miércoles, 13 de diciembre de 2017

Los alegres haraganes Vol. 3


Fuente de imagen: www.gananci.com

Tarde o temprano hay un momento ineludible, terrible, tortuoso para el haragán, y que es la fecha de entrega del único, mínimo y nada exigente trabajo por el cual justificará su estadía en el sitio donde labora.

A estas alturas, cabe señalar, ya quienes le rodean  se habrán percatado de su facilidad para mantener en vilo sus asignaciones, generar altas expectativas respecto de sus resultados y constatar, al fin, su gran capacidad de postergar y retrasar cualquier encomienda que se le haya asignado.

No obstante debe demostrar que el lugar, la silla, el escritorio que ha ocupado durante meses tiene una razón de ser, un sentido profundo y superlativo.

El haragán, previo a ese día espeluznante, hará una especie de "lobying"; se acercará  con cautela y discreción a quien debe recibir su encargo,  sondeará humores, escudriñará en el calendario fechas sensibles (finales de campeonato, celebraciones religiosas, festejos de oficina, entre otros), estará atento a cualquier efeméride que justifique el postergar unos días, semanas o, en el mejor y más emblemático de los casos, algunas míseras horas. 

Pero ese momento fatídico llegará. Como la hora última, será inevitable. 

En estos casos, el haragán habrá hecho notar su presencia en la oficina con días de antelación. 

En un esfuerzo supremo –que luego describirá como "una temporada de mucha carga de trabajo"– llegará antes que todos sus compañeros y se quedará hasta tarde, será el último en irse aunque eso implique pasar de dos a tres horas sumido en sus aburridas y parsimoniosas redes sociales, o vagando por los pasillos con gesto de profunda concentración. 

Al fin, en un acto que procurará hacer solemne, notorio y de suma trascendencia, entregará. 

Pero ese acto irá acompañado de profundas advertencias: "fue tan complejo que aún debo procesar los últimos datos", dirá, con gesto de haber hallado un descubrimiento que cambiaría el eje del sistema solar. 

O también: "no creí que la información fuera tanta, y hallé mucho que no me dio tiempo de desarrollar e incluir".

El caso es que lo entregado jamás estará completo. 

El haragán especulará, en su intento de convencer acerca de cuánto se perdería si omite lo que no incluyó, y que será siempre superior a lo entregado, razón suficiente para postergar durante "unos meses" el misterioso resultado final de sus pesquisas.

Cualquier cosa con tal de retrasar esa fecha fatal y fatídica, patíbulo de la procrastinación, realidad que le restregará en la cara su haraganería y lo evidenciará –más– ante sus colegas.

El jefe –amigo, compadre, cómplice– asentirá. 

Hará suyos los motivos del haragán con tal no mancillar esa amistad que le hace ver bondades donde solo hay pretextos, y justificará los retardos, las omisiones, el trabajo incompleto –o nulo–.

Incluso sensibilizará a los empleados para hacerles entender que la espera es justificada, que son ellos los que no entienden ni son capaces de razonar cuánto vale la pena aguardar por ese descubrimiento que a todos puede beneficiar.

Ufano y con la mano de su jefe sobre el hombro, el haragán regresará a sus profundas cavilaciones, a la música clásica que se escucha desde su oficina cuando digna aparecerse, o a sus ausencias justificadas porque está "en proceso" de descubrir aquello que en algún futuro remoto hará temblar las concepciones estáticas y anticuadas de quienes le rodean.


   

viernes, 6 de octubre de 2017

Carta urgente a jóvenes panistas


Foto: www.youtube.com


Es un tiempo complejo para el Partido. 

Complejo por temas internos, pero sobre todo, complejo de cara al deber de todo panista de anteponer a todo interés parcial el bien superior de la nación.

No quisiera tener que escribir en estas circunstancias, pero considero que es buen momento para alejarse de la reacción visceral, del comentario hiriente, de la ofensa fácil, del insulto bajo.

Es momento, en cambio, de reflexionar qué está pasando. 

Y lo que pasa, en síntesis y sin ahondar en detalles, es que el conflicto, natural y normal en todo grupo humano, superó las posibilidades de solución y pareciera estar arrastrando a muchos panistas.

La solución a un conflicto se logra por medio de la palabra, del diálogo, del acuerdo, de la generosidad, de la buena disposición, de la negociación justa, de las posturas capaces de ser flexibles y ceder en lo individual para así ganar todos.

Hoy perdimos todos los panistas: los que se van y los que se quedan. 

Perdimos porque no supimos llegar a un acuerdo. 

Perdimos porque ninguna deserción puede aplaudirse ni celebrarse, ni tampoco la soberbia puede cegar a quienes eligen permanecer.

Esa ruta solo nos lleva a donde precisamente estamos hoy: con la esperanza de que es posible seguir impulsando un cambio pero la certeza de que de ahora en adelante será más complejo, porque somos menos.

