Carlos Castillo Peraza entendió con tino una de las principales herencias de Manuel Gómez Morin: la de crear instituciones. Con este mote bautizó la antología que a finales de los noventa editara el Fondo de Cultura Económica con los principales texto del fundador de Acción Nacional,[1] uno de los primeros grandes esfuerzos por situar en la historia de México a aquellos que por haberse opuesto por la vía institucional al sistema político hegemónico del PRI, quedaron relegados de una “historia oficial” que para ese entonces ya sufría los embates de una oposición que se ganaba a pulso no sólo su lugar en el presente sino que, además, buscaba reivindicar el papel activo de sus grandes hombres en el siglo XX mexicano.
Los antecedentes que justifican esa tradición
gómezmoriniana pueden consultarse en la obra de María Teresa Gómez Mont, Manuel Gómez Morin 1915-1939,[2]
o en el ya clásico de Enrique Krauze Caudillos
culturales de la revolución mexicana,[3] donde
se explica de manera detallada el papel que la llamada Generación de 1915 tuvo
frente a un México que despertaba de una guerra civil con pocos saldos, muchas
muertes y un país que debía concebirse desde la nada: sin entramado
institucional, sin un horizonte claro, donde los militares triunfantes eran la organización más estable que
imponía su modo de concebir el gobierno por la vía de las armas, construyendo
así la imagen de país bronco, anárquico, donde la fuerza priva por encima de la
ley y donde la amistad y el compadrazgo con el líder en turno fueron y en buena
medida siguen siendo parte de los lastres que estancan el ingreso a una modernidad
con democracia plena.
Adentrarse en estas tres obras es asimismo
entender cómo Gómez Morin, en una época cuando Europa sucumbía al fascismo y al
autoritarismo respaldado por las masas, se alejó del modelo caudillista al que
incluso cedió alguien tan ilustre y célebre como José Vasconcelos, para dar
paso a una organización política que fundara sus decisiones de manera
democrática, que condujera su vida interna de acuerdo a una normatividad
consensuada y que buscara sustentar su actividad en un ideario que trascendiera
la fugacidad del poder para centrarse en la formación de ciudadanía, más allá
incluso de la victoria electoral inmediata y apuntando a un porvenir que la
propia sociedad debía construir, forjar y defender de manera ordenada, con
objetivos claros y estrategias definidas.
Así, la experiencia obtenida en tareas
anteriores (la fundación del Banco de México y del Banco de Crédito Agrícola,
por mencionar las principales) sirvió
a Manuel Gómez Morin de plataforma para concebir y organizar al Partido
Acción Nacional, que en septiembre de 1939 nació como institución política tras
varios años de planeación, que pueden rastrearse de manera puntual y
cronológica en las cartas intercambiadas con otro de los grandes ideólogos
panistas, Efraín González Luna, reunida en los cinco tomos titulado Una amistad sin sombras.[4]
Y es con este bagaje bibliográfico referido que puede comenzarse a entenderse
el por qué del título que Castillo Peraza escogiera para aquel primer libro:
“constructor de instituciones”. Porque un país y una sociedad democráticos no
pueden sostenerse en la figura de una sola persona; tampoco sobreviven largo
tiempo si el soporte son las armas, la ley del más fuerte o un grupo de “notables”
que deciden lo que conviene a la mayoría; mucho menos si no se cuenta con esas
instituciones que trascienden el corto tiempo de la vida individual y
garantizan certezas, continuidad, tradición... Es decir, la vida democrática se
funda y se basa en la institucionalidad; de otro modo, está condenada a perecer
ante apetitos personales o grupales que impongan su decisión por encima de lo
que la mayoría decide para sí misma.
¿Cómo continuar la tradición iniciada por Gómez
Morin desde la dirigencia del Partido Acción Nacional? ¿Cómo mantenerse fiel a
esa herencia y, al mismo tiempo, multiplicarla para garantizar a los que vienen
detrás un legado para seguir adelante? A esas dos preguntas, aunque la premisa
es conjetura de quien estas líneas suscribe, pareció responder la presidencia
de Castillo Peraza entre 1993 y 1996; en su propuesta de campaña interna, según
cita Aminadab Pérez Franco,[5] se
ofrecía “crear una unidad de análisis, seguimiento, evaluación y prospectiva de
la realidad nacional que le brindara al CEN panista y al partido en general
mayores capacidades de reflexión y propuesta, así como información esencial
para la toma de decisiones”… “la misión era también desarrollar el pensamiento
panista, ser un claro referente de la doctrina política humanista aterrizada en
el seguimiento y análisis de las políticas públicas, ser un espacio para el
desarrollo de talentos personales e ideas útiles para mejorar la calidad de los
gobiernos”. Lo que en pocas palabras se resume como una institución, uno de los
hoy llamados think thanks por la
literatura especializada, que sirviera de espacio para las ideas, para la
promoción del pensamiento y la reflexión ejercidos de manera profesional, con
la finalidad tanto de respaldar a los gobiernos emanados de Acción Nacional y a
sus candidatos como de ahondar en los temas doctrinales para fortalecer aquellos
preceptos sobre los cuales se funda la acción del partido.
