El pasado 4 de abril, en Mérida, Yucatán, fue presentada la Fundación Castillo Peraza, en un evento realizado en el Centro Cultural Olimpo al que fui invitado a impartir la charla que a continuación se reproduce.
Participó como orador principal Stefan Jost, director para América Latina de la Fundación Konrad Adenauer, en un evento con el que la Fundación Castillo Peraza inició formalmente sus actividades, con los objetivos de difundir el pensamiento de Castillo Peraza, de coadyuvar a la formación de líderes humanistas y de promover el humanismo como sustento a la actividad política.
I. Yucatán, tierra de madurez democrática
Quiero comenzar destacando el hecho de que sea precisamente aquí, en
esta Mérida, donde la Fundación ha decidido comenzar sus actividades.
Las razones son obvias precisamente por el origen de Castillo Peraza y el
orgullo que durante su vida sintió de haber nacido en esta tierra generosa,
espléndida y a la que dedicó ese hermoso libro que se llama Volverás.
Más allá de ese dato que, no obstante, y como todo nacimiento en tal o
cual lugar, es fruto del azar, destaco otro punto a mi parecer relevante, y es
la historia reciente de Yucatán, sobre todo, en la parte que se refiere a la
política, en general, y a la construcción de una cultura democrática, en
particular.
Mérida tiene el honor de haber sido una de las primeras ciudades que
conoció la alternancia política, allá por los años cincuenta, y más próximo a
nuestros días, en la década de los noventa del siglo pasado, en el nivel
municipal, y en el año 2000, en el nivel federal.
Esto significa que la sociedad yucateca fue pionera en lo que hoy se
considera parte de la normalidad política, y que es el cambio en el signo
político que representa un gobierno. Una normalidad que implica madurez, que
implica el enraizamiento de ciertos valores y de ciertas actitudes que son
clave para que la democracia funcione.
Por supuesto, cuando se habla de democracia, se habla de mucho más que
simplemente ir a votar, acción fundamental de toda elección pero que en ningún
momento debe asumirse como punto de llegada, sino más bien, el punto de partida
del llamado sistema de mayorías.
El camino que debe recorrerse antes de que la democracia se consolide en
participación electoral es el de construir una cultura democrática.
Y construir una cultura es una labor de generaciones que, bajo la bandera
de un mismo ideal, van dando los pasos necesarios para avanzar un camino que,
en el caso mexicano, ha sido accidentado, complejo, en ocasiones tortuoso y
hasta heroico, pero siempre con la convicción de que las cosas podían y debían
cambiar…
Y así fue. El sistema político cambió no de la noche a la mañana, porque
esos cambios de la inmediatez y la revolución son volátiles y poco duraderos,
como recientemente acabamos de ver con las llamadas “primaveras árabes”, que de
la euforia pasaron al desencanto y de nuevo a la protesta y a la anarquía, sin
capacidad de que la democracia eche raíces porque precisamente no había un
suelo fértil en donde ésta pudiera sostenerse y resistir la ya muy conocida
tentación populista.
En México, ese suelo fértil fue precisamente el de Yucatán. No fue el único,
pero sí de los primeros en demostrar que la democracia era posible, que la
libertad de prensa era posible, que las instituciones de la sociedad eran
posibles, que la suma de voluntades era capaz de hacer temblar hasta el más
caciquil de los gobiernos.
Es por esta madurez democrática que yo celebro que esta iniciativa de la
Fundación Castillo Peraza provenga de un grupo de yucatecos que decidieron
seguir dando los pasos necesarios para continuar la labor de construir una
cultura acorde con el sistema político en el que creemos, y al que sin duda hay
que cuidar y defender.
Porque no es exagerado afirmar que aún es mucho lo que tenemos por hacer como
sociedad, como simpatizantes o militantes de un partido, como ciudadanos
interesados en lo que ocurre más allá de la puerta de nuestras casas.
Quiero hacer un ejercicio con ustedes para demostrar de qué tamaño es el
reto que nuestra generación, que nosotros tenemos por delante. Un ejercicio
simple, hasta simplista, pero sin duda significativo para entender cuánto nos
falta aún por construir.
El que no transa…
El que se mueve…
Un político pobre…
El problema no es mentir…
Año de hidalgo…
El que todos nosotros, o la mayoría, conozcamos lo que estos refranes
significan, es precisamente una cuestión cultural. En este caso, la herencia de
un México autoritario, corrupto, que ve en el camino al margen de la ley una normalidad
virtuosa y no una deleznable excepción.
