lunes, 29 de agosto de 2011

Vita Brevis II

(Viñeta: Gonzalo Tassier)

Fue una sorpresa llegar por primera vez a la Fundación Rafael Preciado Hernández: entrar a la casona de Ángel Urraza que fuera sede del Comité Ejecutivo Nacional del PAN fue una evocación de la memoria, de los años cuando mi padre presidía un partido que crecía y al que poco faltaba para que sus logros no cupieran en cuatro paredes.

La geografía que recordaba era distinta. Donde hoy se ubica la sala de juntas era el auditorio en el que se celebraban los Consejos; la dirección editorial ocupaba el espacio que antaño fuera del enorme transmisor para los walkie-talkies, antecesores de los teléfonos celulares; la bodega del tercer piso era la sede de Acción Juvenil, y el espacio del patio donde ahora se levanta el edificio del Cedispan era una casa aledaña donde vivían Marcelo y doña Maura, él, chofer de la Presidencia, ella, encargada de preparar los bocadillos y refrigerios que mitigaban el hambre en las largas sesiones y juntas.

En esos pasillos conocí por azar a Manuel Clouthier, a Diego Fernández de Cevallos, a Felipe Calderón, a Antonio Lozano, a Cecilia Romero, a otros cuyo nombre no recuerdo pero que sin duda fueron, como ellos, fundamentales para construir el ayer cercano a un presente que se llama la democracia en México.

Acudí a la casona de Ángel Urraza años después por invitación de Germán Martínez, entonces director general de la Fundación. La reunión fue para solicitarme un texto que se incluiría en el número 100 de la revista Bien Común y Gobierno, edición que fue presentada en el Auditorio Manuel Gómez Morin del actual CEN panista, ubicado en Avenida Coyoacán. Escribí sobre Marguerite Yourcenar y la vena humanista de su obra, y fue grato encontrar en tal evento a personajes de la talla del poeta Luis Miguel Aguilar o del fallecido Germán Dehesa.

Conocía poco del trabajo académico de la Fundación Rafael Preciado Hernández pero me entusiasmó el ánimo y el profesionalismo que se mezclaba entre sus colaboradores, ajenos a la imagen que por entonces yo me formulaba del PAN como un partido solemne y distante de los intereses de la juventud. Nada más equivocado que aquella percepción, fruto de la indiferencia que por entonces me generaba la política partidista, en la cual jamás creí encontrar trinchera para quien dedicara sus afanes profesionales al mundo editorial.

La ocasión para un segundo acercamiento se dio en 2003, cuando a solicitud del propio Germán Martínez se preparó el volumen Ideas fuerza de Carlos Castillo Peraza. A la par, la familia Castillo López habíamos reunido algunos de los textos más representativos de mi padre en el libro Apuesta por el mañana. Ambos títulos fueron publicados a la par y presentados en la propia Fundación; como oradores estuvieron el presidente del CEN del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, y los precandidatos a la Presidencia de la República Felipe Calderón y Santiago Creel, además de Gonzalo Tassier, quien había diseñado las portadas.

El evento fue multitudinario, lleno de nombres y rostros que saludaban con cariño, que recordaban con nostalgia, que relataban anécdotas personales y que evocaban la memoria del que más tarde fuera llamado “el último ideólogo del PAN” o el “ideólogo de la transición democrática”.

Junto a estas antologías fue presentada también la novela Volverás, que mi padre dejara inconclusa a la hora que le muerte lo encontrara en Alemania. Con los tres tomos bajo el brazo, realizamos otra presentación en Mérida, Yucatán, en la Plaza de Santa Lucía, en un evento en el que el propio Germán pronunció un discurso del cual aún retumban los ecos en mi memoria.

La misión estaba cumplida: libros impresos, presentados y, con ello, el rescate del pensamiento y las ideas que el panismo recibía con sed de una doctrina en la cual apoyarse para alimentar un Partido que, desde siempre, ha buscado en la reflexión de sus grandes mujeres y hombres el primer paso para emprender la acción política.

