domingo, 20 de noviembre de 2016

Espera del alba

En octubre tuve ocasión de volver a Sinaloa. 
Ahí, amigos entrañables hicieron de mi visita el gozo de parajes nuevos, el hallazgo de nombres y maravillas que conviven en ese estado. 
Me indignaba, en silencio, la estupidez de sus gobernantes, el contraste de estos con la gente buena, y la injusticia que se cierne sobre una tierra generosa y mágica. 
Recorrimos kilómetros a centenares: lo que sigue son algunas estampas de esos sentimientos encontrados y contrapuestos. 

Foto: el autor


I

A la hora de la víspera
por la ruta que conduce a un puerto menor,
esteros y montes arrojan destellos
azules y verdes, los últimos de un día otoño.
El mangle serpea la vera del camino
y andamos de prisa para llegar a la costa.
Un sol es el norte de la ruta, 
alcanzarlo en la línea del horizonte marino,
nuestro destino.
"Aquí pescábamos mi padre y yo hace años"
recuerda una voz a bordo, 
con el tono de lo que no será nunca más.
Laderas y brazos de mar alternan
ahí donde somos intrusos, visitantes
bienvenidos que acuden al encuentro
de páramos olvidados.
La última nota del día es más rápida
de lo que podría pensarse:
el astro que se apaga y se hunde 
dura apenas unos segundos desde que toca
la superficie del mar hasta su total ausencia.
Su legado, no obstante, es un halo de luz
generoso que alumbra nuestro regreso
sin dejar duda de que la noche 
acompasará nuestra vuelta.


Foto: el autor


II

Un halo de obscuridad acalla nuestra charla
para dejar que las voces de aves celebren
el fin de la jornada.
Se instala un silencio profundo, epifanía
de los hombres y dominio natural.
El paisaje es otro, todo nuevo, todo virgen
en la ruta de regreso: luces opacas,
la diestra es la zurda, el ámbar es plúmbeo
y sombras los brillos que incendiaron la vista.
Súbita y oscura, una bandada de murciélagos 
traza formas negras contra un cielo en decadencia;
emergen a millares de las grutas de una roca herida, 
y es angustia, maravilla, asombro y temor.
Encuentro de símbolos y arcanos,
presagio y elementos de la magia antigua,
emblemas de poderes en olvido, rescoldo
atroz pero incendiario de un tiempo muerto.
Su canto es un chirriar agudo; su vuelo sin destino
les lleva a la busca de sangre nueva y fresca
que es tanta por aquí.







III 

El alba aguarda celebrar nuevos días, 
conciliar a la tierra con sus hijos.
El alba traerá las rutas que devuelvan al amor.
Mientras sigue una noche oscura:
ceremonias de interior.



Foto: el autor








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