Esta breve carta es para invitarte a no caer en la trampa del rencor o la venganza, de la burla o el escarnio. Es también para recordar que si el presente es complejo, el futuro está abierto a lo que podamos mejorar a partir de hoy.

No compres pleitos ajenos, no creas que debes elegir entre bandos, no te sitúes entre la espada y la pared porque las decisiones que se toman desde esa postura seguramente serán erróneas.

Si alguien más se equivocó, no actúes como un seguidor ciego que está obligado a tomar partido. 

Eres libre de tomar tus decisiones y también libre de expresarlas o no. 

Nadie puede obligarte a seguir a nadie, ni hacia adentro ni hacia afuera, y si tomas una decisión, que sea pensando en que tarde o temprano todos debemos ser capaces de coincidir de nuevo.

No traces un camino que haga imposible el gozo de volverte a encontrar con quienes piensan distinto pero con quienes compartes valores, ideales y sueños.

No te enfrasques en debates estériles ni humilles a quienes no coinciden contigo. 

Son tiempos complejos y sería de ilusos no reconocerlo. 

Nos toca, una vez más, estar a la altura de los retos que enfrentamos, y esos retos exigen madurez, serenidad y, de nuevo, generosidad.

Hay un México que espera por nosotros, al que le tiene sin cuidado lo que pasa en el Partido porque es un México que tiene hambre, que sufre la violencia, que padece las malas decisiones de buena parte de su clase política.

Cuando subas un tuit, cuando compartas o hagas un meme, cuando expreses una opinión, piensa ante todo en las y los mexicanos que no quieren un futuro lejano sino al contrario: exigen y merecen esperanza presente.    

No rompas los puentes que nos lleven a encontrarnos de nuevo.

Si hoy es el tiempo de los jóvenes, como seguro has escuchado y creído, toca a las y los jóvenes panistas tener la capacidad y la madurez de mirar más allá de lo inmediato, de lo momentáneo, y poder así trazar un mejor porvenir.  



lunes, 31 de julio de 2017

Cuando leer exige más que solamente leer



Hay libros que llegan antes de tiempo: su lectura se impone y la necedad prevalece hasta que las limitaciones propias llevan a decir no más, no entiendo, no alcanzo... 

Un dejo de hartazgo e imposibilidad se imponen y mejor dejarlos para después.

Me ocurrió con las Memorias de Adriano la primera vez. Iniciado en 1996 fue demasiado el saber que se requería como para disfrutarlo; lo abandoné y volví a él tres años después, ya con cierto bagaje que me hizo disfrutar y valorar la magnífica forma en la que Yourcenar retrata el Imperio romano (y la sublime traducción de Cortázar).

Me pasó de nuevo en 2013. Iniciando apenas en los temas de la llamada filosofía de la naturaleza, Astrología y astronomía en el Renacimiento, de Juan Vernet, era una cima a la que aún no era posible ascender. 

Lo abandoné porque nombres como Aristarco, Hiparco, Tolomeo, así como la filosofía neoplatónica decían poco o nada de lo mucho que, cuatro años después, habla desde pasados que ya se pueden valorar y disfrutar en toda su riqueza y profundidad.

Hay libros pues que hay que aprender a esperar, que exigen mucho más que leer.


lunes, 17 de julio de 2017

Pitágoras: escudriñar pasados oscuros




Pocas cosas tan estimulantes como adentrarse en esos tiempos que de tan lejanos se tornan imprecisos y difíciles de explicar, mucho más de entender.

Pocas, también, como adentrarse en las obras de quienes se atreven a, con fragmentos mínimos, ir esbozando pinceladas que pretenden dar forma a un cuadro que jamás estará completo: libros perdidos, libros falsificados, obras que se refieren en obras posteriores pero nadie puede asegurar que en verdad existieron...

Un mundo incompleto al que también, por qué no, la imaginación puede ayudar, siempre y cuando especifique qué es fantasía y qué es realidad (aunque no hacerlo llevaría a cortazarianos géneros que también se valen)...

Hay editoriales que se dedican a rescatar esas obras, a difundir esos estudios. Siruela es una de ellas, Atalanta otra. Ambas son esfuerzos sublimes que vale la pena conocer.

Los subrayados que se transcriben en esta entrada son parte de las Vidas de Pitágoras, de David Hernández de la Fuente (Atalanta, 2011), un estudio profundo del filósofo a partir de las obras que nos remiten a su biografía y su pensamiento: todas, por su puesto, de la Antigüedad.


ø

"La figura del hombre divino [...] ha cobrado especial relevancia en la discusión política, filosófica y sociológica de la modernidad a causa de la radicalización del poder personal en el siglo XX y a comienzos del XXI".