Y por supuesto, como esa suma de usos, de tradiciones, de costumbres y de
hábitos que integran una cultura, los refranes son un reflejo de una
idiosincrasia particular. Y si algo se le recrimina actualmente a la
alternancia política de nuestro país fue la incapacidad de hacer cambios
tangibles en esa cultura que se vanagloria de ostentar valores antidemocráticos.
Me parece que la afirmación de que nada se hizo es falsa, pero sí es muy
cierto el hecho de que mucho más faltó y sigue faltando. Temas como la
transparencia y la rendición de cuentas, la legalidad y el apego al Estado de
derecho, la subsidiariedad y la responsabilidad en el uso de programas
sociales, representan, tras doce años de gobiernos panistas, un cambio
importante que hay que proteger y seguir impulsando.
Pero también es una realidad que esto no es suficiente.
En Yucatán, ustedes han podido constatar cómo la alternancia demuestra
que hay vicios tan arraigados y tan habituales que el hecho de un cambio en las
administraciones federales o municipales implica en ocasiones grandes y
peligrosos retrocesos.
Y esto, es precisamente, porque aún no están arraigados los valores de la
democracia a través de instituciones que protejan y encaucen los avances
obtenidos. No podemos extirpar de tajo esos antivalores, porque una cultura no
se cambia por decreto. Es decir, nadie obligó a la sociedad en el siglo pasado
a salir a votar; la sociedad salió a votar porque estaba convencida de la
necesidad de un cambio.
Del mismo modo, es fundamental seguir ese ejemplo gradualista y
municipalista para ir generando los cambios trascendentes para nuestro país. En
esta labor, los partidos políticos tienen un papel ineludible, pero es
innegable que también la sociedad debe organizarse y poner de su parte mediante
mecanismos como observatorios ciudadanos, asociaciones civiles y, para el caso que
hoy nos reúne, y que es de lo que me invitaron a platicar, fundaciones como la
Castillo Peraza, cuya misión reza del siguiente modo:
II. Misión de la Fundación Castillo
Peraza
“Impulsar la formación de líderes que se inspiren
en el humanismo político con el fin de que ejerzan su acción positivamente en
la transformación de México, mediante el estudio sistematizado, la
investigación formal y el liderazgo”.
En el panorama de nuestro siglo XXI, y a la luz de lo
que ha quedado expuesto en estos minutos, esta misión puede llegar a ser de
gran trascendencia y, sin duda, honrar con creces el legado del nombre que
lleva.
Carlos Castillo Peraza fue un feroz creyente del
gradualismo, del papel transformador de la política, de la responsabilidad y la
altura de miras en el servicio público, y de la importancia de que los valores
de la democracia arraigaran en todos los niveles de la sociedad.
Llamó a esa derrota de la apatía, de la molicie y de
la indiferencia de la sociedad frente al voto, la “victoria cultural del PAN”, a
la que sumó el hecho de que en el lenguaje, las fuerzas políticas que antaño se
referían a la democracia y a las instituciones con desdén y hasta sorna,
incluyeran de pronto entre sus banderas la defensa y el apoyo a organismos como
el IFE, el IFAI, el Trife, la justicia independiente del ejecutivo y otros
tantos logros, aún incompletos muchos de ellos, de nuestra evolución política.
¿Cuáles son los siguientes pasos a dar en la
construcción de la cultura democrática? Me parece que precisamente la difusión
y el convencimiento de que esos valores que requiere la democracia para
funcionar deben incorporarse de manera real, sincera y honesta a nuestra
cotidianeidad democrática.
Porque sin estos valores no habrá nuevas victorias
culturales sino solamente simulación democrática, que cederá a la tentación
autoritaria o a la tentación populista en cuanto la ocasión lo permita. Ya
estamos viendo, a raíz del triunfo del PRI en el Ejecutivo federal, y al igual
que ha ocurrido aquí en Yucatán, cómo esas tentaciones son un peligro real,
latente y capaz de hacernos caer en retrocesos que se traducen en desencanto
popular de la democracia.
Y eso es lo más grave que puede ocurrirle a un sistema que se basa en la
participación de la gente en la cosa pública: el desencanto, el retroceso, el
saber que lo avanzado no sirvió, el constatar que aquello por lo que se luchó y
ante lo que se venció debe ser lucha de nuevo.
