La invitación fue de Liliana López Ruelas, en 2004, quien entonces era directora de la revista La Nación. Desde ese año y hasta 2007, escribí en sus páginas sobre temas internacionales, que en ese entonces seguía con puntillosa atención a través de las ediciones impresas de los diarios El País y ABC de España, así como de las versiones digitales de Le Monde y Le Figaro de Francia, The New York Times y The Washington Post de Estados Unidos, The Guardian de Inglaterra, así como los semanarios galos –también en versión electrónica– Le Point, L'Express y Le Nouvel Observateur.
Casa mes, publicaba en el órgano informativo del Partido Acción Nacional una columna en la que rescataba los que, a mi parecer, representaban las principales noticias en el mundo, comentándolas y buscando enriquecer las páginas de aquel semanario que, no obstante, conocía de tiempo atrás: en la biblioteca familiar, se acumulaban ediciones de La Nación de varias décadas atrás, aunque debo decir que mi conocimiento de la revista era precario e, inclusive, no alcanzaba a valorar su trascendencia en la historia del periodismo en México.

Los primeros días en el CEN fueron de encuentros con rostros conocidos, algunos de mucho tiempo atrás, otros recientes; rescato una anécdota de doña Maru, responsable de que las cafeteras tuvieran siempre provisión del líquido fundamental, que una mañana me preguntó si yo era hijo de mi padre, y ante la respuesta positiva, comentó: "su papá hizo mucho por nosotros; yo trabajé con él desde que era presidente, y antes de irse nos ayudó a todos los empleados a conseguir el crédito para nuestra casa". También conocí, en el área de Comunicación, a "doña Feli", Feliciana Álvarez, fallecida en 2010, septuagenaria secretaria que relataba anécdotas de los fundadores del Partido, que recibía a quienes iban al CEN en busca de información histórica, que aún utilizaba máquina de escribir y quien una tarde me entregó siete gruesos engargolados con los discursos de mi padre en la campaña de 1997: "los dejaron abandonados aquí, y yo los rescaté", me dijo tras dejarlos en mis manos como quien lega un resguardo.
En la oficina que me fue asignada, una foto inmensa de don Carlos Septién en blanco y negro, sentado ante la máquina de escribir en un escritorio repleto de papeles, miraba hacia la cámara; asimismo, una colección de unos treinta tomos de pastas rojas reunía desde el primer hasta el último número editados. Lo primero fue, entonces, hundirse en esas hojas amarrillentas, algunas ya roídas por los años, y estudiar la historia de los contenidos y la imagen a lo largo del siglo XX y principios del XXI.

En el tema de imagen, los principales rasgos eran el paso del blanco y negro a la selección de color, así como la cantidad de fotografías que se incluían para acompañar las notas, que crecían en cantidad y calidad conforme los años pasaban, fruto no sólo de la tecnología sino, además, del interés en la imagen que ha prevalecido de unos años a la fecha; de este modo, los últimos números antes de mi llegada incluían secciones dedicadas, a manera de los apartados de "sociales" de las revistas y periódicos actuales, a reproducir un gran número de fotografías acerca de los eventos en el Comité Ejecutivo Nacional, así como los retratos de editorialistas acompañando la sección de opinión, todo en detrimento, a mi parecer, de la información, que quedaba reducida a, en ocasiones, ser complemento y no fundamento de las notas.

No es sencillo conjugar estas dos condiciones de gobierno y oposición, y el primer desafío apareció con esa edición. El Presidente del PAN había salido de gira a Alemania, con una agenda que incluyó una sesión con la Canciller Angela Merkel; por otra parte, el Gobierno federal presentaba el programa Vivir Mejor, y una entrevista con el entonces secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, competía por el tema de portada. Se impuso, contra mi voluntad, la visita alemana, por insistencia y presión del entonces secretario de Relaciones Internacionales, cuyo nombre no recuerdo pero que en ese momento me hizo tomar la decisión de que no volvería a ceder en esos temas.
El primer equipo integrado para hacer la revista estuvo encabezado por Irma Tello Olvera, como jefa de Redacción; Sergio Rodríguez, como reportero; Ulises Ramírez, en la fotografía; Rosa María Cantero, en Administración y distribución; Gonzalo Tassier, encargado de ilustrar y dirigir el diseño; Jorge Rosas y Adriana Paredes, en la formación editorial; Impresores FOC, con la calidad y el respaldo que requiere todo editor, así como el apoyo siempre constante de la Fundación Rafael Preciado Hernández y de la Secretaría de Comunicación del CEN el PAN, encabezada entonces por Homero Niño de Rivera. Todos ellos entregaron su talento, su dedicación y su espíritu de equipo a una aventura que apenas comenzaba.
II