Los nuevos afanes editoriales
El tercer acercamiento con la Fundación Rafael Preciado Hernández, este ya definitivo, ocurrió en 2004, cuando a petición de Sigird Arzt Gonzalo Tassier rediseñó la revista Bien Común, que por entonces perdió el apellido “y Gobierno” y tomó el rostro que, con ligeras modificaciones, ha conservado hasta el día de hoy. Integraba en esos días la fundación un equipo de colaboradores e investigadores egresados de universidades que, en teoría, podrían parecer tan dispares como la UNAM o el ITAM, pero que en la práctica unían esfuerzos para formar, bajo la dirección de Rogelio Carbajal, un equipo de profesionales que no sólo elaboraban los diversos documentos de trabajo y estudios que alimentaban las reflexiones del PAN sino que, además, escribían en las páginas de la revista.

Por iniciativa de Sigrid Arzt, Bien Común contó con un consejo editorial de primer orden, que incluía a personajes de la talla de Alonso Lujambio, Jorge Chabat, Félix Vélez, Rolando García y otros tantos que con propuestas e ideas frescas a innovadoras decidían los contenidos que darían forma a cada número; nos reuníamos una vez al mes y cada sesión era conducida por Alejandra Isibasi, que sustituyó a Rogelio Mondragón en la dirección de la revista y con quien trabajé durante los siguientes dos años en busca de temas, de colaboradores, revisando galeras y definiendo los conceptos que aparecerían en portada.

Luego de las juntas con el consejo venían las de la Mesa de redacción, que llevaba a cabo la parte de traducir en textos aquellos temas que se decidían abordar. Integrada por Fernando Rodríguez Doval, Paulina Lomelí, Coral Macías, Claudio Jones, y otros tanto cuya labor era alegre, participativa y añadía nuevos temas y nuevas propuestas, en secciones como las reseñas de libros, las Agendas y otras donde el talento y los gustos propios –filosóficos, literarios, económicos– encontraban un espacio de expresión.

En cuanto a la parte gráfica, recuerdo con especial cariño algún número cuyo tema centra era el populismo, y que Tassier resolvió, lejos de caer n el lugar común de la fotografía de una marcha, entintando sus dedos y plasmando cada huella en el papel, dibujando una cara en cada uno de esos seres que portaban pancartas y conformaban un tumulto de gente-huella;  otro, cuyo tema era la ciudad de México, mostraba un mapa tomado de la Guía Roji al que le faltaba algo, y que una vez más, Tassier engalanó dibujando un círculo amarillo alrededor de la urbe. Cada cierre de edición fue, en esa época, una aventura que terminaba casi siempre entrada la noche, pero que aseguraba calidad tanto en contenidos como en imagen.

A las labores de la revista se sumó el primer y único volumen de la revista Políticas Públicas, que encabezó José Antonio Ardavín, y también la de los libros publicados. Sólo entonces supe que la Funda, como le decíamos, había nacido de una idea de mi padre, cuyo antecedente fue el Centro de Capacitación Política, ubicado en la calle Cerrada de Eugenia. Yo recordaba esas oficinas, remotas en mi memoria, por un librero en el que él tenía una colección inmensa de dinosaurios d todo tipo: vasos, rompecabezas, plumas y toda suerte de souvenirs que se acomodaban bajo el lema Domus Dinosaurae. Ahí se editaban libros, folletos y todo los materiales impresos que aparecían bajo el nombre EPESSA, que fue durante años la editorial del Partido Acción Nacional.

La Fundación Preciado fue su sucesora, y en esos primeros años del siglo XXI me tocó revisar, editar y participar, entre otros, en la formación del Programa de Acción Política (2004), de La lucha cívica por la democracia: breve historia del PAN, de Alejandro Landero y de los dos volúmenes Once temas, el de 2005 y 2006, en los que se realizaban diagnósticos sobre los principales rubros de políticas públicas en el país. Además, se creó la colección “Biblioteca Rafael Preciado Hernández”, que incluyó los títulos Democratización vía federalismo, de Alonso Lujambio, y Como un gran movimiento, de Rodrigo Guerra López, y se editó la plataforma electoral 2006, El México ganador, y los discursos de campaña de Felipe Calderón Para que vivamos mejor.   

