Los libros se encuentran disponibles en la Fundación Rafael Preciado Hernández.
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Tomo 1. Más allá de la política
Más allá de las actividades y labores desempeñadas en la actividad política y partidista, Carlos Castillo Peraza tuvo un primer oficio, que como él mismo comentaba, era el de “escribidor“. Con este término resumía una vocación que ya desde finales de los años sesenta, y muy probablemente con anterioridad, llevaba al joven de veinte años a dejar asentadas en las palabras del idioma aquellas ideas que comenzaban a aflorar, a madurar poco a poco.
Durante su juventud en Mérida, Yucatán había abrevado en las lecturas de la biblioteca de algún tío abuelo, de nombre Pedro, al que nunca dejó de referirse, al que siempre, en voz alta o silencio, rindió homenajes propios, ceremonias de interior. La educación escolar del Colegio Montejo añadía el cauce, y una curiosidad natural nacía de esa suma, de la vista postrada en un entorno donde hay que buscar los ríos, en una ciudad que por esos años gozaba con los resabios de una malgastada herencia debida al auge henequenero, en una aldea que nacía del blanco y era la suma de todos los colores.
Con ese bagaje acuñó el texto con el que abrimos el primer volumen de esta edición conmemorativa, un cuento en el que el escritor aún novel y en vías de maduración, deposita ese legado en un retrato regionalista, la micro historia que retrata, con un pie en la narrativa y otro en el testimonio. Más tarde, en la obra que cierra este ejemplar, el autor volvería la vista a esas mismas fuentes, a los páramos de la juventud, para retratar en la obra póstuma que el autor legó, novela inconclusa, Volverás, la aldea originaria con los ojos de quien ya para entonces había visto el mundo.
Entre uno y otro textos están los años de crecimiento, de México a Europa y de vuelta a la península yucateca, siempre con la voluntad de dar fe de lo visto, esbozar, criticar y señalar, explicar; la vocación de la mirada y la vocación de la escritura llenaban los reportajes en las páginas del Diario de Yucatán, en las ediciones del fin de semana.
Fueron los años de Roma y Friburgo, los últimos sesentas y hasta mediados de la siguiente década, al cobijo del aula universitaria pero con los sucesos aún recientes del 68 flotando en el aire, con brisa de libertad. Fue la época de la guía universitaria con los griegos y la escolástica, la Edad media, Sartre y Camus, el Personalismo y Maritain, Hannah Arendt y Yourcenar; lecturas que se complementan con la experiencia cotidiana en el nuevo país, la lengua, las costumbres, el esto se pide así, los viajes por regiones aledañas, los nuevos paisaje y las nuevas vistas que llenaban páginas con los golpes entintados de la máquina de escribir.
El periodismo llegaba como vocación y necesidad. Carlos Castillo encontró en éste, desde muy temprano, un modo de expresión que se colmaba con la filosofía, el arte, la literatura, el cine, lo visto, lo aprendido, lo vivido; de igual modo, fue sustento económico que ofrecía, de manera paralela y ya de vuelta a Mérida, a mediados de los setenta, trabajar en la redacción de aquel diario donde, adolescente, había aprendido la vida entre bobinas, equipos de escritura, rotativas, linotipos, que es un periódico. Contaba con gusto cómo, alguna vez, apenas haber ingresado de aprendiz, llegó alguna nota escrita en francés, con carácter de urgente, y que con lo aprendido en el seminario y en el grado secundario pudo traducir aquel papel, lo que le valió una carrera que desarrollaría del final de los setenta y hasta mediados de los ochenta. En Diario de Yucatán escribió siempre. Le guardaba un cariño leal y admiraba el heroísmo de aquellos que se enfrentaban a un gobierno autoritario y publicaban las acciones viles y antidemocráticas de un régimen que era descubierto y puesto en evidencia desde aquellas páginas.
La lucha contra ese régimen exigía compromiso. El Partido Acción Nacional crecía en la Península y demandaba de la participación activa. En 1986 se instaló de manera definitiva en la ciudad de México, luego de haber competido por la alcaldía de Mérida y la gubernatura de Yucatán. La posibilidad de publicar se convertía entonces en un espacio donde dar testimonio de esa lucha, dónde advertir sobre los avances y los atropellos; los temas cambiaban como los hacían las ciudades y las circunstancias. Entonces los discursos la redacción de plataformas políticas, de programas, de cursos y talleres, de los textos para las publicaciones propias del partido y aquellas en las que poco a poco se abría paso.
Los textos que conforman esa etapa política han sido reunidos ya en distintos libros. Más allá de la política pretende retratar esos años anteriores, formativos, cuando Castillo Peraza construyó un estilo que, más cercano a la estética y a la crítica, abre otra veta de esa personalidad curiosa, consciente de que los hombres y su mundo son más que la pura voluntad de dominarse, y que el alma requiere también contemplar, estudiar, aprehender lo bello.
