La obra de García Márquez representa la cúspide más nombrada
de una época, la del realismo mágico, la del llamado boom de la literatura latinoamericana, etapa célebre, quizá la
mayor de las letras de un continente que supo elevar al plano de lo universal
una serie de temáticas que retratan la particularidad de esta zona del planeta:
un regionalismo peculiar, misterioso y ya abordado por Alejo Carpentier, aun
con la carga barroca de la literatura que quiere abarcarlo y decirlo todo; una
sociedad que poco a poco abandona lo rural para concentrarse en las ciudades,
retratada en México por Carlos Fuentes, pero que aún mantiene un arraigo firme con
sus orígenes y sus raíces; un entorno donde lo maravilloso y lo fantástico se
proyectan como parte de la vida cotidiana de manera insólita, a veces perversa,
tal como lo logra Cortázar en no pocos de sus cuentos…
Toda esa riqueza se da cita en cuentos,
novelas y, también, crónicas y reportajes del Nobel de Literatura de 1982, con
esa capacidad de conjuntar y conjugar la diversidad entera, vasta e inmensa de
una región que Octavio Paz definió como una sola, encerrada en sí misma pero no
limitada, capaz de mirar hacia el interior y que en los años sesenta del siglo
XX ya empezaba a abrirse, sin perder su identidad y, por el contrario,
enriqueciéndola en esa aspiración de llegar a ser parte activa de la cultura
del mundo.
Para García Márquez y su generación (la de
Vargas Llosa, la de Cabrera Infante, la de Donoso), la llegada a Europa, la
salida del terruño se vuelve fundamental, y como muchos de sus contemporáneos,
es el periodismo ese puente que funge como lugar de encuentro con el continente
viejo; hay ya una semilla notoria en el adjetivo preciso, en la prosa musical
donde no falta ni sobra una sola palabra, en los temas donde un acordeón, un
estanquillo o una catedral son tratados como objetos que contienen toda la
música, toda la historia y toda la magnificencia o la ruina de la humanidad,
semilla que puede encontrarse en los cinco tomos de la Obra periodística, valiosa recopilación donde ya se esbozan el Relato de un náufrago, El coronel no tiene quien le escriba o
la propia Cien años de soledad, libros
que con su riqueza y su aspiración de trascendencia alcanzan a insertarse entre
los grandes clásicos de la literatura.
Esa vena periodística también está
presente en los temas históricos que aborda García Márquez, desde El otoño del patriarca y El general en su laberinto, que retoman
la maldición dictatorial de América Latina, el primero, y la vida de Simón
Bolívar, el segundo, hasta Noticia de un secuestro, retrato de la
violencia que asoló a la sociedad colombiana durante la década de los noventa
del siglo XX. Investigación, documentación, narrativa fluida y capaz de abrevar
en los sucesos reales para construir una historia donde la imaginación va
llenando los vacíos, da forma a la trama y delinea personajes que saltan de la
realidad a la ficción pero jamás quedan insertos o atados a una u otra: capacidad
para hilar sobre el pasado y dotarlo de una riqueza que sólo la literatura es
capaz de recrear.
De manera paralela transcurren, por su
parte, las grandes filias del colombiano, a veces injustificables, como la
relación con la dictadura cubana y su apología del castrismo, a veces absurdas,
como la diatriba con Vargas Llosa que, en su defensa del liberalismo, no dudó
en señalar la incoherencia de un García Márquez “comprometido” con los últimos
resquicios del socialismo más vetusto, a veces también enriquecedoras, como las
adaptaciones cinematográficas de El amor
en los tiempos de cólera y Del amor y
otros demonios, esfuerzos plausibles por dar un rostro a aquellos
personajes y situaciones que era terreno exclusivo de la imaginación del
lector.
Polémico en ocasiones, grande por su
narrativa, peculiar en su trato, anclado en México como una segunda patria,
Gabriel García Márquez falleció el pasado 17 de abril en el Distrito Federal.
Su partida deja un vacío en las letras latinoamericanas y su obra refleja un
tiempo entrañable de la literatura del universal. Habitante de la fantasía,
oriundo del periodismo. La novela como Patria, el reportaje como país natal.