jueves, 29 de mayo de 2025

Elección del poder judicial, entre la apatía y la responsabilidad


Foto: INE

 

El hecho es innegable y conviene asumir que así es y así será: los cambios que permitieron la elección popular de los jueces y magistrados son una realidad que le debemos, en buena medida, al pragmatismo y a la ingenuidad del PRIAN. 


    Si bien varios años de dirigencias sin rumbo ni claridad alguna de ambos partidos merecen comentario aparte, lo cierto es que hubo una reforma judicial y habrá el próximo domingo elecciones para decidir quiénes integraran uno de los tres poderes de la unión.


    Esa es la realidad. 


    Y la realidad, por desgracia o fortuna, ahí está. 


    Ante ella, por supuesto, se puede cerrar los ojos e ignorarla; hacer, pues, como si no existiese y andar por la vida tan tranquilo y campante como siempre.


    Eso sí, pasará tarde o temprano que esa realidad se nos aparezca enfrente y nos diga: “querida, querido, aquí estoy y aquí estás tú también, sumido y condenado a también tarde o temprano enfrentarme”.


    El adolescente dirá: no te necesito, puedo solo, en ese estado que Kierkegaard llamó estético y que es posible sostener en tanto los problemas de la realidad sean asunto a resolver de alguien más.


    El desquiciado se fugará y su neurosis lo llevará a generar una realidad alterna donde él habite y todo lo demás sean solo reflejos vagos de un mundo lejano, distante y ausente.


    En un breve pero profundo ensayo, Aquiles en el gineceo, el filósofo español Javier Gomá Lanzón aboga por la importancia de abandonar la comodidad de ese estadio estético, adolescente, irresponsable, para pasar, palabras más palabras menos, a la vida adulta, que siguiendo al filósofo danés llama “estadio ético”: ese donde somos responsables por nuestras acciones y, por supuesto, por nuestras omisiones.



Foto: INE

    Sorprende así que sean precisamente esos legisladores, esos tomadores de decisiones que a fuerza de tomar algunas francamente pésimas nos tienen en el entuerto de la llamada “reforma judicial” y la elección de jueces del próximo domingo, los que ahora se laven las manos y espeten un sonoro llamado a “no participar”.


    Alegan que la elección es una farsa, que el conteo será una farsa, que las campañas han sido una farsa y que todo aquello que no les gusta resulta también una farsa: farsantes circulares. 

    
    Y bueno, es cierto que poco puede esperarse de gente así.

    Incapaces de lidiar desde hace años con la realidad, perfilan un mundo en el que no existirán las consecuencias de no participar; incapaces también de entender la realidad, pretenden además que todos habitemos ese mundo idílico donde ellos salvan a la democracia, precisamente, no participando.

    La metáfora del avestruz que esconde la cabeza en la tierra cuando el peligro se aproxima es, lo menos, un ejemplo trillado de esa actitud a todas luces infantil, simplista e ingenua, como bien han demostrado ser esos que creen que tomar decisiones es elegir no decidir nada, no hacer nada, quedarse en la queja y la pataleta porque más bien no tienen idea de qué hacer.

    Hubo, en cambio, gente que supo qué hacer.

    Organizaciones de la sociedad civil como Defensorxs AC, entre otras, entendieron que la realidad que vivíamos frente a esta elección presentaba un primer riesgo: a quiénes se elegirá, e investigaron a fondo perfiles, carreras, trapos ocultos y esqueletos en los armarios de quienes se postulan a los diversos cargos.

    Descubrieron cosas terribles, las documentaron y ofrecieron a la ciudadanía plataformas gratuitas para consultar, para facilitar la decisión, para conocer a fondo a quienes buscan impartir y administrar en adelante la justicia en el país.


Foto: defensorxs.com

    Y lo hicieron, creo yo, porque ante una realidad como fue la reforma judicial –que por cierto buscaron antes invalidar por las vías legales–, había que hacer algo más que asumir la ya muy habitual postura de la vieja política de no participo y me siento en la comodidad de mi teléfono a tuitear cuán fea es la realidad.

    Es decir, y siguiendo con Gomá: asumieron un papel activo, útil, servicial y necesario frente a la ciudadanía, mientras quienes cobran mensualmente por servir a la nación resultaron, para variar, francamente inútiles, al punto que han buscado por todos los modos que sus fieles, acólitos y prosélitos sumen también su propia inutilidad y se convierta todo en un gran colectivo de inservibles.

