sábado, 11 de agosto de 2018

Nuevas cartas a jóvenes panistas (fragmento)



Fragmento del libro Nuevas cartas a jóvenes panistas. ¿Un partido en crisis?, publicado en marzo de este año y que puede adquirirse, tanto en versión impresa como en electrónica, en: https://www.amazon.com/s?url=search-alias%3Daps&field-keywords=nuevas+cartas+a+jovenes+panistas&sprefix=nuevas+cartas%2Caps%2C362&crid=NOZE99T3ELI8

Carta IX



Amig@:

Los hechos que te relato hasta este momento fueron el contexto que antecedió lo que debía ser la elección interna para decidir quién sería el candidato presidencial panista: un evento que, en otras ocasiones, despertaba pasiones, movilizaba al partido en torno a diversos postulantes, promovía debates, permitía contrastar y comparar carreras políticas, méritos, actitudes y aptitudes, programas y proyectos; en fin, todo aquello que la democracia del PAN fomentaba y que era en suma uno de los grandes orgullos de esta institución.

Si en algún momento tienes curiosidad sobre cómo el partido vivió sus procesos internos, acude a La Nación, nuestro órgano informativo con más de 75 años apareciendo sin interrupción. Ahí hallarás cuánto vigor y cuánta entrega genera entre los auténticos demócratas la posibilidad de defender sus ideas y sus abanderados frente a quienes consideran que otra opción es la más adecuada.

Porque democracia no es simplemente votar, es mucho más que eso. Implica capacidad de convencer, de argumentar, de defender lo que uno considera correcto ante otros que se deciden por otra opción. Ganará el que tenga más votos, sin duda, pero el ejercicio del sufragio es el punto de llegada tras un largo proceso que demuestra que las diferencias pueden convivir y salvarse de forma civilizada.

Lo contrario, que es la imposición o la unanimidad, está más cerca de la barbarie y del absolutismo, del silencio, de la complicidad, de esa falsa unidad a la que se apela cuando somos incapaces de procesar lo que nos divide en nombre de un supuesto bien superior.  

Para que exista una auténtica democracia, además, debe haber posibilidad de competir, esto es, debe haber equidad en la contienda: que todos tengan acceso a los mismos recursos, a las mismas herramientas, a los mismos espacios, a las mismas condiciones para participar, pues solo así se garantiza que quienes van a elegir podrán comparar de igual manera a los que deciden someterse a la decisión de un electorado o, para el caso que nos atañe, a una militancia.

Y esto fue lo que no ocurrió durante el proceso para elegir al que sería el candidato del PAN por la Presidencia de la República en 2018, que gozó de todos los beneficios de exposición en medios, de la estructura del partido y de los órganos internos frente a sus oponentes, que uno a uno fueron desistiendo de participar por esa falta de equidad en la competencia.

El final de ese proceso fue a mi parecer la cúspide de una simulación democrática que se dio durante poco más de un año, y que concluyó con una elección interna en la que solo había un candidato en la boleta, Ricardo Anaya, quien como era de esperarse, ganó la contienda.

Ganar una contienda en esas condiciones, por supuesto, es un decir, porque bastaba que él mismo votara por él mismo para que esto ocurriera. Muchos llamaron a esa jornada una "fiesta democrática", pero era claro que no había nada qué festejar; fue, a decir de muchos, una auténtica desgracia que un partido orgulloso de su capacidad de garantizar equidad, de someterse a la decisión entre dos o más candidatos, de escuchar alternativas y de comparar opciones quedara sometido a una elección en esas condiciones.

Así inició la campaña por la Presidencia, antecedida por la construcción de un frente en el que se sumó a los partidos Movimiento Ciudadano y de la Revolución Democrática, un esfuerzo por construir una alianza que le ha costado demasiado al PAN, que le garantiza la existencia a dos partidos cerca de la desaparición y para los que el panismo ha cedido demasiado a cambio de ganar algunos votos en la elección presidencial.