Como en toda antología, la presente es deudora de muchos, y espera que el apoyo y el entusiasmo sean retribuidos con el resultado final. Reunir los textos seleccionados (y otros que por cuestiones editoriales no tuvieron cabida) fue una labor compleja y dedicada, a iniciativa de Julieta López Morales, que recordaba aquellas publicaciones en fines de semana a las que Carlos dedicaba cada día dos o tres horas, y de las que en buena medida es cómplice y coprotagonista. Juan Pablo Castillo coordinó la búsqueda en la hemeroteca de unos tomos vetustos y desgastados, que fue necesario transcribir a mano y luego capturar. La idea original de esta colección, compuesta por los volúmenes 2. La plaza y la tribuna, y 3. Doctrina e ideología nació una tarde, alrededor de una mesa, cuando a petición de Julieta, Juan Pablo, Julio y quien estas líneas suscribe, nos reunimos para decidir qué hacer con una variedad de textos que habían quedado fuera, clasificarlos y constatar que la colección, en sus tres tomos, desataba tres facetas decisivas (la periodística, la del militante y la del ideólogo) en la vida de Carlos Castillo Peraza, a través de su propia pluma. El Partido Acción Nacional, a través de su presidente, César Nava, recibió gustoso la idea de sacar a la luz esta Edición Conmemorativa. Décimo aniversario luctuoso, a través de los empeños de la Fundación Rafael Preciado Hernández y su director, Gerardo Aranda Orozco. Gonzalo Tassier puso el detalle gráfico, siempre atinado y siempre bienvenido, y encontró el modo de armonizar esa terna de textos diversos en la unidad de una colección.
Como dejó asentado en Volverás, Carlos supo ser testigo ante sí mismo, supo dar un testimonio que compartió, generoso, a través de sus textos, sus reportajes, sus entrevistas, sus artículos. El registro de esos años es lo que el lector tiene entre manos, una oportunidad para refrendar que la lectura de un autor es el mejor –y quizá único– medio para conmemorarlo. Es un gusto comprobar que, a diez años de su partida, la pluma de Carlos Castillo Peraza todavía guarda tinta para una idea más.
Tomo 2. La plaza y la tribuna
Como militante en la filas del Partido Acción Nacional, Carlos Castillo Peraza ocupó distintos cargos institucionales, trincheras desde las cuales fue construyendo una carrera política en la que descubrió espacio para desarrollar aquello que, durante los años de estudio y vida tanto en Europa como en Mérida, fue forjándose como una vocación a la que dedicaría más de treinta años: la del militante.
Ser oposición en los años del autoritarismo era complejo y, en buena medida, un acto heroico con el que se intentaba, desde el precario entramado legal, modificar las condiciones de la acción política para encauzarla hacia la democracia, derrotero de los fundadores del panismo y que sólo hasta finales de los años ochenta pudo ver plasmadas sus exigencias en elecciones ganadas y reconocidas por el partido oficial, requisito este último indispensable para acceder al poder.
Entre 1988 y 1991 Castillo Peraza fue diputado, poniendo en alto la tradición parlamentaria de Acción Nacional con intervenciones en tribuna que, como se decía en esos años, “ganaban el debate pero perdían la votación”. En este segundo volumen de la Edición conmemorativa. Décimo aniversario luctuoso, se han reunido algunas de esas participaciones: discursos que reflejan cómo aquella vocación de “escribidor” tenía su equivalente en la tradición oral del tribuno, que sabe utilizar la retórica y la argumentación como herramientas para el debate.
Pocos años después, en 1993, Castillo Peraza sería electo presidente nacional de su partido, con discursos y propuestas que aún permanecen el la tradición oral y escrita del panismo, y que decidimos incluir pues son reflejo de un modo de conducir y guiar un esfuerzo colectivo que bien podría denominarse el del líder, que por tener claro el pasado y el futuro sabe qué decisiones tomar y por dónde conducirlas en el presente. Así, llegaría la época de los grandes triunfos electorales y un momento que resultó fundamental para el país en su conjunto, pues abrió las posibilidades de una auténtica transición de un sistema hegemónico a otro en el que la voluntad de los mexicanos fuese plenamente respetada y representada. De este gran avance democratizador fueron actores y testigos un gran número de mexicanas y mexicanos que supieron asumir con altura de miras su papel en un tiempo y espacio determinados, muchos de ellos llamados héroes anónimos y otros tantos cuyos nombre son ya parte de nuestra tradición democrática.