    Y no les han faltado motivos para justificar su no actuar: la complicación de una elección, sí, francamente enredada, aunque también han sido complejos los procesos de alianzas electorales que llevan a tener que pasar meses explicando al electorado cómo votar, es decir, cómo participar.

    O también que no se conoce a quienes se postulan y que los filtros han sido pésimos al cuidar el prestigio y conocimientos de quienes impartirán justicia, también como si tanto PRI y PAN no nos hayan presentado francos criminales a todo tipo de cargos públicos, o algunos inútiles en absoluto, como muchos de los que hoy nos quieren convencer de lo útil de su inutilidad.

    O de igual modo, que no hay certeza en el conteo de votos, que no habrá resultados el mismo día de la elección, aunque este sí me parece un punto válido.



Foto: excelsior.com

    Sólo que, si esa hubiese sido la máxima de la época en que al menos el PAN era capaz de entablar auténticas gestas democráticas –no los remedos de actividad política que hoy ofrece, si es que la ofrece–,nadie hubiese participado nunca, la ciudadanía seguiría padeciendo al PRI, no hubiese existido aquel despertar ciudadano a partir del fraude de 1986 en Chihuahua, que se dio precisamente porque se participó con todos los peros en contra, y un largo etcétera que incluye todas aquellas formas de participación que hicieron posible la alternancia democrática.

    Y sí, es verdad: la realidad en México cambió y ha cambiado a mi entender para mal desde que Morena llegó al poder.

    Tan para mal que muchos consideran que no hacer nada será una manera de cambiar o revertir la realidad que no les gusta o no les parece. 

    Y no, hacer nada trae consigo eso: nada.

    Promover la no participación, clamar a los cuatro vientos por qué no se participará, asumir que de la nada puede surgir algo resulta, así, revestido muchas veces de sesudas razones y elevados motivos, una absoluta inutilidad.

    Tan inútil como ha resultado desde hace varios años y hasta hasta el día de hoy, la vieja política: la del PRI, la del PAN, la de sus corifeos y la de sus aplaudidores.

    Decía un prócer panista: México va a cambiar contigo, sin ti o a pesar de ti. 
    Buen momento para recordarlo. 

        

lunes, 19 de mayo de 2025

Estampas de Francisco: hagan lío

Foto: vatican.va


Un equilibrio en tiempos de desequilibrados: eso fue el papa Francisco. 

    Las siguiente estampas fueron vivencias personales que a lo largo de su pontificado me llevaron a esa conclusión.


1. La noticia

Ferviente receptor de newsletters de periódicos en varios idiomas, un desvelo me llevó a abrir el correo a las tres de la mañana del 21 de abril pasado; tanto el del diario El País de España como el del New York Times, de común los primeros en llegar, ofrecían poco de atractivo. 

    Me dispuse a la lectura de la más reciente biografía de Kafka, a cargo de mi biógrafo favorito, Rüdiger Safranski, siguiendo los consejos de Alberto Ruy Sánchez quien, en Elogio del insomnio, recomienda dejar de pelearse con la falta de sueño para disfrutarlo y llenarlo con aquello que esas horas previas al amanecer son capaces de entregar.

    Preparé café y, previo a abrir el volumen, revisé de nueva cuenta el correo. El breaking news era de las 3:20 am y anunciaba la muerte de Francisco, sin dar mayores detalles. En otras redes, la noticia aún no se esparcía; los datos eran pocos, escuetos. Cerré el teléfono y el libro. Poco a poco, la memoria de ese hombre sencillo, combativo, en muchos aspectos ejemplar, comenzó a manifestarse en recuerdos, en andanzas propias, en la primera frase que recordaba de sus homilías: "hagan lío".


2. Un proyecto fallido

Era el año 2014 e invitado por el Programa Partidos Políticos de la Fundación Konrad Adenauer, viajé a Panamá junto a diversas delegaciones de toda Latinoamérica, para dar inicio a un ambicioso proyecto: "100 líderes para el cambio", que pretendía reunir a una generación de liderazgos políticos de la región que, en unos años, accederían al poder en sus respectivos países.

    La visión del proyecto se anclaba en ese ímpetu que el papa Francisco le imprimía a una Iglesia que, con nuevo vigor, buscaba ser cercana y abierta, una presencia constante en la vida de las comunidades. Y ese mismo espíritu debía distinguir a los partidos reunidos en torno a la democracia cristiana internacional, por entonces –y todavía hoy, de manera notoria– estancados, cuando no en franco retroceso, vetustos en sus planteamientos y sus estrategias, enfangados en glorias pasadas que más que orgullo representaban ya el lastre de legados incapaces de adaptarse el presente.