Me refiero no solo a perder nuestra posibilidad de democracia interna, que es de por sí sumamente grave, sino también a que en el nivel local, y por conseguir que esa alianza se mantuviera, el PAN canceló sus procesos locales de elección de candidatos, para dejar esa decisión que debía ser de la militancia en manos de comisiones permanentes que siguieron órdenes del Comité Ejecutivo Nacional y entregaron candidaturas fruto de acuerdos cerrados, donde participaron unos cuantos, y donde se atropelló como nunca antes la dinámica democrática panista.

Esta decisión de dar prioridad a acuerdos opacos en detrimento de la participación de la militancia ha sido un factor de división en toda la República.

Y te pido considerar esta situación: imagina que tú llevas preparando, trabajando y esforzándote por años por obtener una candidatura, que has acudido a cursos, que te has capacitado, que has convencido a miembros del partido de que tus ideas son las que mejor pueden servir para transformar tu estado o tu municipio, y que de pronto, por una razón que nadie te explicará a fondo y se justificará en nombre de la "alianza", te piden no solamente hacerte a un lado sino, además, a apoyar a quien ha sido tu rival político, a aquel integrante de otro partido que sabes es deshonesto o por lo menos no es digno de ser abanderado del PAN.

Se puede, en este caso, como se hizo en todo el país, apelar a la lealtad, al bien mayor, a la generosidad en el más pragmático de los cinismos. Pero ese llamado a ser leales choca con tu honestidad contigo mismo y con aquella que debemos a los votantes, a la ciudadanía. ¿Cómo entonces respaldar una opción que más allá de cálculos políticos sabes que dañará al país y a tu partido? ¿Cómo justificar ese respaldo a perfiles poco aptos cuando lo que está en juego es México? ¿Cómo dar candidaturas a quienes sabes que representan lo peor de nuestro sistema político?

Este dilema ha sido constante pues no solo echa por la borda el trabajo de miles de panistas sino además exige a esos panistas apoyar prácticas políticas opuestas a nuestro ideario democrático: ese que es nuestro orgullo, nuestra razón de luchar por México, nuestro motivo de participar en política.

Lo mismo ocurrió al momento de redactar nuestra plataforma de gobierno, ese documento al que antaño el PAN ponía meses de esfuerzo colectivo, para el cual convocaba a la sociedad civil, en el que sumaba las ideas y reflexiones que comulgaran con nuestros valores, esos que terminaron sacrificados en nombre de construir un documento en el que pudieran convivir la izquierda moderada y la derecha, resultando de ello una serie de propuestas que pocos panistas sienten suyas, que menos están dispuestos a defender y de la que han surgido ocurrencias incapaces de justificarse desde la teoría o desde la tradición panista.

Y se puede alegar que todo ello es, otra vez, en nombre de un bien mayor, como se ha hecho. Pero no se puede exigir obediencia ciega, lealtad supuesta u obediencia a la autoridad del PAN, porque esa autoridad lo que está pidiendo en este caso es sumisión, nula crítica, silencio cómplice, y eso es lo contrario a lo que como panistas hemos aprendido y entendemos como acción política.

Eso es, en suma, la traición a lo que hemos sido, lo cual podría permitirnos sin duda ser algo nuevo pero de ningún modo nada parecido a lo que hemos sido por más de 78 años.

No es posible, como te he insistido a lo largo de estas cartas, reducir todo a los votos que ganaremos, porque si en ese ganar votos traicionamos lo que somos entonces estamos frente al fracaso de un modo distinto y distinguible de hacer política que, como ha quedado demostrado en esta campaña, tendrá formas innovadoras de dar discursos, de producir lindos videos y potentes discursos, pero terminará por ofrecer en el fondo, que no en la forma, el mismo pragmatismo que ofrecen otros partidos.

Ante esto quedamos pues en desventaja porque esa suma de apoyos de los otros partidos no compensará lo que perdemos ante nuestra militancia y, sobre todo, ante aquellos ciudadanos que han visto en nosotros una alternativa diferente y se dan cuenta de cuánto dejamos detrás en nombre de simplemente ganar algunos sufragios.  