La labor editorial más grande que hasta el momento ha realizado la Fundación Rafael Preciado Hernández comenzó en 2005, por idea de Alonso Lujambio, Germán Martínez y Rogelio Carbajal. Consistía en recuperar los textos de Carlos Castillo Peraza que permanecían dispersos en libros, revistas y diarios de México y otros países para, con ellos, conformar la mejor lograda antología de su obra, que a la postre recibió el título de El porvenir posible. Fue un trabajo arduo que, en la parte de investigación y recopilación, debe mucho a Leticia Fuentes, que se sumergió en archivos, hemerotecas y bibliotecas de la ciudad de México y de Yucatán para extraer artículos y ensayos; Miriam Soto, Ezequiel Gil y quien estas líneas suscribe hicimos la lectura previa y el prólogo, Lujambio y Martínez Cázares, alentados por el consejo y la generosidad de Consuelo Sáizar, quien desde a dirección del Fondo de Cultura Económica apoyó la edición de la obra. En la formación y el diseño, una vez más, Lupina Becerra y Gonzalo Tassier añadieron un toque de buen gusto y cariño que se sumó para lograr un tomo de más de 600 páginas.

Con este libro se cerraba, en lo personal y casi podría decir, en lo colectivo, una etapa que nos llevó a muchos de los mencionados en este texto a sumarnos a las labores del Gobierno federal en sus distintos niveles y órdenes, cada cual desde su trinchera, con la intención de contribuir a dar los primeros pasos en un nuevo reto para el Partido Acción Nacional. Se cerraba pues una época, pero vendrían sin duda otras.

La época actual
Bajo la dirección de Luis Eduardo Ibáñez, la Fundación Rafael Preciado Hernández exploró nuevos campos de acción y de trabajo intelectual. Se conformó la Comisión editorial del CEN del PAN, integrada por María Elena Álvarez de Vicencio, Juan José Rodríguez Prats y Jorge Lara, entre otros, aunque su trabajo duró poco dado el cambio de dirigencia, cuando Manuel Espino dejó la presidencia nacional panista y la asumió Germán Martínez.

En ese lapso aparecieron nuevos libros y siguió publicándose la revista Bien Común, ahora, bajo la dirección de Armando Reyes Vigueras. Se exploró, además, una nueva veta de intercambio de ideas, que fue la organización de foros sobre distintos temas. En el ámbito académico, la dirección de estudios políticos pasó de Claudio Jones  a Lorenzo Gómez Morin Escalante; la de estudios económicos siguió encabezada por Francisco Calderón y el Centro de Estudios, Documentación e Investigación sobre el PAN (Cedispan), presidido por Gerardo Ceballos, inauguró un edificio nuevo: un archivo moderno con la capacidad de almacenar libros, revistas y fotografías que dan cuenta de los más de setenta años de vida del partido.

Durante ese tiempo también aparecieron los libros Quiénes son el PAN, de Aminadab Pérez Franco, Energía para México y Evolución del Pensamiento de la Socialdemocracia, de Francisco Calderón, entre las ediciones que aparecieron en 2007 y 2008; un hallazgo, proveniente de una caja del archivo de Rafael Preciado Hernández, sacó a la luz un manuscrito inédito que se publicó bajo el nombre Democracia, y que se editó como tercer y hasta el momento último tomo de la colección “Biblioteca Rafael Preciado Hernández”; de la mano, el volumen Ideas fuerza del autor y un foro organizado en la Universidad Nacional Autónoma de México conmemoraron el centenario del abogado tapatío.

Carlos Abascal dirigó la Fundación Rafael Preciado Hernández entre 2007 y 2008, y con él llegó una lección de integridad, congruencia y humildad que nos marcó a muchos. Recuerdo que, fruto de los prejuicios injustos, en lo personal temí que la línea editorial de la revista Bien Común diese un giro que la alejara de lo académico, cosa que no sucedió jamás pues no sólo nos alentó a seguir con nuestro trabajo sino que, además, nos demostró que las creencias personales no se imponen sino que en todo caso se viven con plenitud, como él mismo lo hizo hasta el último día de su vida.