ø


"La sociedad carismática [Weber] que surge en torno a una personalidad excepcional [...] tiene como atributos esenciales: una autoridad que emana de la ejemplaridad del líder y que se asocia a veces con el poder divino; la procedencia marginal del líder, ya sea social o geográficamente; y la aparición en tiempos de cambio social o inestabilidad política, a menudo como resultado de una revuelta contra la sociedad tradicional o legal-racional. Otras características son su breve duración y su final frecuentemente violento".

ø

"En los siglos III-IV de nuestra era, el monacato también contribuirá a modelar las sociedades tardoantiguas de una forma en todo comparable a las antiguas comunidades pitagóricas en la Magna Grecia [...]

"[...] el núcleo de las biografías de Pitágoras [...], las de Diógenes, Porfirio y Jámblico, se producen en esta época marcada or la tendencia a la santidad y al monacato, por el prestigio social del hombre santo, con un desplazamiento evidente de los modelos de ejemplaridad publica desde lo político o lo militar hasta lo religioso. Los ideales de ascesis, pobreza, huida del mundo y contacto privilegiado con la esfera de lo divino promueven el surgimiento de figuras clave de la espiritualidad tardoantigua, como los santos [...]

"No es por lo tanto gratuita la comparación de este resurgir del interés por el pitagorismo en pleno siglo III con la exacerbada espiritualidad monástica que había eclosionado en la época, junto a otros fenómenos del mundo cristiano oriental y el creciente interés por la literatura hagiográfica. Tal vez Pitágoras fuera la contrafigura pagana en este panorama religioso [...]"

ø


"La fama de Pitágoras en la Antigüedad se debía fundamentalmente a [...] la fundación de rituales asociados a sectas mistéricas que prometían un destino agradable después de la muerte; la concepción del alma como ente inmortal que vuelve a través de una serie de reencarnaciones; sus actuaciones milagrosas en el campo de las curaciones, al adivinación, la retórica encantadora de almas, como representante de un saber divino; y la invención de un régimen de vida estricto y de férrea autodisciplina con implicaciones ética y también políticas".

ø

"[...] el neoplatonismo no era solo una corriente filosófica; en los siglos III-IV se convirtió progresivamente en la base ideológica del paganismo, frente a un cristianismo que, poco a poco, se iba imponiendo como religión de estado. Los neoplatónicos ensayaban una síntesis de todas las religiones existentes: del politeísmo clásico, de los misterios y las religiones orientales. En la figura de Pitágoras encuentran también su protos heuretés y su base en diversas disciplinas tradicionales, como los oráculos y la mediación con la divinidad y sus seres intermedios. Para los neoplatónicos, en fin, Pitágoras deviene una suerte de precursor de Platón y, a la vez, un rival de otros hombres santos y mesiánicos del cristianismo –Cristo ante todo que iban imponiendo su ley paulatinamente".


ø

De Vida de Pitágoras, de Focio de Constantinopla:

"17. [...] él decía que el ser humano es un microcosmos [...] porque alberga todas las potencias del cosmos. Pues en el cosmos hay dioses, hay también cuatro elementos, hay seres vivos irracionales y también hay plantas. Todas esas potencias las alberga el ser humano, pues tiene una potencia divina, la racional, tiene la naturaleza de los elementos y las capacidades de criar, crecer y reproducirse. 

"19. Dicen [los pitagóricos] que los órganos del conocimiento son ocho: la percepción, la imaginación, el arte, la opinión, la inteligencia, la ciencia, la sabiduría y el intelecto. De éstos, tenemos en común con los divinos el arte, la inteligencia, la ciencia y el intelecto; con los animales irracionales, la percepción y la imaginación. Privativo nuestro es solo la opinión. Y la percepción es una vía de conocimiento engañosa, la imaginación es un movimiento en el alma, el arte es la posesión que crea con la razón (y hay que añadir 'con la razón' porque incluso una araña crea, pero no con la razón), la inteligencia es la posesión selectiva de lo que es correcto en nuestras acciones, la ciencia es la posesión de las cosas que siempre se mantienen de igual manera y con iguales características, la sabiduría es la ciencia de las primeras causas y el intelecto es el principio y fuente de todos los bienes". 

ø


Nada como la historia para entender las cosas 
en-su-de-bi-do-con-tex-to
  

Detalle de "La escuela de Atenas", de Rafael.

miércoles, 21 de junio de 2017

Los alegres haraganes. Vol. 2

Foto: managementjournal.net


Si el desempeño individual de los haraganes es materia de análisis, lo es también la manera como se desenvuelven en lo colectivo, fuera de su zona gregaria y en convivencia con quienes comparten su entorno laboral.

Hay ocasiones pues en que el haragán es convidado a reuniones de trabajo por parte de su jefe, director, autoridad superior inmediata o cualquier otro mote que se guste para quien tiene a su cargo la supervisión y responsabilidad del trabajo de la oficina.  

