viernes, 3 de junio de 2011

La oración de Allen Ginsberg



AULLIDO 
(fragmento)

Yo vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un chute furioso,
 
hipsters con cabeza de ángel ansiando la antigua co­nexión celestial a la estrellada dinamo de la maquinaria nocturna,

quienes pobres y harapientos y cadavéricos y colocados se reclinaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los pisos de agua fría que flotaban por entre las cimas de las ciudades meditando sobre el jazz,

quienes expusieron sus cerebros al Cielo bajo el El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose en los tejados iluminados de las casas de alquiler,
 
quienes pasaron por las universidades con sus radiantes ojos imperturbables alucinados imaginando Arkansas y una tragedia de luz–tipo–Blake entre los eruditos de la guerra,

quienes fueron expulsados de las academias por locos y por pu­blicar odas impúdicas en las ventanas de la calavera,
 
quienes se ovillaron de miedo en sus cuartos sin afeitar en ropa interior, quemando su dinero en la papelera y sintiendo el Te­rror a través de la pared,
 
quienes fueron arrestados con sus barbas púbicas al volver por Laredo con un cinturón de marihuana para New York,
 
quienes comieron fuego en hoteles pintados o bebieron tremen­tina en Paradise Alley, la muerte, o purgaron sus torsos noche tras noche con sueños, con drogas, con pe­sadillas que los despertaban aterrados, alcohol y polla y bailes sin fin,
 
incomparables calles ciegas de nube estremecedora y relámpago en la mente saltando hacia los polos extremos de Canadá y de Pater­son, iluminando entre medias todo el mundo inmóvil del Tiempo,
 
sensaciones de solidez de los salones a causa del peyote, albas de cementerio con un árbol verde en el patio trasero, borracheras de vino en­cima de los tejados, barrios de escaparates recorridos en coches robados por diversión bajo los efectos de la marihuana con luces de neón de tráfico pestañeantes, 

vibraciones de sol y de luna y de árbol en los atardeceres rugientes del inverno en Brooklyn, sucias peroratas y amable luz reina de la mente...

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