La labor de dirigir se completaba con la de conferencista. Para Acción Nacional, la tradición oral reposa también en esas charlas en las que se rescata la anécdota, en las que los protagonistas cuentan lo hecho, lo visto, lo a su vez escuchado. Hay memoria cuando hay historia, y Castillo Peraza transmitía esa tradición, la estudiaba, la traducía al presente y extraía de ello una vista al futuro capaz de esclarecer; pedía honrar las tradiciones pero no quedarse mirando atónitos el pasado sino utilizar la técnica para solucionar, de acuerdo con los principios del humanismo, los problemas derivados de ese empeño por servir a una nación, y que es el sentido de la acción política.
En 1997 el esfuerzo democratizador tocaría las puertas de la ciudad de México cuando, por vez primera en casi setenta años, sus habitantes pudieron elegir al titular del ejecutivo local. Carlos fue entonces la cabeza de una campaña que si bien no obtuvo el favor de los ciudadanos, sí despertó la conciencia de la importancia que esa oportunidad representaba, supo detectar problemas y retos aún hoy vigentes y proponer soluciones que todavía están pendientes de poner en práctica. Algunos de los discursos pronunciados en esa ocasión se encuentran también en estas páginas, como muestra de esa otra gran tradición panista que es la de construir plataformas electorales acordes con los problemas de la realidad y exponerlas al electorado, en una suma que presenta la adaptación pragmática de la doctrina de Acción Nacional, en un equilibrio que de sobra ha demostrado su efectividad y su atractivo: es la materialización de esa “apuesta por nosotros mismos” que Castillo Peraza exigía para un partido sustentado en bases doctrinarias que incluso hoy día conservan su vigencia.
Mucho del material incluido en este apartado no había sido publicado con anterioridad y reposaba en los archivos, o más lamentable aún, cerca ya del olvido. Así lo hizo saber Feliciana Álvarez, quien resguardó de manera generosa el grueso de los discursos de aquella campaña que sólo hasta ahora ven la luz en forma de libro, no todos, sin duda, pues el total representaría un sólo volumen que por sus carácter temporal abrumaría hasta al más dedicado de los lectores; elegimos, no obstante, algunas piezas representativas en campaña, frente al electorado, sometiendo a la prueba de las urnas sus ideas y las de su partido. Como el propio Carlos señalaba, con sarcasmo y un dejo de ironía, jamás ganó una contienda electoral, pero dada la distancia geográfica y tecnológica de aquéllas que encabezó en Mérida durante los años ochenta, y la imposibilidad de recuperar las piezas de aquella época, decidimos que publicar estos discursos y estos programas sería representativo de cómo el militante, conocedor de la doctrina y de la realidad de su entorno, pone al servicio de su partido un bagaje de conocimientos, experiencias y voluntad para presentarse frente al electorado con una opción real y responsable de gobierno.
Al igual que los otros dos volúmenes que conforman esta colección, 1. Más allá de la política y 3. Doctrina e ideología, el presente debe mucho a un sinnúmero de manos que colaboraron no sólo en su conformación sino en evitar que el tiempo borrara lo que hemos llamado el legado oral de Carlos Castillo. Entre ellos se encuentran, en primer lugar, Julieta López Morales, quien con ánimo y decisión encabezó la idea original de este proyecto. De igual modo, Julio Castillo, quien seleccionó y clasificó el material disponible, recabado de recuerdos propios y ajenos y al que se sumaron nombres como Javier Brown y Aminadab Pérez Franco, quienes pusieron a disposición buena parte de sus archivos personales para completar este esfuerzo.
No sobra sino señalar el deseo de que la presente colección sea un retrato de tres facetas que destacaron en la vida de Carlos Castillo Peraza: la de periodista, la de ideólogo y la de militante, que en este segundo tomo, La plaza y la tribuna, refleja cómo el pensamiento puesto al servicio de una causa noble y elevada –México y su democracia– es instrumento y herramienta para transformar, desde las instituciones y la legalidad, un país que aún aguarda el compromiso decidido del total de su clase política. Esperamos que el resultado final de este esfuerzo colectivo de edición y compilación no sólo honre la memoria de Carlos sino que, además, exprese el agradecimiento a quienes participaron en su conformación, que es, en fin de cuentas, la mejor y más prolija recompensa.
Tomo 3. Doctrina e ideologíaLa aplicación práctica de una doctrina, escribió alguna vez Carlos Castillo Peraza, es la ideología, que pretende solucionar un problema específico a partir de unos principios y unos valores inamovibles. El reto para el político de Acción Nacional, a la luz de este argumento, es mayor y más complejo, pues implica no sólo el conocimiento profundo del dogma sino la imaginación suficiente para dar respuesta, con las voces del pasado, a un problema del presente, de la realidad.
