viernes, 11 de marzo de 2011

Encuentro con Carlos Salinas de Gortari: una crónica



Un modesto acercamiento: los años noventa

Conocí a Carlos Salinas en 1993, en Los Pinos, una noche cuando mi padre me pidió acompañarlo a un encuentro con el Presidente. No tenía yo más de 15 años y la solicitud me resultó extraña, pero luego entendí el motivo: ser citado de noche en la Residencia oficial despertaba sospecha, no eran tiempos sencillos para ir solo a pesar de los diversos acercamientos que ya realizaba la autoridad oficial con la oposición, y que se traducían en las primeras reformas constitucionales (el artículo 3º, la credencial para votar con fotografía, entre otras).

Entramos por alguna de las puertas metálicas pintadas de verde y un oficial abordó el vehículo para conducirnos por las sendas que se abrían entre prados y árboles. Nos recibió en la llamada Casa Lázaro Cárdenas, saludó ameno y en esa ocasión recuerdo que me llamó la atención el reloj que se ajustaba a su muñeca izquierda: un Casio digital, con correa de plástico, de esos que yo observaba en el mercado de Plaza Universidad que atravesaba de regreso de la Secundaria. "Da la hora y nunca hay que darle cuerda", comentó sonriente, antes de conducir a mi padre a una de las salas y dejarme a mi a la espera, en un salón donde se exponían los regalos que como jefe de Estado había recibido de parte de sus pares de otras latitudes.

La reunión duró poco menos de dos horas y regresamos al Sur de la ciudad por Consitutyentes, vacía a esas horas y oscura. Mi padre jamás me comentó lo que se habló entonces y mi curiosidad tampoco alcanzaba para interrogar demasiado, pues en esa época los intereses del adolescente giraban en torno de temas muy lejanos al poder y muy cercanos a la música, el basquetbol y las actividades del grupo scout donde construí amistades postreras y adquirí conocimientos que, más allá de nudos y ensamble de tiendas de campaña, me han servido hasta el día de hoy.

Lo siguiente que supe de Carlos Salinas revolotea confuso en la memoria y está más cercano a la imaginería popular: el asesinato de Colosio, la crisis de 1995, el exilio a Irlanda, el chupacabras, las máscaras con su figura que portaban mendigos en las esquinas, las caricaturas de la prensa, "el hermano incómodo" que bautizó Proceso en una portada que pocos recuerdan pero muchos mencionan, la huelga de hambre y una serie de lugares comunes, de esos que alimentan el mito y dan poca oportunidad para el análisis serio y objetivo.


Un libro para comentar
El encuentro fue organizado por la asociación que preside Rafael González y que reúne a estudiantes universitarios cercanos a, o militantes de Acción Nacional. La temática era compartir impresiones sobre el libro Democracia republicana, ni Estado ni mercado: Una alternativa ciudadana, de la autoría de Salinas de Gortari y editado por Debate (2011).

Unos cuarenta universitarios (yo ya no lo soy, pero gracias a la generosidad de Rafa y de Andrés Ponce pude ser incluido en el grupo) nos reunimos en la entrada de Perisur para abordar el camión que nos llevaría al domicilio del ex presidente. La dinámica era tener formulada una pregunta que Salinas repondería, lo cual exigía haber dado lectura a un volumen de cerca de mil páginas. Por princpio, jamás leo libros de políticos, pues tengo la idea de que, 1) ellos no los escriben, 2) los políticos no suelen ser buenos jueces de sí mismos, y 3) hay mucha Literatura por leer antes que la de los políticos, normalmente dedicada a justificarse frente a la historia. No obstante, era necesario cierto conocimiento de causa antes de la reunión, por lo que pasé tres días (con sus respectivas noches) repasando aquellas páginas que, de acuerdo con el índice (general o de nombres propios), llamaron mi atención.

De esos paseos por los distintos capítulos me atrapó, en primer lugar, la tendencia de Salinas a esclarecer lo que él llama el "cliché" de los 70 años de PRI, que a su vez combate con otro cliché que bautiza como "la década perdida", esa que comienza justo cuando termina su Presidencia y que, asegura, ha sumido al país en un estancamiento, cuando no retroceso, en materia económica, política y social.