Para estas ocasiones, la conducta ofrece ciertos patrones fáciles de identificar:

El haragán llegará a tiempo, muy a tiempo, tan a tiempo como jamás lo haga en cualquier día laboral en el que no haya este tipo de compromisos. Se apersonará en el área de reuniones con anticipación suficiente para que al llegar el jefe, note que ya está ahí, instalado, listo para rendir cuentas, informes, avances o lo que sea que reúna al equipo al que pertenece.

Orgulloso de su individualidad, suele ocurrir que el haragán busca algún distintivo que lo saque del común del grupo: para la ocasión, si el clima lo amerita, usará quizá abrigo o bufanda; mancuernillas brillantes en los puños de la camisa; accesorios llamativos como sombreros, gorros, corbata de colores estridentes o incluso pañuelo en la solapa; corte de cabello nuevo o, si usa barba, se afeitará... En fin, cualquier motivo para que algún comentario lo destaque del grupo (si el comentario no es del jefe, el espíritu colectivo de los otros haraganes llevará a que sean ellos mismos quienes hablen el uno del otro como la tribu que son).

Como su presencia debe contrarrestar su habitual haraganería, buscará tener a la mano todos aquellos insumos que denoten un esfuerzo laboral fuera de lo común. Para ello, en la junta tendrá pilas de papeles, carpetas e informes, muy probablemente lap top o tableta también, que entrará cargando ufano de los grandes aportes, descubrimientos o avances que será capaz de exponer en caso de ser necesario. Todo este material lo esparcirá cuidadosamente en el sitio que ocupe; acto seguido adoptará en su silla una postura derecha y entrecruzará los dedos de ambas manos sobre la mesa. 

No hay haragán completo que se reserve el derecho a criticar el café que se sirve o que está disposición de los asistentes a la junta. Para ello, usará, por supuesto, lugares comunes: "agua de calcetín", será uno de ellos; también "de ayer o de antier" es otra de sus fórmulas favoritas. Las galletas, servidas en gran cantidad en algún pequeño plato, recibirán también los señalamientos pertinentes, aunque no escatimará pequeños elogios ante algún sabor preferido que sorprenda su paladar. 

Cuando toque su turno de exposición, el haragán será ceremonioso en sus formas: ademanes rebuscados, agradecimientos por oportunidades, aplausos a colegas haraganes, reconocimientos al jefe por sus iniciativas y liderazgo. De igual modo, utilizará un lenguaje barroco, rebuscado, con el que describirá a detalle el mayor número de cosas sin importancias, contextos que aporten sustancia a una exposición semivacía de contenidos, avances o trascendencia. Su voz será asimismo lenta y pausada, reflexiva, con silencios que demuestren una profunda meditación sobre cada aspecto que busque destacar. En resumen, ejercerá su muy desarrollada capacidad de hablar mucho sin decir casi nada.   

Las atenciones con el jefe son otro rasgo característico del haragán. Servicial y servil, estará atento a cualquier requerimiento que pueda ofrecerse, y como ha desarrollado una capacidad para intuir incluso lo que no se ha expresado, supervisará si la taza de café está vacía, ante lo cual será el primero en hacer saber a cualquier asistente las necesidades pertinentes; en caso de no haber tal asistente, él mismo hará lo propio para resarcir la falta. 

De igual forma si, por ejemplo, el sistema de cómputo falla, el power point o el sonido sufren contratiempos, será el primero en llamar a quien corresponda para su solución o, en caso contrario, pasará el tiempo necesario ejerciendo el cargo de técnico en sistemas, ingeniero de audio o cualquier oficio que se requiera; cuando dos haraganes se unen en esta labor, los resultados suelen traer la complicación exponencial del problema original, pero su postura será siempre incólume: volverán a su sitio con el orgullo de haber sido los primeros en ofrecerse a atender a la autoridad.  

Al concluir la reunión, los haraganes tienen un lugar favorito de espera: afuera de la sala de juntas. Ahí, departirán acerca de lo que ocurrió adentro, hablarán en tono de alta seriedad y complejidad, expondrán complementos a lo que se mencionó adentro, todo esto mientras el jefe se despide de los asistentes y con la flagrante intención de que éste, al salir, compruebe el nivel de profesionalismo de esa tribu que incluso en los breves tiempos de descanso aprovecha para seguir reflexionando sobre la profundidad nimia de sus argumentos. 

En cuanto el jefe se retire, cierre la puerta o abandone la oficina, los haraganes volverán a sus respectivos cubículos u oficinas, satisfechos y convencidos de cuán necesaria es su participación y cuánto de lo que es no sería posible sin sus infumables alegatos. 

Un haragán que falte a estas prácticas jamás será un haragán completo ni profesional. 

