jueves, 22 de marzo de 2012

Elogio del insomnio, de Alberto Ruy Sánchez


 

Hay quien ve en el insomnio una enfermedad, e incluso, un motivo de preocupación ante esas horas en vela en las que, de un lado a otro de la cama, la angustia se exaspera y conduce a una lid que trata de inducir al cuerpo a ese desvanecimiento temporal que es el dormir.

Esta condición de enfrentamiento y combate no es generalizada y, en otros casos, puede ser aliciente para actividades que, al amparo de la noche, crecen y se multiplican en el silencio de la ciudad, a la luz de una pequeña lámpara que alumbra la lectura o la escritura: este es el caso de Alberto Ruy Sánchez, quien en su Elogio del insomnio (Alfaguara 2011) traza un mapa íntimo de la duermevela, con sus grandes placeres y sus pequeñas consecuencias.

Tras la serie de libros acerca de la geografía, las costumbres, los habitantes y el trazo urbano de su entrañable Mogador, Ruy Sánchez cierra una suerte de ciclo que lo devuelve a esa introspección profunda, autobiográfica, donde el microscopio con el que se dedicaba a escudriñar en los confines más profundos y sublimes de aquella ciudad, indaga ahora su biografía con el ojo de la memoria y la voluntad de sentar un testimonio fiel de lo observado.

Así, los distintos relatos que van dando forma a ese recorrido personalísimo parecieran surgir de una noche de insomnio en la que los recuerdos se amontonan uno tras otro y hallan en la escritura no sólo su máxima expresión sino, además, una intención de rescatar la infancia y los paisajes escolares que la acompañan; o la juventud de estudiante en Paris, con un Cortázar como personaje de fondo que de vez en cuando se vislumbra por ahí, en las calles, “recorriendo su propia rayuela” e invitando a mirar, a saltar más allá de lo que simplemente aparece como el horizonte cotidiano.

Capítulo aparte merece el trabajo editorial del autor en la revista Artes de México, baluarte de la plástica mexicana que cada mes repasa algún tema del pasado nacional para acercarnos un poco a esa riqueza inmensa: la variedad de temas, estilos y formas de la artesanía huichol, de la pintura virreinal, la escultura churrigueresca, del la arquitectura barroca que engalanan plazas, ciudades y poblados, algunos de sobra conocidos, otros escondidos en un mapa donde las culturas y las influencias se enlazan para formar la tradición de nuestro país.

Está también presente –y como en el insomnio, es factor determinante– el paso del tiempo por el paisaje de la ciudad de México; los barrios más tradicionales de la urbe que van cediendo a la llegada de lo nuevo pero que aún mantienen parte de su magia en calles estrechas, poco transitadas, donde los secretos del pasado se oyen a gritos para quien sabe escucharlos.

Tal es el caso de la colonia Roma, de la zona de Polanco, de algunos poblados del Estado de México que han sido integrados a la inmensa urbanización del Valle de México donde permanece intacta la memoria, que acude en búsqueda de sí misma, que anda por calles renovadas donde una esquina, un pórtico o una escuela derruida son catalizadores para recrear un mundo que no volverá a ser, pero que el testimonio de Ruy Sánchez nos acerca, nos hace imaginar e inclusive añorar.

Este Elogio del insomnio es también un homenaje a esa facultad que la prisa de nuestros días nos consume e incluso llega a exterminar por completo, y que es la observación, no sólo del entorno sino también de la existencia particular.

Observar que es ver dos veces, observar que es regresar para cotejar lo visto con lo recordado, observar que es abrir no sólo la vista sino cada uno de los sentidos para embriagarse con un ayer que se mantiene inmóvil, a la espera de unas horas de silencio y calma que permitan asomarse, recordar, salvar lo que fue de lo que es y con ello construir lo que será. 

Foto: eluniversal.com.mx

No hay comentarios:

Publicar un comentario