Como orgullo quedó la portada de la discusión que tuvo lugar en la ciudad de México sobre el tema del aborto: ¿cómo ilustrar el tema sin sangre, sin amarillismo y de manera elegante? La solución, que aún me parece genial –y que mereció un reconocimiento de a! Diseño por portada de revista– fue una "a " minúscula rellena de rojo, de contorno blanco sobre fondo negro, que sin mostrar nada, decía todo.
Por desgracia, nuestra ambición de contenidos de calidad chocaba con la cantidad de personal que se disponía para generarlo, y un mea culpa que nos persiguió durante tres años fue la periodicidad, que no alcanzaba a ser quincenal pues a la elaboración de textos, obtención de entrevistas y formación se sumaba la burocracia del IFE en temas editoriales, que exigía llamar con cinco días de anticipación a la fecha de entrega de la revista impresa para que ésta fuera contada, lo que complicaba aún más las cosas.

Esto, sin embargo, no cejó el esfuerzo del equipo, que más bien decidimos continuar con nuestro trabajo. De este modo, entrevistas a José Woldenberg, Luis Carlos Ugalde, Javier Lozano, Josefina Vázquez Mota, Luis H. Álvarez, Vicente Fox, Alonso Lujambio, Guillermo Padrés, entonces electo gobernador de Sonora –una portada de la que todavía hoy dudo–, Roberto Gil, así como la cobertura de eventos y actividades de las distintas Secretarías y Direcciones del PAN, de dirigentes de Comités Estatales, de senadores y diputados federales y locales, así como las opiniones de panistas destacados y simpatizantes cercanos como Aminadab Pérez Franco, Fernando Dworak, Fernando Rodríguez Doval, Carlo Pizano, Adriana González Carrillo, Carlos Guízar, entre otros muchos tantos cuyos nombres se me escapan, engalanaron las distintas ediciones y, en lo personal, me enseñaron la importancia de que un equipo proponga, actúe y se realice profesionalmente, no bajo un control estricto e incluso, en lo posible, ajeno a los horarios de oficina, pero siempre puntual en entregas, oportuno en las propuestas y atento a los momentos importantes del trabajo (inlcuidos fines de semana, que es cuando se suelen realizar los Consejos nacionales y las elecciones).

Apareció por esa época el libro de Manuel Espino, Señal de alerta, que se me pidió reseñar en La Nación. En un primer momento me opuse, pues conocía el contendio y era un ataque al Presidente Felipe Calderón; sin embargo, el argumento que se me espetó fue concluyente: "somos un partido plural, y se vale disentir". Me alegró que se considerara de ese modo y me di a la tarea, contra mi costumbre y convicción, de leer libros firmados por políticos; escribí la reseña y, lo que no sucedía hacía muchos años, la sometí a revisión, para que días después fuese aprobada y publicada.
La llamada fue desconcertante: ya con la revista impresa, me pedían detener la distribución y esperar, pues la reseña decía cosas que el propio Presidente del Partido haría públicas en esos días; nunca entendí ni qué era lo que decía el texto que luego se haría público, ni por qué se me pedía hacer algo que luego afectaría el trabajo de todo el equipo, pero detuve la circulación. No me cabía ni el enojo ni la frustración, y en ese momento pensé en arrojar el tiraje a la vista de todos en las instalaciones del CEN o en llamar a la prensa para denunciar la censura de la edición.

III
Con la llegada de César Nava a la presidencia del Partido y de Abel Hernández, primero, y luego de Max Cortázar a la Secretaría de Comunicación, el tema de los contenidos de La Nación contó con una libertad que, si de por sí ya era suficiente, permitió seguir ahondadno en nuevos temas, por lo que decidimos crecer la sección dedicada a la actividad de los comités estatales y aquella dedicada a la información internacional: nacieron de ese modo la Ventana estatal y la Ventana internacional.

Fue la época, además, de las alianzas para llegar a la gubernatura de Puebla, Oaxaca y Sinaloa, exitosas en el tema electoral aunque cuestionadas por distintos medios. Se procedió entonces a entrevistar a los candidatos, a ser un respaldo en época de elecciones y también a seguir con la misión inicial de dar testimonio de las actividades del Poder Ejecutivo. De este modo, Rafael Moreno Valle, Gabino Cué y "Malova", la Asamblea Nacional, la elección del Secretario de Acción Juvenil, así como Salvador Vega Casillas, de la Función Pública, la liberación del "Jefe" Diego, la muerte de Juan Camilo Mouriño, las reformas alcanzadas, entre otros más, estuvieron presentes en las páginas de la revista.
En el ámbito cultural, la FIL de Guadalajara, exposiciones de José Clemente Orozco, René Magritte, libros de Gilberto Rincón Gallardo o José Woldenberg, por mencionar algunos, fueron reseñados, con el gusto de poder dedicar uno de los números al décimo aniversario luctuoso de Carlos Castillo Peraza, con los discursos pronunciados por César Nava, Felipe Calderón, Gonzalo Tassier y Esteban Zamora durante la presentación de los libros preparados para esa ocasión en el Museo Nacional de Antropología.