Por esa época nacieron dos proyectos importantes que tardaron un par de años en ver la luz: la coedición, con el Fondo de Cultura Económica, de la reedición del Humanismo político, de Efraín González Luna, y la colección de cartas entre Manuel Gómez Morin y González Luna titulado Una mistad sin sombras, titánica labor de compilación y anotación encabezada por Alejandra Gómez Morin.

La pérdida de don Carlos fue dolorosa y, a poco más de un año de su partida, se editó, ya bajo la dirección de Gerardo Aranda, el volumen de Ideas fuerza que expone su pensamiento, su pasión por México y su voluntad de servicio a través de la política. Carlo Pizano estuvo a cargo de la compilación, que no fue sencilla pues hubo que hundirse en discursos, artículos y entrevistas para extraer aquellas frases que conforman un volumen exquisito.

Gerardo Aranda impulsó también, en 2010, la edición conmemorativa del fallecimiento de Carlos Castillo Peraza, que incluye los tres volúmenes Más allá de la política, La plaza y la tribuna y Doctrina e ideología, reunidos por la familia Castillo López y que incluyen, en el primer ejemplar, textos que el político yucateco publicó en El Diario de Yucatán durante sus años de estudio en Europa; en el segundo, discursos como diputado, como candidato y como presidente nacional del PAN; y en el tercero, ensayos sobre el pensamiento humanista de Acción Nacional. La colección fue presentada en el Museo de Antropología de la ciudad de México y contó, además del respaldo de César Nava, la participación del Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa. 

De este modo, si bien la Funda ha tenido giros propios del programa de trabajo de cada director, la labor editorial ha sido siempre alentada y promovida por cada uno de ellos. No es trabajo menor y requiere de la dedicación y el amor por los libros, por las ideas, por el pensamiento y la reflexión que han destacado su actividad desde la primera hora.

Esta vocación continúa y sin duda son muchos los nombres de mujeres y hombres que faltarán por mencionar: me llegan a la memoria Milagros Recioy, encargada en alguna época de las becas Linceo; Salvador Abascal, siempre activo en promover la filosofía, el estudio, la capacitación y la lectura; Irma Tello, que organizó foros, convocó ponentes y dio un empuje inmenso a este tipo de eventos que hoy son ya una tradición; María Elena de la Rosa, actual Jefa de redacción de Bien Común; Javier Bañuelos, historiador dedicado y comprometido; Javier Brown, colaborador siempre dispuesto y siempre generoso de Bien Común; Andrés Ponce de León Rosas, director de Estudios Políticos y coordinador del más reciente título publicado: Seguridad Nacional en México: una aproximación a los retos del futuro

A todas ellas y a todos ellos, pero sobre todo a los que se me escapan, a su dedicación y a su entrega por la causa editorial, por poner en alto la labor imprescindible y necesaria de la Fundación Rafael Preciado Hernández, aprovecho para saludar desde estas líneas, con el agradecimiento de quien ha tenido la suerte de contar a su alrededor con personas de gran calidad humana y enorme talento profesional. 18 años son, dicen por ahí, mayoría de edad. Yo creo que la Fundación Rafael Preciado Hernández nació siendo madura, y estas casi dos décadas son ocasión, más que festejar, para agradecer.

(Viñeta: Gonzalo Tassier)

(Este artículo fue publicado en la edición no. 200 de la revista Bien Común, bajo el título "La Funda, resguardo editorial del Partido Acción Nacional: http://www.frph.org.mx/biencomun/biencomun.htm )

La primera parte de esta "Vita brevis" se encuentra en: http://altaneriasyaltaneros.blogspot.com/2010/11/vita-brevis.html

2 comentarios:

  1. Emotiva descripción,solo para agradecerte que compartas estas vivencias que nos motivan y estimulan a seguir militando en este nuestro partido y ademas alimentado de tan notorias personalidades. Saludos y dejando testimonio de una institución que se nutre de cultura y la muestra es este estupendo articulo.

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  2. Graxias Miguel Ángel! El número entero de la revista es, a su vez, un testimonial de vivencias en esa área del PAN que muchas veces se relega pero que a mi parecer es indispensable para el presente y el futuro del partido. Un fuerte abrazo!

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