En segundo lugar, es destacable también el exhorto a construir ciudadanía con el que llama a la sociedad a tomar en sus manos su propio destino, para así transformar radicalmente a México desde "abajo", forzando al "pueblo" a servirse de los políticos contra la que llama la tendencia de los políticos a servirse del pueblo. Para lograr este cometido, Salinas hace otro llamado a conocer la historia completa de la Nación y de diversas etapas de la humanidad en la que el poder del pueblo ha obligado a la clase gobernante a trabajar bajo los dictados populares; lo curioso es que ante esta necesidad de conocimiento histórico él mismo omite partes de la historia nacional en las que la fuerza de la ciudadanía ha conducido los grandes cambios políticos que, al final, lograron la alternancia en la Presidencia de la República.

Como tercer punto, me llamó la atención la cantidad de referencias que hace el autor de términos y prácticas que históricamente han sido bandera del Partido Acción Nacional: la propia mención de construcción de ciudadanía participativa y responsable, la estrategia municipalista que propone Salinas y que desde hace décadas dio sus primeros triunfos al PAN, el bien común, la filosofía de Tomás de Aquino, la de Jacques Maritain y la de Emmanuel Mournier, entre otros tantos vocablos que cualquier panistas medianamente conocedor de la doctrina de este partido reconocerá como familiares desde los primeros textos de Gómez Morin, y González Luna, pasando por Christlieb Ibarrola, González Morfín, y hasta llegar a Castillo Peraza o Carlos Abascal.

Con esas consiedraciones, formulé una pregunta y una invitación: la pregunta: ¿Cómo fue su trabajo como Presidente de la República con una oposición como la que practicó en esa época el PAN?; la invitación: entregarle los recién editados tomos del pensamiento de Castillo Peraza para compartir con él esos términos e ideas que no son nuevos y que el PAN promueve desde hace 71 años.

2011, al sur de la ciudad de México
La comitiva llegó a la casa de Carlos Salinas al mediodía del miércoles 9 de marzo de 2011. Una puerta exterior dejaba pasar a un pequeño patio con una fuente y, de inmediato, otra puerta de madera conducía a un pasillo corto, al final del cual se encontraba la biblioteca, donde fuimos acomodados en tres filas de sillas; al frente, un taburete y una pequeña mesa donde reposaban un vaso de agua y un volumen del libro.

El espacio impresionaba más por su buen gusto que por sus dimensiones. Una especie de chalet suizo con techo a dos aguas, fuertes vigas de madera y los libreros que exhibían desde tomos finamente empastados hasta informes de secretarías, de esos que nadie lee y que ocupan los anaqueles más inaccesibles. Del techo colgaban dos candiles y la luz indirecta de pequeños focos daban al entorno una calidez adecuada para la lectura o la reunión con los que ahí nos encontrábamos. Alternados en distintos nichos, reconocimientos, las seis bandas presidenciales (una por cada año de gobierno), alguna escultura en madera, el nombramiento de titular del Ejecutivo y dos grandes espacios donde, a manera de collage, se distribuían fotos con diversas personalidades: Juan Pablo II, Fidel Castro, Mario Vargas LLosa y un sinnúmero de rostros que no alcancé a reconocer.

Tuve el gusto de encontrarme ahí con jóvenes amigos panistas, como Juan Pablo Adame o Julio Tronco, que venía de Oaxaca, aún con la maleta en mano, a tomar parte de la reunión. También estuvieron estudiantes de la Universidad Panamericana (UP), del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), entre otras casa de estudio del Distrito Federal.

Carlos Salinas entró al recinto unos minutos después de las 12:30; vestía una chamarra de piel café cerrada a la mitad del pecho y un patalón verde oscuro, a juego con la camisa de tonos ocre y blanco. Saludó con un "Buenas tardes", más seco que cordial, enmarcado en el gesto de seriedad de quien se sabe frente a un público de ideas distintas. Tomó asiento y ya más relajado dio la bienvendia, bromeó sobre la filiación política de los invitados y habló durante 15 o 20 minutos sobre el contenido del libro, repasando los temas ya leídos o resumidos en la síntesis que Rafa entregó un día antes del encuentro.