Bajo estos antecedentes ideológicos esbozados
con brevedad nace la Fundación Rafael Preciado Hernández el 26 de agosto de
1993; en lo que respecta la historia del PAN, por su parte, a partir de ese año
se logrará una cantidad de triunfos inédita para el PAN, tanto en diputaciones
como en municipios, gubernaturas y en cantidad de mexicanos que por primera vez
conocieron en el poder a un partido distinto al hasta ese momento hegemónico,
logrando a la postre lo que el político yucateco llamaría la “victoria
cultural” del panismo: ese triunfo ideológico que redundaba no sólo en el campo
electoral sino, además y sobre todo, en el plano de generar los mecanismos
legales para garantizar el respeto al voto, las instituciones que aseguraran la
organización ciudadana y no gubernamental de las elecciones, así como una
ciudadanía que tomaba conciencia de la importancia y trascendencia de su
participación política como factor de cambio. En el lenguaje político –y es
importante destacar que todo lenguaje es reflejo de un modo de entender la
realidad–, por su parte, los términos por los que históricamente había peleado
Acción Nacional, es decir, aquellos que incluso el PAN introdujo en el lenguaje
político –libertad de culto y de enseñanza, credencial para votar, padrón
electoral, entre otros– comenzaban a convertirse en parte de las exigencias de
la oposición en su conjunto, a ser considerados como parte de la agenda de una
transición a la democracia que ya no se detendría y que a la postre llevaría al
triunfo de Vicente Fox en la Presidencia de la República. En resumen, comenzaba
la institucionalidad requerida para garantizar un presente y un futuro
democráticos.
Era, empero, crucial para Acción Nacional
contar en aquellos principios y mediados de los años noventa del siglo XX con
esos espacios donde la profesionalización política respaldara los triunfos
electorales; donde, además, el sello panista de hacer política comenzara a ser
distintivo y distinguible; porque no bastaban las buenas intenciones, las
personalidades carismáticas, el apoyo popular o la intención de transformación:
a todo ello había que sumar los ideales propios de la doctrina pero aplicada ya
al ejercicio del gobierno. Si como oposición el PAN supo presentarse ante la
sociedad con trabajo responsable, con exigencias y propuestas alcanzables y
también con la ruta para conseguirlas, como partido en el poder debía responder
a esa altura de miras que durante décadas fue característica de sus líderes y
dirigentes. Y ese espacio de apoyo fue precisamente la Fundación Rafael
Preciado Hernández.
La
herencia de Gómez Morin de crear instituciones quedaba así honrada y refrendada
a través de una fundación que trascendería la propia dirigencia de Castillo
Peraza y que hasta el día de hoy sigue cumpliendo con aquellas actividades que
le fueron encargadas desde su primera hora. La redacción de Plataformas de campaña
o de gobierno, la armonización de la proyección de Principios de doctrina, la
capacitación en temas doctrinales, la investigación política, social y
económica nacional, la producción editorial, entre otros temas, fueron y siguen
siendo hasta la fecha parte crucial de las actividades cotidianas o
coyunturales que guían su trabajo y su agenda. En el libro La victoria cultural. 1987-1996[6]
se incluye el informe presentado en marzo de 1995 por el presidente del partido
a la XVI Asamblea Nacional Ordinaria, en el que puede leerse que, integradas
como Consejo de Estudios, las fundaciones Rafael Preciado y Miguel Estrada
Iturbide, así como las secretarías General, Ejecutiva y de Comunicación,
realizaron
investigaciones
diversas… así como análisis de la situación del país… Mantuvo presencia del
partido en las publicaciones que suelen solicitar el punto de vista de Acción
Nacional periódicamente. Apoyó a dirigentes nacionales, candidatos a diversos
puestos de elección popular y servidores públicos del partido, prosiguió los
trabajos del CEDISPAN, estuvo presente en todos los foros y eventos nacionales
e internacionales a los que fue invitada y colaboró activamente tanto en la
campaña federal de 1994 como en el proyecto de redimensionamiento del partido.
Tuvo
a su cargo la elaboración del proyecto de Plataforma Política 1994-2000.
Elaboró 25 Cuadernos de Campaña para otros tantos estados de la República.
Diseñó y realizó encuestas diversas para la campaña federal y las estatales.
Clasificó y tiene disponibles cuatro mil libros en su biblioteca, y organizó su
hemeroteca.
Más adelante, en la misma publicación, bajo el subtítulo “Fundaciones”,
puede leerse:
Creamos
dos fundaciones académicas de apoyo al trabajo del partido: la “Rafael Preciado
Hernández” y la “Miguel Estrada Iturbide”. La primera elabora estudios
sociales, económicos y políticos, colabora con la capacitación de servidores
públicos, prepara proyectos de plataforma política para campaña estatales y
municipales, auxilia al CEN para la toma de posiciones del partido y mantiene
vínculos de cooperación con fundaciones análogas de partidos afines de otros
países; además, elabora, publica y distribuye documentos de análisis y
propuesta, bajo el rubro “Bien Común y Gobierno”, y está por comenzar la edición
de la revista Propuesta. La segunda
está especializada en asuntos legislativos y auxilia directamente a nuestros
Grupos Parlamentarios federales, y en el futuro podrá hacerlo con los diputados
locales. Ambas trabajan bajo condiciones de autofinanciamiento, de alta calidad
académica y de elevado profesionalismo.