  
PS. Si usted desea conocer la tipología del haragán en lo invidual, consulte el siguinte enlace: http://altaneriasyaltaneros.blogspot.mx/2017/05/los-alegres-haraganes-vol-1.html )

martes, 23 de mayo de 2017

Los alegres haraganes. Vol. 1




Foto: www.artchina.su


Cuando los haraganes se reúnen, se palmean el hombro entre ellos, espetan vítores y hurras con los que reconocen su medianía, su salida momentánea de la pasmosa inactividad y, por supuesto, su vuelta irremediable a su pasivo estado habitual.

Se les puede observar tanto en el sector público como en el ámbito privado.

Una suerte de atracción molecular los lleva a reunirse de manera natural y espontánea: hay algo que reconocen en el otro antes siquiera de comprobar su nivel de parsimonia. Quizá el olfato, un sexto sentido, algo que sólo ellos han desarrollado y que genera una síntesis donde florecen la amistad, la complicidad, el lamento compartido cuando hay que hacer algo más que la simple existencia pasiva: respirar, ser, checar tarjeta, ausentarse en grupo...

Esas ausencias son especiales. Cualquier pretexto es válido y sirve de escape, de esparcimiento, porque la haraganería también sofoca y genera estrés. Entonces salen cuerpeados los unos con los otros: un café, el banco o cualquier otro pretexto es útil para sus fines de recreación.

Por supuesto, estas salidas jamás coincidirán con los horarios establecidos para los alimentos; esos tienen el carácter sacro y jamás perturbable por motivo alguno.

Podría incluso decirse que el sino del día lo marca esa bendita hora de ingesta cotidiana; las ausencias que practica el haragán serán a media mañana o media tarde, cuando algo escarce el cuerpo y la idea genial llega.

Entonces el haragán con mayor iniciativa –porque hay niveles, sin duda– se apersona en el cubículo, escritorio o área de trabajo de los que aguardan llegue la genial idea, y la frase se repite como cada vez: "¿Qué onda, cafecito?"

En estos casos, las cargas de trabajo y pendientes del día ejercen su influencia: si la invitación rompe un momento íntimo de haraganería, la respuesta será lenta, meditada, porque sin duda todos tenemos prioridades. En caso contrario, un resorte se activará y la afirmativa será instantánea, recibida con beneplácito. Al final esa es la labor de los líderes, incluso entre los haraganes: tomar la iniciativa.

La solidaridad es pues sólida, firme y capaz de vencer cualquier encargo laboral. Es raro encontrar haraganes solitarios; en cuanto uno llega, otros más se suman y entonces lo disperso se une, la suma que es fortaleza impone su peso. Desfile y procesión que se convierten en relajada y monótona rutina.

OJO: no confundir al haragán con el godín. El segundo tiene dignidad, el primero es el mayor de los cínicos laborales.

martes, 16 de mayo de 2017

Una charla en una librería


Foto: www.cvc.cervantes.es


—¿Y dónde ponemos el libro de Moreno Valle, en política o en biografía?—, preguntó un encargado a otro, en una librería del Fondo de Cultura Económica.

—Lo puse en novedades, pero me quedó la duda de si era uno de esos libros que debía ocultar—, respondió el hombre interrogado, con desdén, con el gesto de quien se enfrenta no a un problema político sino a uno de mercadotecnia.


Y la curiosidad, esa curiosidad...

—Oiga, interrumpí: ¿cuáles son los libros que se ocultan?—

—Pues los que llegan sólo porque el distribuidor los manda, pero pasan desapercibidos y no se venden—.

—¿Y qué hacen con esos?—

—Se quedan arrumbados pero siempre son un problema: nadie los pide, o cuando mucho uno o dos... Luego los vamos retirando de los anaqueles hasta que el distribuidor regresa y se los lleva. Eso puede tomar tres o cuatro meses—.

—¿Y sabrá qué hace el librero con ellos, al retirarlos—.

—Creo que los destruyen, algunos los reciclan pero este trae fotografías a color, y es de un político... Yo creo que los autores pagan mucho por este tipo de libros... Cada que se viene una presidencial es lo mismo, llegan libros de políticos que son un desperdicio... Ahí está el de Martí Batres, nadie lo pide y llegaron como veinte—.

—Y si nadie los pide, ¿por qué siguen apareciendo?—

—Pura promoción, joven: es una pena que usen el libro como si fuera un espectacular en el Periférico... Lo ponen, lo quitan, y al final esos que hacen toda esa faramalla nunca ganan...—

—En verdad, una pena...—





sábado, 25 de febrero de 2017

Juego de espejos y perspectivas


Foto: limulus.mx


Hay quienes sólo son capaces de crecer rodeándose de mediocres que les hacen verse más grandes.

Quizá sea por miedo, por inseguridad, por no querer verse opacados, por no permitir que nadie brille más que ellos mismos... O quizá por una mezcla de todas las anteriores.