    La intención era, en pocas palabras, colosal. Se expuso durante varios días, se trazaron estrategias, se asumieron compromisos y regresamos a nuestros respectivos países con un ánimo que poco a poco pasaba, al menos en mi caso, del escepticismo al entusiasmo; un primer evento formativo se llevaría a cabo, en septiembre de ese año, en Querétaro, y consistió en un diplomado que, durante una semana, reunió a unos cincuenta liderazgos jóvenes de la región.

    En esa ocasión, y como parte de la ponencia que presenté, hablé de la cuenta corta y la cuenta larga del calendario maya para ejemplificar los distintos tiempos que debe tener la política en su hacer, en su reflexionar y en su promover valores democráticos en las sociedades de Latinoamérica. 

    Y fue esa frase de Francisco, pronunciada en Río de Janeiro durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2013, el llamado que repetí como cierre de mi exposición: "Chicas, chicos, hagan, hagamos lío en nuestros países, en nuestros partidos".

      Duró poco el proyecto. La política partidista se encargó de desmontarlo y de dar un giro a ese esfuerzo para dejarlo en dos productos que, no obstante, fueron impulsados con gran talento: los diplomados, que se realizaron año con año, y la revista y portal de noticias Diálogo Político.


Foto: nytimes.com

3. Francisco en México

Como corresponsal de Diálogo Político en México, escribí sobre la visita de Francisco en febrero de 2016: una breve nota que daba cuenta de su paso por distintas regiones de nuestro país, las más heridas, las más necesitadas de un mensaje de esperanza.

    Apunté, entre otras cosas, los principales señalamientos que hizo frente a la realidad política y social nacional: "la crítica más urgente fue contra la resignación y la apatía, contra el individualismo y el lujo, contra las falsas salidas que ofrecen soluciones inmediatas que lindan con la muerte, contra el cinismo de quienes se vanaglorian de nimiedades fruto del poder mal ejercido".

    Cinco días en los que "habló frente a la clase política de responsabilidad y servicio; frente a los jerarcas de la Iglesia, exigió dejar de dar respuestas viejas a problemas nuevos; frente a altares erigidos en medio de terregales y miseria, afirmó que con el mal no se dialoga, porque siempre habrá de triunfar; frente a los pueblos originarios reivindicó la multiculturalidad y el valor ancestral de las culturas relegadas; frente a jóvenes católicos, instó a perseguir los propios sueños y a guiar estos lejos de la riqueza vacía o la violencia estéril; frente a empresarios, criticó la cultura del descarte..."

    Incomodando, siempre incomodando lo establecido, lo dicho, lo tradicional, la complacencia de quienes repiten fórmulas ya vaciadas de significado para asumirse moralmente superiores.


4. Laudato Si, la ecología integral

La primera encíclica de Francisco fue publicada en el año 2015. Tres años después, la Fundación Desarrollo Humano Sustentable organizó, en la sede de la Universidad Marista de Mérida, Yucatán, el foro "Las bases del Desarrollo Sustentable", al que fui invitado para exponer algunos puntos de vista respecto de sus principales tópicos; titulé aquella ponencia "Lo humano del desarrollo".

    Mi interés, en ese entonces como ahora, distaba mucho de cualquier aspecto teológico o sacro, y se centraba sobre todo en el ámbito social. La Iglesia católica, más que el resguardo de un credo, me resulta mucho más atractiva como institución, una que es, por cierto y junto con la familia, la más antigua de las que ha creado la humanidad.

    A grandes rasgos, la exposición versó sobre el abordaje filosófico del texto de Bergoglio (la concepción de la persona humana en un entorno que se asumía como parte fundamental y determinante de su ser en el mundo); el abordaje político y comunitario (con la subsidiariedad como pilar de la convivencia entre personas y el medio ambiente), y lo político (con la técnica como aliada en el desarrollo de la humanidad, una técnica alineada a mejorar la vida humana de manera armónica con la naturaleza).

    Ahondé asimismo en las distintas rupturas que se detallan en la encíclica: la de la instrumentalización del ser humano y la naturaleza; la de una hiperespecialización que fragmenta y divide el saber sin ser capaz de reunirlo e integrarlo de nuevo; la relativización de los valores humanistas; y las desigualdades, tema que fue toral y quizá de los más incómodos durante el pontificado de Francisco.  