Cuando yo inicié mi trabajo en el Partido Acción Nacional, siempre me
admiré de la capacidad de muchos para subirse a un templete o a una tribuna y
mover almas desde las ideas y las palabras.
Luego descubrí que la política ofrecía trincheras para que las distintas
capacidades e intereses personales pudieran desarrollarse y servir con ello a
México. No todos podemos ser presidentes o diputados, pero sí podemos encontrar
esa “trinchera” donde mejor nos desempeñemos.
Yo encontré esa trinchera en las fundaciones del PAN, en la doctrina, en
la reflexión y en la generación de ideas, en la producción de libros y revistas
del partido, en el rescate de una memoria que encontré abandonada o relegada y
que, poco a poco, y junto al talento y la dedicación de muchos más, hemos ido adecuando,
imprimiendo, editando y compartiendo con quien quiera acercarse a ella.
De este modo, acompañar la acción política con la reflexión y la
generación de ideas, con la crítica, con el pensamiento y con la formación y la
capacitación, es precisamente a lo que yo quiero invitarlos aquí, el día de
hoy.
Es mucho lo que hay aún por rescatar de la obra de Carlos Castillo
Peraza, y mucho más lo que debemos estudiar, entender y proyectar esa obra para
que, en el futuro, siga siendo tradición. Porque el pensamiento que se queda
ahí como tótem tarde o temprano pierde sus referencias con el presente y
caduca. Pero el pensamiento que se estudia, se promueve, se actualiza y se
mantiene vigente, se vuelve a convertir tradición en el futuro.
Así entendía Castillo Peraza la tradición humanista del PAN. Así la
entendieron también Gómez Morin y González Luna, Christlieb y González Morfín…
y hasta ahí.
Hay un hueco en el presente en estos temas doctrinarios e ideológicos que
tenemos la obligación de subsanar y remediar. Porque de Castillo Peraza se dice
que fue el último ideólogo del PAN, pero su muerte, lamentable, ocurrida hace
13 años, hace que este mote más que ser un orgullo sea, al menos en lo
personal, una preocupación mayor.
No es mentira decir que el PAN relegó su pensamiento y su generación de ideas
a un lugar secundario, del cual hay que sacarlas y rescatarlas, y qué orgullo
que sea desde esta Fundación que esta labor se lleve a cabo. Porque una
victoria electoral que no está sustentada en una idea clara de lo que el PAN
debe hacer, desde sus principio y su doctrina, es una victoria pírrica y sin
capacidad para apuntalar los valores que requiere la democracia.
No es casualidad que el tercer lugar en las elecciones federales del año
pasado haya tenido como escenario de fondo el abandono de la doctrina. Tampoco
será casualidad que recuperar y vivir con congruencia esa doctrina nos devuelva
a la ruta de la victoria, haga que la victoria deje de ser una frase
aspiracional de discursos huecos para convertirse en la consecuencia del
trabajo cotidiano.
De nuevo, aquí en Mérida ya conocimos ese camino. Y la victoria llegó
precisamente como consecuencia de una suma de acciones y no como milagro ni
como fruto de la nada.
Es tiempo de retomar las banderas de las ideas, ondearlas en alto y
demostrarle a todo México, desde este lugar ejemplar para el panismo del país
en muchos sentidos, que vivir nuestro pensamiento y nuestra doctrina no es el
mejor camino, es el único.
Es tiempo de rescatar la memoria de Carlos Castillo Peraza desde esta, su
tierra natal, querida y siempre entrañable, para difundirla desde libros, desde
revistas, desde las herramientas electrónicas que tanto pueden servir para
estos temas.
Es tiempo de que nuestra tradición vuelva a ser nuestro mayor orgullo, y
mientras más cerca estemos de esa tradición, más cerca estaremos de aquello que
hizo al PAN diferente.
Porque esa diferencia no es un eslogan. Tampoco una frase o un grito de
campaña. Esa diferencia es una forma de vivir la política, de ejercerla y de
pensarla.
Los invito a que vivamos, ejerzamos y sigamos pensando la política como
sólo el PAN lo sabe hacer.
La nota de este evento, publicada en el Diario de Yucatán, puede leerse en el siguiente enlace: http://yucatan.com.mx/merida/revelan-claves-de-democracia
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