Y ahí van por la vida, crecidos bajo una lente de aumento que se forma de adulación, de aplauso fácil, de autosatisfacción y de ego hinchado. 


Foto: taringa.net
Pero es todo una propia fantasía, como esos espejos que alteran la figura parar arrojar una imagen nuestra más obesa, inflada, tergiversada y deforme: lo peor es que asumen esa figura ilusoria como la realidad, y terminan convencidos de que ES la realidad.

Y la siguiente vez que se miran al espejo, ya no necesitan que éste les deforme. Ya asumieron esa figura y no hay error, falta o caída que les haga pensar que son o podrían ser de otro modo.

Entonces la culpa de aquella omisión probable –porque siempre quedará la duda de si en verdad es real el error– es de la suerte, de la mala leche ajena, de las "circunstancias", de un enemigo tan imaginario como ellos mismos.

Foto: psycodreamtheater.org
Y ese enemigo no es sino su estatura original proyectada ante a quienes sí crecieron por la sombra que otros proyectaban y se esforzaron por alzarse hasta ver la luz.

Así nacen los líderes auténticos y así también nacen los déspotas: un proceso opuesto que usted puede comprobar de manera cotidiana.



 

sábado, 4 de febrero de 2017

Veracruz en unas horas

(Afonía de tres días, y el viaje a punto de cancelarse... Era justa la solicitud del cuerpo: dos años recorriendo estados y algún que otro país exigían una pausa, y fue forzosa; tras tres días de cama, no obstante, y una pequeña mejoría, el libro a presentar leído y las palabras a pronunciar redactadas, todo estaba listo para partir de nuevo).

Salir de madrugada tiene la ventaja del paisaje del Pico de Orizaba desde al aire y al amanecer. La nieve gozosa desciende de la cima por las laderas y se transforma en valles fértiles a los pies de un volcán que hace años –más de veinte por estas fechas– añoré escalar; la otra ventaja era la fecha: mediados de enero sin demasiado calor al salir del avión.



Foto: el autor

Me esperaba en el aeropuerto Carlos Camacho, su novia y su hijo. Me abrazó y como viejos conocidos que acaban de conocerse, me dijo: "En otros niveles y en otros contextos, así debía recibir don Manuel Zamora a su tocayo Gómez Morin". 

Yo sabía del primero por el libro que me traía al Puerto: Cómo nace el Partido Acción Nacional en Veracruz. El origen. La lucha por la democracia. Y como todo viaje fugaz, las horas debían aprovecharse al máximo: surcamos calles que como en toda tierra de trópicos se llenan desde temprano para detenernos en la Universidad de las Naciones, donde el director académico, Jeremías Zúñiga, nos recibió con el primer café que probaba en casi una semana.

El líquido caliente con fue generoso con la garganta irritada y apenas en recuperación. Y su efecto, inmediato: los sentidos se avispan, las palabras fluyen y la charla se desenvuelve de la política a la academia a las anécdotas a lo histórico. Aparece de pronto por la puerta Arturo Mattiello, rector, sonriente, desenfadado y animoso; estrechamos manos y actualizo la imagen de quien fuera el primer diputado federal panista del estado, que en el libro aparece retratado en la tribuna unos treinta años atrás.



Foto: el autor
La siguiente escala es el Café La Parroquia, en el centro de la ciudad. "Habrá algunos reporteros que nos esperan", me dice alguien. Y es sorprendente, hasta encantador, que, la política de la ciudad y el estado tenga en este establecimiento de inicios del siglo XX –rodeado de edificios y otros establecimientos de data similar– su epicentro más recurrente. La vida pública discurre hoy como hace décadas entre sus mesas, entre bebidas calientes y antojos, entre susurros o declaraciones audibles... Un gozo que se da un pocos sitios, una tradición que recuerda la Viena del XIX, el México del porfiriato, el Paris de entreguerras.

Rechazo el tradicional "lechero" por miedo a que la garganta se resienta de más, pero no hay tiempo para elegir algo que lo sustituya. Las preguntas se suceden una tras otra y mi tocayo y yo intentamos que converjan en la presentación que tendrá lugar a las seis de la tarde. Los reporteros, en busca de algo más, arrastran los temas hacia la coyuntura del estado, el recién estrenado gobernador, los que "suenan" para la presidencial del PAN; debían ser unos 25 0 30 informadores armados de grabadoras, cámaras, celulares, micrófonos: a todos se les responde y Arturo toma la palabra para terminar, ahondando en temas locales de los que jamás podría opinar con su pericia.

