ellos me relataban cómo conocieron a Fox, cómo persiguieron a
Felipe para tomarse una foto, cómo pintaron bardas y repartieron volantes, cómo
vivieron sus primeras experiencias en una campaña, cómo ganaron su primera
elección interna o cómo organizaron alguna asamblea, yo sólo podía escuchar y
asentir.
A mi me
faltó ese paso por el Juvenil que ustedes tienen la gran
fortuna de vivir.
Fortuna que
no es simplemente resultado de un azar, sino fortuna buscada voluntariamente, abrazada
con convicción, de manera libre y decidida.
Fortuna de participar en la política para servir a
miles de mexicanos que esperan de ustedes altura de miras, responsabilidad,
servicio, vocación y dedicación entregada y comprometida.
Fue
entonces, luego de conocer a muchos de los amigos que hoy están aquí, que me
animé a buscar un modo de llamar a nuevos jóvenes y, en su caso, de recordarle
a otros tantos, la trascendencia que significa participar en un partido como
es, ha sido y debe seguir siendo el PAN: rico en ideas, profundo en
reflexiones, efectivo en la acción, abierto y generoso.
De igual
modo, también aproveché para escribir sobre los defectos que fui encontrando,
pero siempre animado porque esos errores se detecten, se señalen y se corrijan.
Toda institución que prescinde de la autocrítica termina en una
autocomplacencia que apunta al conformismo y a la mediocridad.
Y así, con
esta historia y esta intención que les relato, fueron naciendo estas Cartas a
un joven panista, que son, en síntesis, un recorrido por la historia del PAN,
pero no un recorrido enciclopédico sino, por el contrario, un camino en el que
lo que busca destacarse es el espíritu que anima cada etapa que ha vivido
nuestro partido.
Por
espíritu me refiero a algo que, irónicamente, entendí en su inmensa
trascendencia hace unos días, luego de escuchar a un amigo venezolano hablar,
impresionado, de la tenacidad panista que, a pesar de sufrir el atropello, la
injusticia y el abuso por parte de un régimen durante más de 50 años, supo
mantenerse en una lucha en la que la victoria o la derrota no importaban, en la
que no importaba empezar cada vez de cero, una duda que ese amigo no dudó en
llamar “heroica”.
Una lucha
que es admirada y reconocida por muchos allende nuestras fronteras y que, al
final, a nosotros nos tocó vivir, y que es el nacimiento de un México de
instituciones donde la pluralidad y la diversidad son valores y no obstáculos,
un México que poco a poco va caminando hacia su plenitud democrática, un México,
y que esto no se nos olvide, que no puede entenderse sin el trabajo de Acción
Nacional.
Ese
espíritu es la línea que conduce este libro y para nosotros, me parece, lleva
el nombre de mística.
Y ese amigo
venezolano está por estas horas aterrizando en Caracas, dispuesto, junto a
muchos otros, a enfrentarse un régimen asesino, a luchar por aquello que
nosotros hoy gozamos, a alzar la voz como sólo los jóvenes sabemos alzarla, a
llamar cobarde al que manda a grupos armados a masacrar a la población indefensa,
a llamar corrupto al que permitió que la democracia perdiera su valor y fuera
sustituida por un régimen cercano al totalitarismo, a llamar dictador y
populista al que se hace del poder por medio de las elecciones y utiliza de
manera ilegal ese poder para perpetrarse, a costa de lo que sea, en el
gobierno.
Para
soportar eso, amigas y amigos, sólo el espíritu, la mística, la certeza de que
hay un fin superior en cada sacrificio, en cada riesgo asumido, en cada batalla
emprendida.
Y para
valorar lo que hoy tenemos en nuestro México, y bien ciertos de todo lo que aún
falta por alcanzar, sólo el conocimiento de esta historia panista, sólo la
certeza de que lo hecho por otros en el pasado es lo que hace posible que hoy
estemos aquí.
Cartas a
un joven panista, al igual que muchos otros libros editados por la Fundación
Rafael Preciado Hernández, pretende recuperar ese pasado, leerlo a la luz de
nuestro presente y proyectarlo a un futuro cuyo nombre es el de cada uno de
ustedes. Un futuro que se llama Acción Juvenil.
Muchas
gracias.