jueves, 22 de septiembre de 2016

Esas familias nuestras...




Foto: ovejarosa.com

Hará pocos años, cuando dirigí la revista La Nación, solían llegar a la redacción anuncios sobre el "Día de la familia". Puntual, poco antes de marzo, un sobre con el archivo electrónico y un afiche tamaño doble carta y una misiva conformaban el "kit" que, se solicitaba, fuese publicado en alguna de las páginas de la revista.

No recuerdo bien pero me parece que obedecí la solicitud los primeros dos años. Luego, cuando los radicalismos y los purismos comenzaron a aflorar, decidí retirarlo y, con un mensaje en Twitter, anuncié: "La Nación ya no publicará anuncios del Día de la familia porque las familias disfuncionales nos caen muy bien".

Dejé el tema de lado y no volví a considerarlo durante años hasta hace unas semanas, cuando una marcha convocada en varias ciudades de la República mexicana saturó las redes sociales y trajo de vuelta este asunto a mis piensos.

Leí entonces apologías de términos como "Familia natural", "ideología de género", "aberraciones de la naturaleza" y otros más que en no pocos países caerían en la categoría de discurso de odio. También me percaté de la belicosidad con la que unos y otros atacaban a quienes piensan distinto. Todo, en fin, en un clima de señalamiento, acusación, denuesto y crispación como solo suelen provocar aquellos temas en los que lo privado pasa a ser de dominio público.

Incluso, ante una publicación que realicé en Facebook, señalando que la sexualidad de cada quien me tenía sin el menor de los cuidados, así como con quién decidiera relacionarse cada cual, no faltaron quienes, en público y en privado, cuestionaron si "ya andaba yo de gay", reiterando aquello de la familia "natural" como quien habla de si se elige una manzana roja o una verde y, en resumen, bajo los argumentos maniqueos donde sólo está el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto según criterios subjetivos, debatibles y francamente pobres y vacuos. 

A mi entender, el tema es complejo y reducirlo a un sí o no, a un a favor o en contra es una insensatez, de una y de otra partes. Por ser un tema de convivencia será siempre enredado y exquisitamente digno de debate, pero de debates informados, serios y con bases científicas, no de argumentos moralistas, "naturales" o dogmáticos.

Por fortuna mi Partido, el PAN, no tiene una postura clara al respecto, por lo que, en caso de decidirse debatir este asunto, será desde los principios de doctrina, donde la Dignidad de la persona humana es el primero, misma que cada cual obtiene por el solo hecho de ser humano y que lo hace igual a cualquier ser humano independientemente de clase social, credo, sexo, raza y otros diferenciadores en los que los regímenes más tiránicos y absolutistas de la historia han basado sus atrocidades para señalar quiénes son los buenos y quiénes los malos. 

Así que, para el PAN, todo el camino por andar en este asunto. Y no importa que quienes hayan hablado en público de este tema se pronuncien a favor o en contra: no representan la voz del partido sino que más bien hablan a título personal o de grupos a los que pertenecen, pero jamás como voces autorizadas ni mucho menos expertas de esta agrupación política.

En lo personal espero algún día haya lugar para este debate, en el que estoy a favor de la igualdad en obligaciones y derechos, tal como se expresa en los principios de mi Partido, pero que me parece secundario y hasta en tercer o cuarto lugar frente a lo mucho que aún está pendiente en tantos y tantos temas que en verdad le quitan el sueño a los mexicanos.

2 comentarios:

  1. Ocurre –pienso– que la incapacidad para comunicar eficazmente las ideas así como las limitantes culturales/intelectuales de la mayoría de los que opinan públicamente, ha hecho del tema un amasijo informe de ideas, dichos y percepciones; una bola de estambre de difícil desenredo.
    Para muchos de quienes abrazan las causas desde la tribuna política, la cosa resulta aún peor: el cálculo político o la pasión encendida les impiden razonar en una perspectiva multidisciplinaria.
    Propón una mesa de debate o un foro Carlos. El asunto es que los extremos de ambas posiciones son quienes han copado los medios, no las posturas conciliares equilibradas y argumentadas. Recién hablaba en una charla precisamente de esto: la confusión general debido a los errores de comunicación. Te sorprenderían los hallazgos y las alternativas que se pueden advertir –sin que claudique o se comprometa doctrina/filosofía alguna– para no polarizar una discusión que, por demás, era inevitable.
    Organiza algo y me invitas como analista.
    Un abrazo.

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