    Junto con la Fundación Castillo Peraza de Yucatán, y la oficina en México de la Fundación Adenauer, aquel evento me permitió un acercamiento a una serie de ideas que, de manera profunda y compleja, refrendaban aquella convocatoria: hagan lío.


5. Un humanismo político más humano

Y el reto era, al final, llevar a la práctica ese hacer lío, ese incomodar, ese salirse de lo ya sabido para explorar posibilidades que exigen audacia e imaginación. El reto es y será siempre la congruencia.

     La oportunidad para ello llegó poco después, cuando por solicitud del director general de la Fundación Rafael Preciado Hernández, me incorporé a la mesa de diálogo que se instaló con motivo de la renovación del Programa de Acción Política del Partido Acción Nacional: un documento que, sin haberse revisado desde inicios del siglo XXI, ofrecía la oportunidad de trazar nuevos derroteros para un partido que pretendía insertarse de nueva cuenta en el siglo XXI; oportunidad para modernizar lenguajes y causas, para actualizar postulados y directrices, para responder a una realidad que cambiaba y cambia haciendo caducos conceptos que ya dicen casi nada a casi nadie.

     Fue entonces cuando quedó en claro que el conservadurismo parasitario que vive en el PAN no pretendía cambiar nada: simplemente hacer un "lavado de cara" que permitiera ufanarse de modernización cuando lo único que ocurría era repetir las mismas fórmulas vacías, caducas, las que habían llevado, en ese momento y hasta el día de hoy, a un conformismo más preocupado por mantener contento un supuesto "voto duro" que aprovechar ese impulso de renovación y actualización que con su hacer y su decir promovía Francisco.

    En la mesa de diálogo, una mayoría cercana a los ideales del partido Vox en España, ultramontana como aquél, cerrada de mente como aquél, cuando no francamente retrógrada, también como Vox, se impuso ante quienes intentamos dar un giro aunque fuera mínimo a los derroteros de la acción política partidista. 

    Por entonces fue también que escuché de los "referentes ideológicos" panistas que "la función social de la mujer" era la maternidad; de los jerarcas partidistas afirmar que se debía asumir la familia como "la unión entre hombre y mujer con fines procreativos"; de la dirigencia nacional que no se podía hablar en las capacitaciones de "perspectiva de género"... 

    Y así, democráticamente, se impuso la doble moral de quienes defendían un statu quo que veía en Bergoglio una amenaza y un peligro para zonas de confort que buscan defender una tradición vetusta, oxidada e incapaz de hablarle a una sociedad en constante y continua transformación. 

    Se perdió, así, la posibilidad de un humanismo político más humano, uno que pusiera en el centro a personas reales y no el ideal torcido de quienes en lugar de responder a la realidad buscan manipularla para satisfacer intereses reducidos, ínfimos y dogmáticos.

    (Los pormenores de la extrema derecha en el PAN durante ese tiempo quedan pendientes para un trabajo detallado y puntual de próxima aparición).

Foto: rfi.fr

6. La Plaza de San Pedro
    

La imagen de Francisco durante la pandemia fue, por sí sola, un mensaje de inmenso poder: la plaza vacía y lluviosa donde antes habría tumultos; el hombre frente al vacío de un tiempo de miedo, de incertidumbre, de dudas y encierros.

    La imagen de esperanza. La imagen de la persona frente a la nada hacia la que avanza, seguramente con miedo, pero cierto de que seguir andando era entonces, como es hoy, necesario.

  

7. Equilibrios en tiempos desequilibrados

En tiempos de Trumps, Mileis y de Bukeles que disfrazan autoritarismo y dogmatismo con la máscara de la tradición, la libertad o la seguridad. 

    En tiempos de Orbans y Melonis, que se encierran en sus propios traumas y pavores para prohibir lo distinto, lo plural, lo nuevo. 

    En tiempos de Voxes, Frentes nacionales y Alternativas alemanas, que promueven visiones idílicas de pasados ya idos, retrógrados, supremacistas y violentos. 

    En tiempos de extremas derechas parasitando y expandiéndose en México, con sigilo o con cinismo, rastreros y megalómanos siempre, Francisco fue un equilibrio valiente, audaz, abierto a lo diverso, dispuesto a abrazar lo diferente, lo lejano, lo ajeno, lo plural.

    Un equilibrio en tiempo de desequilibrios, desequilibradas y desequilibrados. 

    Una inspiración y ejemplo sobre cómo habitar esa "casa común" de la humanidad.

    Gracias por armar lío y ser ejemplo. 

    Gracias por inspirar.