Desde muy temprana edad, Castillo Peraza se esmeró por conocer a fondo la doctrina panista, estudiarla desde sus fuentes originales, completar sus postulados con los de la teoría política, sumar a sus consideraciones aquéllas que iba abrevando de los libros y, a su vez, llevarlas a la práctica a través de la vida partidista. Entendió como muchos lo hicieron en el pasado la imperiosa necesidad de transmitir ese cuerpo doctrinal y esas experiencias a través de la capacitación y la formación; que crear cuadros preparados para defender desde el debate los postulados humanistas es indispensable para producir una clase política que, consciente de la importancia del pasado, sepa enfrentar los retos del presente con sentido de futuro, de trascendencia. El hoy no empieza y termina en el aquí y en el ahora sino que proviene de una historia y es a su vez generador del mañana.
El presente volumen de esta Edición Conmemorativa. Décimo aniversario luctuoso pretende mostrar cómo aquella vocación y devoción por el pensamiento bien estructurado y clarificador rindió frutos que todavía hoy llevan a considerar a su autor como “el último gran ideólogo del panismo”. Último, no obstante, indica fin, y ese mote sin duda habría ofendido al propio Carlos, que pidió fundar nuevas tradiciones desde la tradición heredada, que también dejó escrito que la diferencia entre filosofía y doctrina estriba en que la primera puede quedar a salvo en lo libros, mientras que la segunda requiere difundirse y enseñarse para sobrevivir.
Doctrina e ideología, título con el que decidimos reunir los principales textos de Castillo Peraza sobre el pensamiento de Acción Nacional, es a su vez un esfuerzo para impulsar la construcción de una cultura política que se proponga, desde las filas partidistas, seguir avanzando en la consecución de una nueva victoria cultural, que deberá ser la de la legalidad, la de la rendición de cuentas, la de la transparencia; en fin, la de los valores de la democracia.
La obra se encuentra dividida en tres apartados: el primero incluye tres escritos sobre dos de los fundadores del PAN, Manuel Gómez Morin y Efraín González Luna, como puntales de una obra que perduraría a lo largo del tiempo y que varias décadas más tarde haría posible el cambio pacífico e institucional en México; el segundo reúne aquellos textos en los que el autor, ya sea a través de conferencias o de escritos publicados en la revista Palabra –qué el mismo fundara a finales de los años ochenta–, responde desde el pensamiento y la doctrina a los retos de un partido que crecía, que ganaba poco a poco elecciones y espacio de poder, y que a su vez se enfrentaba a los retos de ser gobierno y al mismo tiempo ser oposición, es decir, los desafíos del pluralismo, de la alternancia, de la generosidad; el tercero contiene diversos escritos sobre la transición de nuestro país a la democracia y los retos que el autor vislumbraba entonces, con atinada precisión, como las siguientes batallas que Acción Nacional debiera entablar: entre éstas, la de un mundo global, la unidad ante la derrota y ante el triunfo, la redignificación de la política frente a la sociedad, entre otras tantas que el lector podrá encontrar mencionadas.
Así, se completa la intención original de esta colección, que es la de mostrar tres facetas de la vida profesional de Carlos Castillo Peraza, la de periodista, la de militante y la de ideólogo, un homenaje a esa clase de políticos que no podían calificarse de “profesionales” porque hacer política, aun a mediados de los años noventa, no necesariamente representaba un modo de ganarse la vida sino, más bien, de contribuir a la movilización de conciencias y almas, de crear un sentido de participación entre las y los mexicanos, de aguardar a que la evolución del país en su conjunto abriera el camino para el nuevo régimen. No se apostó por el cambio radical ni instantáneo, mucho menos por una revolución que ya había demostrado su incapacidad para responder a las demandas sociales: se creó ciudadanía, se construyó desde abajo, se trabajó durante mucho tiempo para alcanzar algo perdurable. El resultado: nuestro actual entramado institucional, aún perfectible, pero necesario punto de partida.
Fueron muchas manos las que participaron de manera activa y entusiasta en esta compilación. En primer lugar, las de Julieta López Morales, que impulsó el inicio de esta idea e imprimió energía y ánimo para que llegara a buen puerto; de igual modo, Julio Castillo López, quien aportó textos recabados tanto en revistas como en grabaciones que habían permanecido en silencio durante décadas. Juan Pablo Castillo López hizo lo propio con manuscritos y fotocopias que requerían ser digitalizados y transcritos para su posterior edición.
Como todo homenaje, el presente es un intento por mantener viva la memoria de Carlos Castillo Peraza, padre de familia, periodista, militante, ideólogo pero, sobre todo, mexicano comprometido con su tiempo y su país, convencido de que el trabajo político serio, responsable y comprometido es el camino –el único en democracia– para alcanzar los grandes cambios, tanto los ya logrados como los muchos que quedan por construir.
Carlos Castillo López
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