Me escurro en cuanto puedo y pido un té de limón, el agua por una parte, el sobre con las hierbas separado. Bebo el agua caliente –remedio aprendido en China– sola para calmar un ardor que empieza a crecer y que el líquido mitiga al tiempo que pido una taza nueva para, ahora sí, incluir la infusión. Partimos de vuelta a la universidad para caer en la rectoría, a la oficina del propio Arturo, donde nos espera uno de los entrevistados para el libro: Guillermo Madero, hijo del otrora presidente del PAN, Pablo Emilio.

La charla comienza y se extiende hasta hacernos olvidar la hora de la comida. Hablamos del PAN viejo, del tiempo de las rupturas y los foristas: me entero que mis anfitriones estuvieron muy cerca e incluso participaron en aquel grupo. Mi curiosidad, por supuesto, se enciende y me convierto por un momento en entrevistador; siempre me ha parecido que los panistas hablamos de nuestro presente como si el pasado fuera un tiempo idílico, libre de conflictos, puro, cuasi angelical, y los días que corren no tuvieran parangón en cuanto a desvíos, mugre y desgracia. Disfruto comprobar, enterarme de detalles –algunos que lindan en el chisme– de esa época confusa, de quiebres y abandonos, no por morbo –o sí un poco– sino por confirmar que no hay pureza ni pasados libres de tribulaciones y desencantos.



Foto: el autor
Guillermo y Arturo son dos personajes excepcionales. Se complementan y pasan de la seriedad a la guasa con naturalidad. Hablamos por horas pero no pudo ser tanto tiempo porque las cuentas no cuadran y quizá el recuerdo de la palabra, la bendita y magnífica palabra, hace más flexibles y generosos los minutos que transcurrieron en la oficina del segundo.

La comida rápida para tener al menos un rato para descansar antes del evento: desfile de platillos locales, todos del mar, que me recuerdan mi infancia en Mérida y los viajes desde la Ciudad de México, en automóvil, hasta la Península, que tenían en el Puerto de Veracruz una escala forzosa. 

Llegamos poco antes de las seis al auditoria de la Universidad. En la puerta, comenzaban a arribar panistas de "la vieja guardia", algunos entrevistados para el libro, otros también llenos de historias por contar, y entonces las anécdotas se aglutinan en voces que se me confunden en la memoria y que sería incapaz de relatar a detalle. Ya en el recinto, como todo evento del PAN, la mesita con café instantáneo y galletas, un toque que no cambia en ninguna latitud del país.

Presentamos el libro el autor, yo y el Profe Bernardo Téllez, a quien saludo con el gusto de encontrar a un amigo de hace años. Cada cual destaca lo que le parece más trascendente, pero todos coincidimos en cuán importante es que la historia se preserve, se resguarde y se difunda: que sea parte vida del hoy para que pueda, a partir de esas raíz, trazarse desde el presente la ruta del porvenir. 

Leo mi intervención con cierta inseguridad: siento que en cualquier momento mi voz puede desaparecer o traicionarme. No pasa nada, pero al concluir prácticamente no puedo pronunciar palabra; siento la sequedad que abraza y ni el agua que me sirven logra humectar los músculos rendidos. 

Ya en el hotel, la pequeña cafetera –quizá la mejor de las amenidades que pueda tener una habitación– me sirve para calentar agua y beberla en el balcón, donde un cigarrillo adormece con su humo suave las cuerdas bucales. Es temprano aún y decido salir a caminar. Lo hago siguiendo el malecón hasta el centro de la ciudad, acompasado por el oleaje, con un clima benévolo y una brisa que en ocasiones llega a ser fría.

Camino por media hora. Al llegar a la zona del Café de la mañana el bullicio es digno del lugar. Dejó atrás el grato hallazgo de la estatua de Humboldt, de la zona del puerto con sus contenedores, sus barcos de carga y sus muelles, para adentrarme por callejuelas vacías, que inevitablemente desembocan en plazas donde la marimba y la música son un gozo para todos los sentidos. 



Foto: el autor

Me detengo a cenar. Milanesa con papas y varios litros de té de limón son el menú que me sirve un camarero alegre, quien bromea repitiendo las palabras que pronuncia una familia de chinos sentados en el extremo de la calle: mesa exterior, elección favorita.

Regreso por el mismo malecón ya vacío, con una iluminación modesta que es propicia para los juegos de sombras que dan al recorrido un poco de misterio. Un camino de vuelta es sumamente distinto a uno de ida, y todo lo que no aparece en un sentido lo hace en el contrario. Duermo un sueño liviano por la preocupación de despertar a las cuatro para empacar y tomar el vuelo de regreso, que saldrá a las 6.

Un último café en el aeropuerto me despide con su aroma penetrante, capricho cercano a la necedad porque sé que ya no podré hablar hasta varios días después. Me voy con Veracruz en la garganta, y proyectos que poco a poco se habrán de realizar.


Foto: el autor
  



   

viernes, 20 de enero de 2017

Mark Ryden o la vista perversa





Sólo cabría aquí, entre la tribu altanera.