Cabe destacar
que en esa concepción primigenia de la Fundación Rafael Preciado Hernández es
notorio un aspecto que dejó una gran influencia en la concepción política del
propio Castillo Peraza: su conocimiento del trabajo realizado por fundaciones
similares en Europa y, en particular, en Alemania, destacando sobre todo el de
la Konrad Adenauer,[7] que conoció en
1982, cuando fungía como director de otra institución que le encargó crear en
1979 el entonces presidente Abel Vicencio Tovar, el Instituto de Estudios y Capacitación.[8]
De este modo, el modelo teutón fue aprehendido y adaptado de acuerdo con las
necesidades de Acción Nacional, logrando un organismo que profesionalizó y
organizó actividades hasta entonces dispersas, dotando al partido de aquella
técnica citada décadas atrás por Gómez Morin a la que se sumaba la mística de
una generación de militantes comprometidos con México, que poco a poco ocupaban
un cada vez mayor número de cargos públicos y que requería de ese respaldo que
mediaba entre lo académico, lo doctrinario y lo científico.
Han pasado veinte años de entonces a la fecha. Dos décadas en las que el
Partido Acción Nacional comenzó una serie de triunfos que le dieron presencia
en buena parte del país; al terminar la presidencia de Castillo Peraza, más de
30% de los mexicanos estaba gobernado por representantes surgidos del panismo,
con un aumento, sólo durante 1996, de 88% de población gobernada. Los saldos
del trienio eran positivos y a partir de ese momento comenzó una inercia que
llevaría, en menos de 10 años, a obtener la presidencia de la República. En el
último mensaje como titular del Comité Ejecutivo Nacional, Castillo Peraza
apuntó:
…Tenemos
que hacer un gran esfuerzo de reflexión para renovar y ampliar los principios
doctrinales, los postulados ideológicos y los pronunciamientos programáticos de
Acción Nacional, con el propósito de fundar hoy la tradición panista del
próximo siglo. Los fundadores de tradiciones no miraron hacia atrás. Los fundadores
de Acción Nacional no nos dejaron como herencia un modo de ver hacia el pasado
sino una manera acertada de mirar hacia el futuro. Con modestia, con fidelidad
y con audacia hay que emprender este camino…[9]
Los pasos para
recorrer esa ruta fueron sentados por la gran historia del PAN, y el impulso
para seguir adelante llegó durante la presidencia de Castillo Peraza. La
Fundación Rafael Preciado Hernández ha acompañado durante ese tiempo el
esfuerzo colectivo, profesional y doctrinario de cada etapa por la que ha
atravesado Acción Nacional, fiel a su vocación originaria de ser apoyo y
respaldo para el trabajo de liderazgos, candidatos y representantes, constante
en su empeño de ofrecer un espacio de reflexión y estudio, convencida en su
misión de fortalecer y difundir propuestas, ediciones, documentos de trabajo,
estudios y una gran suma de productos que poco a poco han enriquecido su oferta
académica. Veinte años en los que se confirma su lugar como institución al
interior del partido, perdurable, con un agenda propia de investigación,
referente en todo el país y en un proceso de expansión que refrenda su vocación
original, aquella de trascender generaciones y construir desde el hoy, como lo
quiso Gómez Morin, como lo hizo Castillo Peraza, lo que mañana volverá a ser
tradición. Un aniversario, sin duda, para festejar.
[1] Manuel Gómez Morin: constructor de instituciones, editado en 1994
por el Fondo de Cultura Económica.
[2] Editado por el Fondo de
Cultura Económica en 2008.
[3] Editado por Siglo XXI en
1976.
[4] Edición del Fondo de
Cultura Económica realizada por Alejandra Gómez Morin Fuentes y Ana María
González Luna Corvera, en 2010.
[5] “Sacramento, el arranque de
todo”, publicado en Bien Común 164,
agosto de 2008.
[6] Editado por EPESSA en 1999,
y que reúne los mensajes principales de los presidentes de Acción Nacional Luis
H. Álvarez y Carlos Castillo Peraza.
[7] Un detallado análisis del
modo de operación de la Fundación Konrad Adenauer puede leerse de la pluma de
su actual director para México, Stefan Jost, en la edición 96 de la revista Palabra, abril-junio de 2013.
[8] Los pormenores de esos
años, así como las actividades internacionales que encabezó Castillo Peraza en
diversos cargos en Acción Nacional, son relatados por Federico Ling Altamirano
en el libro A trasluz. Apuntes para una
biografía de Carlos Castillo Peraza, editado por el Senado de la República
en 2004.
[9] Op. Cit. 5
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