Pasamos a la sesión de preguntas y, de manera coincidente, la mayoría de las que alcanzó a contestar giraban en torno del tema de participación ciudadana: cómo mejorarla, cómo sacar a la sociedad de la apatía, de qué modo sumar a quienes están interesados en producir cambios reales. Las respuestas fueron en el marco del programa Solidaridad, así como en el de la reciente revuelta egipcia, denotando una amplia cultura general, con cifras, datos históricos, ejemplos claros y una habilidad nata de esquivar aquellos temas frágiles o criticar medidas económicas posteriores a su mandato. Alabó la estrategia del Presidente Felipe Calderón contra el crimen organizado y, entre broma y broma, aprovechó para hacer críticas de una alternancia que, dijo, debía ir más allá de lo electoral y que, vaticinó, se cumpliría en el año 2012 con el regreso del PRI.

Las manos se levantaban, al principo tímidas, luego confiadas, y Salinas, un poco al azar, elegía de un lado y otro del auditorio a los que participarían. Hubo respuestas directas y breves, otras complejas y prolongadas, siempre en un ambiente de respeto, atención y cordialidad. Una mesa a un costado exhibía tazas para café, galletas y bebidas que quedaron casi intactas, al igual que mi pregunta y mi invitación, que no tuvieron ocasión de ser atendidas. A las 14:30 dio por concluida la reunión con un "Ustedes también comerán"; agradeció nuestra presencia, se comprometió a responder las preguntas pendientes vía correo electrónico y firmó ejemplares antes de abordar el vehículo y salir escoltado por tres camionetas y dos automóviles negros con parachoques.

Antes de abordar el camión tuve oportunidad de observarle al otro lado del vidrio blindado, la mano izquierda en gesto de despedida y, atada a la muñeca, la correa de plástico del mismo modelo de reloj Casio que llamó mi atención hace ya 18 años. Cuánta muerte y cuántos cambios en México desde aquella vez, pensé, mientras fumaba un Marlboro rojo que ordenaba recuerdos lejanos y nuevos, agolpados, que se confundían con el humo bajo el sol crudo de marzo.




8 comentarios:

  1. No se qué pensar de lo que haría si tuviera un encuentro con Carlos Salinas. Yo le preguntaría otro tipo de cosas pero es muy probable que no habrá oportunidad de ello para mi. Lo respeto por lo que hizo aunque no concuerde con algo de ello. Lo único que lamento es tu opinión sobre los políticos que escribimos y sobre nuestros libros, como arquitecto, como político o como ciudadano puedo expresarme, tengo qué expresarme y uso un lenguaje apropiado para lo que quiero expresar, quien me lea juzgará qué tan lúcido, autocomplaciente u objetivo pueda llegar a ser, pero para ello se necesitan lectores, no prejuicios. El Gómez Morin, el González Luna y el Christlieb que leíste y el Castillo Peraza al que tu viviste y al que yo releo fueron políticos en los que yo encuentro lecciones y razones que merecen conocerse y juzgarse; no se merecen un estereotipo que sugiera que somos de cliché o que nos justificamos frente a la historia. Incluso es bueno descubrir los vergonzosos casos de políticos que firman cosas que no escriben. A partir de ahora ten la seguridad que elevaré una oración para pedir ser leído por los míos.

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  2. Ja! y no invitaron a los de la UNAM, por supuesto... Y ¿por qué no preguntaste tu pregunta? En realidad entiendo que no lo hayas hecho, ese tipo de encuentros intimidan más de lo que uno pensaba y dejan menos de lo que uno quería. Algo que sí lograste con tu relato fue dejarme pensando sobre lo que yo le habría preguntado a Salinas.
    Muy bueno, y muy divertida semana la que has tenido!

