Esta especie de compresión del tiempo histórico, aunada a la evolución
tecnológica de las comunicaciones, permitió que en el lapso de una vida, un ser
humano pudiera, por ejemplo, vivir dos guerras mundiales, observar el final del
colonialismo, entusiasmarse con la revolución cubana, temer por el desarrollo
de las armas atómicas durante la guerra fría, protestar a favor los grandes
cambios culturales de los sesenta, ver por televisión el derrumbamiento del
bloque soviético e indignarse por las atrocidades de la guerra de los Balcanes.
Todos estos hechos, por mencionar los más destacados entre muchos otros,
transformaron el mundo y la manera de entenderlo desde los ámbitos más
complejos como la geopolítica, la macroeconomía y la informática, hasta el
quehacer cotidiano de la humanidad, la vida diaria, el presente y el futuro de
miles de millones de mujeres y hombres que, queriéndolo o no, se vieron de
pronto inmersos en una mundialización en la que, como sucede con la teoría del
caos, todas las cosas está unidas y el menor cambio en un sitio puede
desencadenar oscilaciones desmedidas en cualquier lugar, cercano o lejano, no
importa: las distancias quedaron reducidas como nunca antes en el desarrollo
del género humano.
El historiador Tony Judt fue uno de esos personajes que desde el
observatorio privilegiado de las grandes universidades europeas y
norteamericanas, vivió en carne propia la vorágine del siglo XX, no tanto desde
los acontecimientos sino más bien desde las ideologías que, con la misma prisa
que los sucesos, se fueron construyendo y sucediendo una tras otra conforme
avanzaba la historia del pensamiento occidental. Su obra Pensar el siglo XX (Taurus) es precisamente ese recorrido y ese
paso por las ideas que acompañaron, en ocasiones precedieron y en otras
sucedieron los grandes acontecimientos de nuestra era.
Basado en una charla con el también historiador Timothy Snyder, este
libro –calificado por el suplemento cultural Babelia, del periódico El País, como el mejor de no ficción del
año 2012– recorre la biografía del propio Judt para, a partir no sólo de la
propia vida, sino de la trashumancia de una familia judía oriunda de la Rusia
zarista, ahondar en los detalles de una centuria que llevó a un pueblo a
recorrer Europa huyendo de la persecución y de la intolerancia, padeciendo el
asesinato y el intento de exterminio, para luego erigirse en un Estado propio,
Israel, que también ha sido protagonista en la historia moderna de la
humanidad.
Un diálogo inteligente, profundo, donde relucen autores, filósofos,
vanguardias artísticas, críticas, apegos, ideologías que un día se abrazan y
que poco a poco la realidad deforma hasta llevar al rechazo absoluto. Una
charla entre dos historiadores que trasciende el esquema pregunta-repuesta
habitual de la entrevista para dar paso, en ocasiones, a largas disertaciones
en las que no siempre se coincide del todo –como es el caso de la política
exterior estadunidense de los últimos años– y se esgrime una batalla
apasionante de argumentos y desacuerdos, pero también de coincidencias o
rectificaciones de quien está dispuesto a escuchar a su interlocutor y a
concederle la razón cuando ésta es ya irrebatible.
No hay desperdicio en las 400 páginas que conforman Pensar el siglo XX; cada
uno de los nueve capítulos en que se divide el libro pasa por alguna de las
grandes corrientes del pensamiento occidental: sin el rigor académico del
profesor universitario que abunda en conceptos y fastuosas teorías, con la desenvoltura
de quien, en una charla, explica los cambios de todo un siglo, analiza sus
errores, destaca aquellos logros que han demostrado ser aciertos perenes y
proyecta un porvenir que sin duda exige capacidad, responsabilidad y altura de
miras, que también sienta las bases para el siglo XXI, el que nos toca
construir, por el que, cabría concluir, vale la pena luchar.
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