El proceso para definir los contenidos de cada número era como sigue: Irma presentaba una propuesta por sección que estudiábamos, completábamos y corregíamos, según fuera el caso, con base en los datos que cada uno poseía; se distribuían asignaciones entre ambos y los reporteros (para entonces Juan Pablo Castillo se sumó como servicio social a esta labor) y conforme se devolvían los textos solicitados, éstos se enviaban a diseño. El fotógrafo (que para entonces era Luis Soto) entregaba un CD con las fotografías de los eventos cubiertos y entrevistas realizadas y, unos días después, el diseñador entregaba las galeras para redactar pies de foto, corregir pruebas, realizar viñetas y decidir imagen de portada.
Esta especie de ciclo de producción no estaba excento de eventos de última hora, como cuando, ya con Gustavo Madero como Presidente del PAN, comenzó a disfundirse el tema de la deuda de Coahuila, del que La Nación informó por primera vez por conducto de Laura Rojas. En esa ocasión fue difícil decidir, pues el otro asunto que competía con la portada eran los Diálogos por la Seguridad convocados por el Presidente Felipe Calderón; tras sopesarlo, decidimos que si bien las tropelías priistas era de suma importancia difundirlas, era más trascendente que un Mandatario se sentara ante sus críticos y detractores para escuchar argumentos y exponer puntos de vista, por lo que la nota principal terminó siendo esta última.

Siempre me pareció un tanto irónico que algunos panistas de altos cargos complicaran o de plano evadieran entrevistas con La Nación. El caso de Creel es uno significativo; otro, que recuerdo con cierta mofa, es el de quien perdió la gubernatura de Querétaro en 2009, que buscamos por todos los medios y por todos los medios nos dio largas, hasta que en una ocasión, hablando por teléfono con su coordinador de campaña, me dijo enojado que "el candidato estaba muy ocupado recorriendo el estado", a lo que contesté que era posible entrevistarlo vía telefónica en alguno de los trayectos. El sujeto insistió en que era prioridad el recorrido, cosa sin más innegable, y molesto ya por la situación, sólo pude contestar "ni que estuviera recorriendo Chihuahua como para perder todo el día".
La llegada de Gustavo Madero marcó un cambio, impuesto desde el área de administración, que ya reseñé en algún momento (http://www.altaneriasyaltaneros.blogspot.com/2012/02/lo-inseperado-confesiones-de-un-editor.html) y que hizo que la calidad tanto de diseño como de impresión de la revista decayeran de manera considerable. La impericia de los nuevos proveedores hizo mella en una labor que llevaba tres años de limpieza editorial e impresión impecable, con la máxima de que ambos factores son los mejores aliados de cualquier editor.

Sin posibilidad de quejarme frente a nadie, pues el amiguismo se impuso a la efectividad y el bajo precio por un trabajo mal hecho al precio alto pero talentoso –no hay ahorro cuando se cobra menos y se trabaja peor–, y con la consideración de que lo mejor que sé hacer es editar libros y revistas, y que no permitiría que una trayectoria –modesta pero en fin de cuentas propia– se manchara por el desinterés de personas impuestas a la revista, decidí, a principios de febrero, renunciar a la dirección de La Nación, con la satisfacción de, como dijo alguna vez don Carlos Abascal, haber proseguido una tradición editorial "contra viento y marea", con un equipo pequeño pero efectivo, costando lo menos posible al Partido y dejando en cada número horas de insomnio, cariño, dedicación y respeto por el PAN y por quienes me acompañaron en esta aventura.

