jueves, 11 de agosto de 2011

Leonora Carrington, inglesa, mexicana y universal



La muerte de la pintora inglesa Leonora Carrington, han dicho críticos y especialistas, marca el final del surrealismo, esa corriente estética de entreguerras que buscó extender los límites de la conciencia para hallar y plasmar la imagen onírica: no la que retrata el mundo tal cual lo encontramos en la realidad sino, más bien, aquélla que se conforma con los elementos dispersos de la mente que encuentran en la obra un punto de encuentro. 

El resultado de esta operación dio vida al trabajo de una variedad de artistas (escultors, escritores y pintores) entre los que destacaron Andre Breton, Giorgio de Chirico, Max Ernst, la española Remedios Varo y la propia Carrington, que residió en la ciudad de México hasta el pasado 25 de mayo.

Su vida, retratada por Elena Poniatowska en la biografía Leonora (editada por Seix Barral), marca de manera radical una obra en la que se mezclan las historias escuchadas en una infancia marcada por la campiña inglesa, las leyendas celtas y los caballos, junto a las andanzas de juventud junto al que fue su compañero sentimental, Max Ernst, la súbita huida a España durante el comienzo de la segunda guerra mundial y el internamiento en un hospital siquiátrico de Santander.

De este último suceso, el libro Memorias de abajo es un testimonio personal e íntimo de una temporada en la que los desequilibrios emocionales son abatidos por un temperamento indomable, que la lleva a escapar a Portugal, donde conoció al mexicano Renato Leduc, quien le ayudaría a atravesar el Atlántico rumbo a Nueva York para poco después llegar a México, su residencia definitiva.

En el transcurso de esos años agitados, Carrington construye un mundo particular que se refleja en cuadros como La comida de Lord Candlestick (1938), Té Verde (1942) o Las distracciones de Dagobert (1945), donde la fantasía se entrecruza con la realidad y crea formas en las que se entrecruzan las formas animales con las humanas; donde los paisajes se pueblan de seres fantásticos, a veces espectrales, en medio de elementos que suman la alquimia y la magia: mundos desconocidos donde ella penetra con la familiaridad de quien explora un entorno familiar, quizá un refugio para protegerse y en el cual se movía con la naturalidad de quien se sabe dueño y creador.

Los años en México añaden nuevos elementos a ese diverso propio. Las mitologías prehispánicas se convierten en fuentes de las cuales abrevar; los colores y los climas de un país diverso y distinto a los conocidos con anterioridad quedan plasmados en lienzos de los que destacan Chiki, tu país (1947), El mundo mágico de los mayas (1963), Fruto prohibido (1969), así como en numerosas esculturas que hoy yacen firmes como ella, mirando desde un más allá del tiempo en el Paseo de la Reforma del Distrito Federal.

Innovadora en temas artísticos pero también en temas sociales como los derechos de las mujeres y la protección de los animales, Leonora Carrington eligió México para vivir y morir. Aquí la recordamos, aquí la volvemos a mirar en su obra, desde esas fotografías de su rostro firme, marcado por el tiempo, sellado al escrutinio pero que invita a explorar su  mundo único y postrero, sobreviviendo más allá de la realidad habitual.




No hay comentarios:

Publicar un comentario