miércoles, 27 de junio de 2018

Cuando usted vea un mitin lleno, piense en esto...

Foto: www.cdmx.gob.mx



El puesto de periódico es modesto, con publicaciones de ocasión: los diarios de mayor venta, las revistas "del corazón" y de espectáculos, los pasquines de nota roja, todo asentado en una modesta mesa desvencijada.

También puede encontrarse la promoción más reciente de Star Wars, coleccionable, que atrapa al fan y le hace pagar una módica cantidad por el primer fascículo, el doble por el segundo, y así, exponencialmente.

No es de esos puestos que han sido beneficiados y exhiben, entre anaqueles de aluminio reluciente, centenares de publicaciones lujosas, libros de autores clásicos revestidos en pasta dura, el canon de la sicología en entregables quincenales, envueltos en papel celofán: es un kiosco modesto que atiende una mujer de unos setenta años, los siete días de la semana, y donde, por petición de algunos fieles, es posible adquirir El País.


El domingo pasado el puesto de doña Lupita permaneció cerrado. Eran las cuatro de la tarde cuando me la encontré por el barrio, con los periódicos del día a cuestas.

—¿Le guardo "su País"?, me preguntó.

—¡Claro!, de regreso paso por él. No la vi en la mañana, le contesté, con algo de curiosidad.

—Es que tuvimos que ir a Reforma, a un evento de las campañas.

Iba vestida de falta y suéter amarillos. La figura encorvada, de no más de 1.50 de estatura, portaba esas prendas con elegancia.

– No me diga, le contesté. ¿Y eso?

– Pues es que si no no nos dejan trabajar, nos cierran el puesto o nos aumentan las cuotas. Pierdo la venta del día, pero al menos puedo recuperarme.

Para completar sus ingresos, Lupita vende además cigarros sueltos, dulces, papitas y chocolates. Come en el local donde trabaja y la visitan día a día mujeres que se sientan con ella a compartir plática, alimento y silencios.

– ¿Y quién le pidió que fuera a ese evento, doña Lupita?

– Pues los del gobierno, joven.

– ¿Gente de la delegación?

– Pues ya ni sé, la verdad así ha sido siempre; uno ya ni pregunta: va, pasa lista y así no se mete en apuros.

– ¿Y piensa votar el próximo domingo?

– No, ¿para qué?, si con todos es lo mismo... Todos son iguales. Yo llevo en esto más de treinta años, y ya me tocó ver que nada cambia.

Y cómo decirle que será distinto, con qué cara hablar a favor de quién, qué esperanza intentar despertar a quien ya no espera sino poder ganarse la vida sin que "el gobierno" moleste, o toreándolo resignada para "llevar la fiesta en paz"...