Me voy, en lo personal, con el orgullo de haber continuado, en la medida de lo posible, ese esfuerzo original; con el gusto de que el trabajo realizado pasará a formar parte de los tomos de pasta dura roja que decoran la oficina de la dirección, y con los buenos deseos de que en lo sucesivo, esa intención de los fundadores del PAN siga siendo la inspiración de quien me releve.
A Rosa María, a Sergio, a Juan Pablo, a Ulises, a Luis, a los tres presidentes del PAN que acompañé y a los cinco secretarios de Comunicación que conocí, no me queda sino agradecerles la confianza y el apoyo. En especial, aprovecho estas líneas para reconocer el talento, la dedicación y el apoyo de Irma Tello: juntos empezamos este proyecto, juntos nos despedimos de él.
(Vita Brevis anteriores:
http://altaneriasyaltaneros.blogspot.com/2010/11/vita-brevis.html
http://altaneriasyaltaneros.blogspot.com/2011/08/vita-brevis-ii.html)
Personalmente tuve la oportunidad de conocer a ese gran equipo de cerca. Algunas veces compartiendo frustraciones, en otras éxitos, y en todas sonrisas.
ResponderEliminarSin serlo formalmente, siempre me hicieron sentir parte del equipo. Con admiración fuí testigo de la dedicación de un equipo pequeño en el que cada uno de sus miembros se partía diez para entregarnos un trabajo de calidad.
Siempre recordaré a Ulises y su magia con la cámara y computadora, la amistad de Sergio, a Irma y los dolores de cabeza que le debí causar por los retrasos y fotos "pixeleadas", y a tí que siempre recibiste al Juvenil con una sonrisa y con un "sí" siempre por respuesta.
Muchas felicidades por su gran trabajo del que muchos fuímos testigos. Seguramente lo mejor está por venir para ustedes. Un abrazo muy fuerte Carlos!
Gracias Marco, de verdad que tus palabras son estímulo y gratificación inmensos! Qué gusto que te lleves esa impresión de nosotros y bueno, aquí seguimos, como siempre, desde la trinchera editorial!
ResponderEliminarUn gran abrazo de vuelta!
Estimado Amigo!
ResponderEliminarDebo comentar que es un gusto el poder haber conocido a un equipo tan profesional como el que armaron ustedes en "La Nación".
Siempre creando contenidos interesantes y siempre con la mejor disposición para que no pudiera hacer una "pequeña" contribución en la revista.
Reconozco y felicito el gran trabajo que hicieron durante todos los números que tuvieron a su cargo, por que se dice fácil, pero de verdad no cualquiera lo logra.
Fue un gusto el poder trabajar y contar el apoyo de Rosy, Irma, Sergio, Ulises, Luis y Juan Pablo durante el tiempo que compartimos tiempos en el Partido.
Se que lo mejor esta por venir, y que esta es solo una pequeña parte de todo el éxito que se merecen.
Un abrazo
Graxias Álvaro! Las contribuciones, siempre bienvenidas, aunque luego el espacio nos traicionaba, jajajaa!!!
EliminarUn gran abrazo y te agradezco mucho tu comentario!
Lo grato y las decepciones muchas veces vienen juntas en las letras es difícil darle gusto a las mayorías, lo que si pasara a la posteridad son esos números y ejemplares, hechos con mas pasión y arrebato, saludos y éxito en lo venidero mi estimado Carlos.
ResponderEliminarHola Carlos. No tenemos el gusto de conocernos, pero creo que cuando acontezca disfrutaremos mucho el encuentro. Mi abuelo fue Tomás Montero Torres, fotoperiodista y compadre de Carlos Septién García, quien hizo aportes muy amplios a los inicios de La Nación: el diseño, las viñetas, los mapas que daban cuenta de la Segunda Guerra Mundial... trabajó en varios periódicos y revistas ilustradas sin dejar sus colaboraciones con La Nación, primero con Septién y después con "el profe" Avilés. Falleció en 1956 por una complicación de la diabetes que padecía. Mi abuela conservó su archivo fotográfico por 40 años antes de cederlo a cuatro nietas: más de 86 mil negativos, de los cuales unos 15 mil son de política -parte la historia fundacional del PAN- y otra parte, menor, de líderes sindicales, comunistas, presidentes, etc. Con tu conocimiento del PAN y de La Nación quizá podamos hacer equipo para un buen libro... Te dejo mi correo y un link a un blog donde damos a conocer las fotografías que vamos rescatando... ¡Con certeza la de Carlos Septién que describes la tomó mi abuelo! Un abrazo Martha Montero archivotomasmontero@gmail.com Link: www.archivotomasmontero.org
ResponderEliminarPor cierto, esa diversidad temática que comentas como premisa de La Nación desde sus inicios, también se ve reflejada en numerosas fotografías... Reportajes críticos y de gran calidad y humanismo. ¡Te encantaría conocer el archivo, créeme!
ResponderEliminarUna acotación... Mi abuelo falleció a los 56 años en 1969... ¡Me equivoqué de fecha! Su acervo va de finales de los años 30 a ese año..
ResponderEliminarGracias!
Martha