El rostro infantil, la forma núbil y el contorno púber... Si el adjetivo surrealista cabe, es donde, es cuando...

Hay algo de perverso en los rostros, mucho de adulto en los cuerpos, concreción de esas "muñecas perversas" que nombró Cortázar a Carrington (sobre todo) y a Remedios Varo (quizá por deuda, herencia o deber).

Pero no son ni ella ni ella... Son algo nuevo. Una rigidez que intenta moverse, una naturaleza muerta donde aún late un rescoldo de sangre tibia.

   Es Alicia, es un dispendio de juguetes, es la marioneta que cuelga          –ahorcada– entre sus hilos en el estanco de un estanquillo que se hunde en las novelas de Dostoyevski (y que el ruso jamás incluiría en sus novelas, pero que bien podría estar ahí, como música de fondo). 



A veces pienso que nada de los últimos años tiene sentido frente a esas bocas o esos ojos que se desangran a fuerza de mirar. Pero es sólo un sentir pasajero, porque este lado es el real, el auténtico, y el de Ryden el onírico, el que no quisiera alcanzar (o quizá sí, pero mejor no).




Pienso en China, en Alicia de nuevo, en El Bosco y sus jardines, en el conejo con su reloj de cuentas largas y cortas, en los mayas, en alguna la dinastía Tang, en la época victoriana... 

Hasta en Anne Rice y sus ancestros; Lovercraft y sus casas de ausentes; Stoker y sus remakes, Vlad entre Bizancio y Roma, Mary y P.B. Shelley como herederos y dignos continuadores –hasta hoy– de un romanticismo que se extraña (los sabios  de nuestros días exigen renegar, por salud, por el "bien común").

Te mira, sin mácula ni culpa; abrevas de esos trazos... Y entonces todo e s posible... Hasta romperse uno mismo, y volver a empezar

Que así sea... 

jueves, 5 de enero de 2017

La política, la palabra


Foto: www.freepik.es

La materia prima de la política es la palabra.

Sin ésta no hay acuerdo, no hay diálogo, no hay debate, no hay compromiso... No hay, en suma, sustento alguno que haga posible la acción colectiva, la construcción del bien común: la base de la política es, pues, la palabra.

Se habla de cumplir con la palabra empeñada, es decir, con la promesa de campaña, con el compromiso adquirido y a través del cual se obtiene el voto; se hace lo propio con el pacto que hacen dos o más partidos o grupos legislativos para sacar adelante una reforma; el dirigente partidista, el candidato, el legislador, el gobernante construyen espacios donde la palabra es crucial y fundamental para cualquier objetivo.

En un Congreso o Parlamento, la palabra es también protagonista, por eso aplaudimos el discurso de un tribuno que, a través de la retórica, hace de la palabra una herramienta cuidada y fina de trabajo. El mitin se basa, por otra parte, en un discurso, una suma de palabras que buscan convencer, conmover, llamar a la acción.

El fracaso de la palabra es, por oposición a lo anterior, el fracaso de la política. 


Foto: solocomunicacion.com


En México esto quedó claro cuando el entonces candidato a la gubernatura del Estado de México comenzó a firmar ante notario público sus compromisos, con el objetivo velado de darles solidez pero con el fracaso asumido de que la palabra ya no valía lo suficiente para sostenerse por sí sola.

Requería, pues, de un sustento legal que respaldara, a través del propio notario, la certeza de su cumplimiento.

No es de extrañar entonces que el desprestigio de la política, de la clase política, llegue en un momento en el que las palabras de sus actores ya no valen, o valen cada vez menos. 

A fuerza de desgaste, de tecnicismos –la palabra reservada para los expertos–, de la mentira y el engaño –manifiestos en corrupción, en impunidad, en nepotismo–, la palabra ha perdido su valor principal, que es la verdad.

Sin verdad, la palabra, el lenguaje y la comunicación son simplemente esfuerzos vanos por tratar de decir algo que requerirá mucho esfuerzo adicional para convencer de su certeza, de lo que se quiere informar.

Al perder la verdad, la palabra pierde la confianza, otro elemento que se encuentra en retirada y ensancha la separación entre políticos y ciudadanos.

La consecuencia más reciente de todo ello es el absurdo de un Presidente de México que solicita a sus gobernados atender y confiar en las razones –expresadas en palabras– de quienes intentan explicar los motivos del aumento en los precios de los energéticos.

Importa poco la atención: la palabra que surja de ese intento de comunicación no dirá nada, caerá en oídos sordos a ella, escépticos de sus razones, incrédulos de su contenido.

El fracaso estaba anunciado desde ese eslogan brutal, "Te lo firmo y te lo cumplo".

El fracaso de la política es, así, el fracaso de la palabra. 

Foto: www.pri.org.mx