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  3. Nop, ciertamente no recuerdo a nadie de la UNAM (igual sí los había, pero no me enteré)... Sobre por qué no pregunté, pues bueno, digamos que el Sr. elegía a quienes preguntaban en el sistema de "levante la mano", y no estuve entre los "elegidos". La verdad, fue interesante ver la disposición del Sr. para escuchar y la convicción con la que sostiene ciertas tesis que podríamos considerar insostenibles, pero sí, el esquema de la reunión no daba para armar un auténtico debate.

    Bxo Cocó y felicidades por tu blog!

    C

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  4. Amigo Aminadab,

    Si usted sí escribe sus libros, si no busca autojustificarse y tampoco cae en la alabanza ciega (como me puede constar por sus textos), entonces no creo que quepa en ese comentario; lo que sí le aseguro es mi falta de interés en los libros de políticos, deformación profesional, dirían algunos, convicción personal, diría yo.

    Me parece que esos personajes que menciono fueron mucho más que políticos, y por sus textos los reconoceréis, parafraseando por ahí.

    Saludos!

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  5. Estimado Carlos, siendo las 2:30 am y en plena transfuga del estudio para un examen que presento en unas horas, me encuentro con tu blog y con esta maravillosa narración. Si me permites la compartiré a los otros convidados, creo que son reflexiones que deben conocer, en el afán de hilar y crear identidad con ideas que venimos gestando desde hace décadas.

    A propósito de intercambios, te dejo una modesta bitácora de desvelos en los que de pronto antojo algún texto (sólo literario):
    cosamostra.blogspot.com

    Nos vemos en la semana,
    RGV

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  6. Hola Rafa!

    Gracias por tus comentarios y claro, el texto es de quien le sirva, así que dispón de él. Gracias por tu recomendación bloggera, que revisaré el lunes, ya en casa y de vuelta a la ciudad de México.

    Un abrazo y nos vemos por allá!

    C

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  7. Y bueno, perdón por meterme en la conversación: aunque estoy plenamente de acuerdo contigo sobre los libros y "reflexiones" de los políticos Charly, acabo de leer el artículo de Aminadab en Bien Común (La Réplica....) y me pongo de pie, me quito el sombrero y se lo agradezco, al fin alguien que dice lo que piensa y que piensa lo que dice.

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  8. Por fin terminé de leer este libro “Democracia Republicana”; Ni Estado ni mercado: una alternativa ciudadana, es el título del libro de Carlos Salinas de Gortari, del cual voy a dar una reseña no muy extensa, aunque el libro si lo sea un texto de casi mil páginas que se vuelve muy pesado, comienzo con decir que en principio, es un libro muy complejo de comprender, ya que está basado en análisis cuantitativos, temáticas de economía, en donde presenta de manera complicada sus síntesis (económica), ya que es muy somera su descripción y No narrada a detalle, en fin, podría decir, que una persona especializada en economía, administración o contaduría tendría mayor perspectiva en su lectura, bien yo en contexto y a título personal resaltaría el capítulo cinco y el capítulo siete de los cuales son más interesantes, el primero en mención narra la historia de la democracia en los tiempos de Cicerón, Maquiavelo, Montesquieu… etc. Es decir, entre muchos otros, eso me pareció muy interesante, y el capítulo siete se vuelve interesante ya que en esta parte narra algunos acontecimientos relevantes y como ejemplo; Zedillo y Acteal, Chiapas… entre otros temas de suma relevancia, como por ejemplo determinó: que hoy nuestro actual Presidente Peña Nieto, o una de dos leyó éste libro y está haciendo caso a la política manifestada por su antecesor… la pregunta que quizá exista ¿por qué leer a Carlos Salinas de Gortari? Me parece que en base a la evolución de presidentes que ha tenido nuestra Nación éste podría ser de mayor relevancia, en donde manejó a un país con la experiencia de un pasado y con la idea de su porvenir, Salinas fue y seguirá siendo un emblema de manejo de país… por tanto lo recomiendo aún y con sus críticas como persona o como presidente, léanlo y den su mejor opinión…

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