Las facetas de
la obra de Octavio Paz son múltiples y ambiciosas, un caleidoscopio donde las
fronteras de los géneros se transgreden y se enriquecen a través de la palabra,
de la expresión lírica, del pensamiento razonado y profundo, de la reflexión
que entremezcla la historia, la belleza, la poesía, la experiencia personal y
todo aquello que va conformando el legado de quien fuera galardonado con el
Premio Nobel de Literatura en 1990.
Ya desde los primeros versos de Libertad
bajo palabra, donde un poemario lleva por título el legado de la carrera
trunca de derecho, o en La llama doble,
ensayo sobre el amor y el erotismo en Occidente, o en los exquisitos ensayos
monográficos sobre artes plásticas (reunidos en los tomos 6 y 7, Los privilegios de la vista I y II,
de sus Obras completas), o el análisis exhaustivo de la poesía y su expresión
de El arco y la lira, o el retrato de
la sociedad mexicana y latinoamericana logrado en El laberinto de la soledad, la voz de Octavio Paz no deja nunca de
expresar ese asombro, ese mundo que se presenta ante los ojos del artista como
algo nuevo, virgen, que despierta asombros, descubrimientos y hallazgos, una
revelación que se manifiesta y se retroalimenta sin importar fronteras,
temáticas o lenguajes.
“Nada de lo humano me es ajeno” puede decirse, con Terencio, de la obra
de Paz: una experiencia en Asia se trasforma en Vislumbres de la India, recorrido apasionante por el pasado de ese
país y esa cultura, que tiene su manifestación poética en los versos de Ladera este; los años europeos lo
convierten en representante del surrealismo en castellano, en poemarios como Blanco o El mono gramático, que tienen su espejo en prosa en los ensayos
incluidos en Corriente alterna o La búsqueda del comienzo; la historia
del pasado colonial de México cobra, en ese sentido, presencia en Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de
la fe, de igual forma que el autoritarismo y la cerrazón del sistema
político en el siglo XX son
materia de estudio en Posdata
o El ogro filantrópico…
Este crisol vasto incluye la gran cantidad de traducciones y
acercamientos que Paz hizo de otras culturas a nuestro país, ya fuera desde el
espacio editorial, en revistas como Plural
o Vuelta, o a través de
traducciones de poetas que se reúnen en el tomo Versiones y diversiones. El afán de ser puente de intercambio, de
abrir sendas por las cuales el horizonte propio y el de todo un país se
ampliaron y alcanzaron nuevas cimas, de leer en lo ajeno el reflejo de lo
propio y proyectarlo hacia el lector, fue sin duda un esfuerzo por, en tiempos
de cerrazón, abrir México al mundo y permitir al mundo entrar a México.
Un autor, en suma, universal por su obra, por su andar y explorar nuevas
latitudes, por su vocación y su entrega a la palabra, por la vastedad de
intereses y preocupaciones. Escritor que este 2014 será celebrado por los 100
años de su natalicio y que sin duda será releído, estudiado, mencionado y
señalado como uno de los más altos, quizá el más, representantes de la
literatura de nuestro país. Aprovechar esta ocasión para adentrarse en alguna
de las múltiples temáticas de su obra es un imperativo tanto para lo sentidos
como para el conocimiento: un poema, un ensayo, una reflexión que conjugue y
traduzca lo más valioso de nuestra tradición al lenguaje de todos los hombres:
el del arte, el de la belleza.