Y podría ocurrir que el PAN, a pesar de todo esto, gane las elecciones –aunque en lo personal lo dudo mucho–, y eso quizá sea lo peor que pueda pasar, porque entonces quedará demostrado que ese claudicar de nuestra democracia, que ese imponerse de manera autoritaria en lo interno, que ese designar sin considerar a la militancia, que ese negar de nuestras tradiciones y de nuestros valores, que ese ignorar a quienes se van y llamarlos "prescindibles", que ese convertir todo en votos, que ese abandonar nuestro papel de hacer una política distinguible y diferente eran, como estrategia, el camino adecuado para un triunfo que enterraría para siempre ese gran pasado panista, para enseñar a un partido que terminará por ser "más de lo mismo".

O lo que es peor, una deformación que apela a valores y principios que solo se utilizan para ganar algunos apoyos circunstanciales.

Sería, en resumen, el triunfo de un pragmatismo voraz a irracional: no el demostrar que sobre nuestros valores podemos construir un México distinto; sí el exhibir que nada de lo dicho durante décadas tenía sentido y que era mejor tomar el atajo fácil y perezoso de quienes eligieron y siguen eligiendo el camino autoritario, el antidemocrático, el que prescinde de las ideas, el que cree que un presidente poderoso y no una sociedad articulada, organizada o participativa es la que podría transformar a México de raíz.

  Hay una máxima al momento de hacer campaña en este siglo XXI: la política de cercanía, la que mira a la gente a los ojos, la que al conocer y estar en contacto con el dolor de las y los mexicanos asume como vocación el trabajar para solucionar ese dolor. Hoy el PAN está lejos de ese dolor, se ocupa más en que sus videos tengan una producción impecable que en construir confianza y esperanza para quienes más lo necesitan.

Hoy el PAN vive una inconformidad que se calla y agacha la cabeza en lugar de alzar la voz en nombre de lo que es suyo.

Algunos se van sin hacer ruido, otros generan estruendo e incluso optan por apoyar candidatos que son el opuesto de nuestras ideas, como López Obrador; otros más apoyan al candidato del partido como si se tratara de pasar un trago amargo lo más rápido posible, y otros, lo menos, creen ciegamente que Ricardo Anaya es lo mejor que le ha ocurrido al PAN y a México. 

No te dejes cegar por encuestas, por imágenes espectaculares, por promesas que no pueden explicarse, por explicaciones que intentan convencerte de que tu apoyo debe ser sumiso y acrítico.

Tampoco creas en quienes te dicen que lo importante es ganar y que una vez con el triunfo todo se solucionará por gracia de un "elegido".

Atrévete a decir que no, a mirar a otro lado, a ser prudente pero firme, a alzar la voz si el silencio te asalta antes de dormir y te reclama no haber hecho o dicho lo que sabes debe hacerse o decirse.

Sé honesto contigo mismo antes que leal a quienes usan la lealtad como arma de chantaje.

Esa honestidad es la que puede devolverle al PAN su dignidad.


Nos leemos pronto.

2 comentarios:

  1. El PAN dejó de ser el partido de los valores y la opción humanista para México. Calderon fue sin duda un gran presidente pero facilitó la entrada al partido a muchos que representan lo opuesto a los principios de Gomez Morin,Gonzalez Luna,Castillo Peraza y otros grandes. Ahora esos nuevos “Panistas” del PRI tienen tomado al partido y pronto terminarán de hundirlo. Lo han convertido en otro flanco del PRI

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  2. Amigos buenas tardes.
    Les comento que yo participe directamente en esta campaña pero como panista de esencia pura.
    Y señalo con todo que aun sin candidato propio, sin propaganda, sin recursos y sin apoyo de nuestras dirigencias en los tres niveles, salimos librados de esta contienda en una delegacion tan dificil, electoralmente hablando, como lo es Iztapalapa en la ciudad de Mexico.
    Y digo bien librados porque si una cosa me quedo clara, es que, a pesar de todo, existe todavia ciudadania que confia en Accion Nacional.
    Tenemos una gran deuda con dicha ciudadania y yo seguire trabajando por esa ciudadania acercando la doctrina y mistica que ha caracterizado a nuestra gran instutucion.

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