(Viñeta: Gonzalo Tassier)
Fue una sorpresa
llegar por primera vez a la Fundación Rafael Preciado Hernández: entrar a la
casona de Ángel Urraza que fuera sede del Comité Ejecutivo Nacional del PAN fue
una evocación de la memoria, de los años cuando mi padre presidía un partido
que crecía y al que poco faltaba para que sus logros no cupieran en cuatro
paredes.
La geografía que recordaba era
distinta. Donde hoy se ubica la sala de juntas era el auditorio en el que se
celebraban los Consejos; la dirección editorial ocupaba el espacio que antaño
fuera del enorme transmisor para los walkie-talkies,
antecesores de los teléfonos celulares; la bodega del tercer piso era la sede
de Acción Juvenil, y el espacio del patio donde ahora se levanta el edificio
del Cedispan era una casa aledaña donde vivían Marcelo y doña Maura, él, chofer
de la Presidencia, ella, encargada de preparar los bocadillos y refrigerios que
mitigaban el hambre en las largas sesiones y juntas.
En esos pasillos conocí por azar a Manuel Clouthier, a Diego Fernández de
Cevallos, a Felipe Calderón, a Antonio Lozano, a Cecilia Romero, a otros cuyo
nombre no recuerdo pero que sin duda fueron, como ellos, fundamentales para
construir el ayer cercano a un presente que se llama la democracia en México.
Acudí a la casona de Ángel Urraza años después por invitación de Germán
Martínez, entonces director general de la Fundación. La reunión fue para
solicitarme un texto que se incluiría en el número 100 de la revista Bien Común y Gobierno, edición que fue
presentada en el Auditorio Manuel Gómez Morin del actual CEN panista, ubicado
en Avenida Coyoacán. Escribí sobre Marguerite Yourcenar y la vena humanista de
su obra, y fue grato encontrar en tal evento a personajes de la talla del poeta
Luis Miguel Aguilar o del fallecido Germán Dehesa.
Conocía poco del trabajo académico de la Fundación Rafael Preciado
Hernández pero me entusiasmó el ánimo y el profesionalismo que se mezclaba
entre sus colaboradores, ajenos a la imagen que por entonces yo me formulaba
del PAN como un partido solemne y distante de los intereses de la juventud.
Nada más equivocado que aquella percepción, fruto de la indiferencia que por
entonces me generaba la política partidista, en la cual jamás creí encontrar
trinchera para quien dedicara sus afanes profesionales al mundo editorial.
La ocasión para un segundo acercamiento se dio en 2003, cuando a
solicitud del propio Germán Martínez se preparó el volumen Ideas fuerza de Carlos Castillo Peraza. A la par, la familia
Castillo López habíamos reunido algunos de los textos más representativos de mi
padre en el libro Apuesta por el mañana.
Ambos títulos fueron publicados a la par y presentados en la propia Fundación;
como oradores estuvieron el presidente del CEN del PAN, Luis Felipe Bravo Mena,
y los precandidatos a la Presidencia de la República Felipe Calderón y Santiago
Creel, además de Gonzalo Tassier, quien había diseñado las portadas.
El evento fue multitudinario, lleno de nombres y rostros que saludaban
con cariño, que recordaban con nostalgia, que relataban anécdotas personales y
que evocaban la memoria del que más tarde fuera llamado “el último ideólogo del
PAN” o el “ideólogo de la transición democrática”.
Junto a estas antologías fue presentada también la novela Volverás, que mi padre dejara inconclusa
a la hora que le muerte lo encontrara en Alemania. Con los tres tomos bajo el
brazo, realizamos otra presentación en Mérida, Yucatán, en la Plaza de Santa
Lucía, en un evento en el que el propio Germán pronunció un discurso del cual
aún retumban los ecos en mi memoria.
La misión estaba cumplida: libros impresos, presentados y, con ello, el
rescate del pensamiento y las ideas que el panismo recibía con sed de una
doctrina en la cual apoyarse para alimentar un Partido que, desde siempre, ha
buscado en la reflexión de sus grandes mujeres y hombres el primer paso para
emprender la acción política.
Los nuevos afanes editoriales
El tercer
acercamiento con la Fundación Rafael Preciado Hernández, este ya definitivo,
ocurrió en 2004, cuando a petición de Sigird Arzt Gonzalo Tassier rediseñó la
revista Bien Común, que por entonces
perdió el apellido “y Gobierno” y
tomó el rostro que, con ligeras modificaciones, ha conservado hasta el día de
hoy. Integraba en esos días la fundación un equipo de colaboradores e
investigadores egresados de universidades que, en teoría, podrían parecer tan
dispares como la UNAM o el ITAM, pero que en la práctica unían esfuerzos para
formar, bajo la dirección de Rogelio Carbajal, un equipo de profesionales que
no sólo elaboraban los diversos documentos de trabajo y estudios que
alimentaban las reflexiones del PAN sino que, además, escribían en las páginas
de la revista.
Por iniciativa de Sigrid Arzt, Bien Común contó con un consejo
editorial de primer orden, que incluía a personajes de la talla de Alonso
Lujambio, Jorge Chabat, Félix Vélez, Rolando García y otros tantos que con
propuestas e ideas frescas a innovadoras decidían los contenidos que darían
forma a cada número; nos reuníamos una vez al mes y cada sesión era conducida
por Alejandra Isibasi, que sustituyó a Rogelio Mondragón en la dirección de la
revista y con quien trabajé durante los siguientes dos años en busca de temas,
de colaboradores, revisando galeras y definiendo los conceptos que aparecerían
en portada.
Luego de las juntas con el consejo venían las
de la Mesa de redacción, que llevaba a cabo la parte de traducir en textos
aquellos temas que se decidían abordar. Integrada por Fernando Rodríguez Doval,
Paulina Lomelí, Coral Macías, Claudio Jones, y otros tanto cuya labor era
alegre, participativa y añadía nuevos temas y nuevas propuestas, en secciones
como las reseñas de libros, las Agendas y otras donde el talento y los gustos
propios –filosóficos, literarios, económicos– encontraban un espacio de
expresión.
En cuanto a la parte gráfica, recuerdo con especial cariño algún número
cuyo tema centra era el populismo, y que Tassier resolvió, lejos de caer n el
lugar común de la fotografía de una marcha, entintando sus dedos y plasmando
cada huella en el papel, dibujando una cara en cada uno de esos seres que
portaban pancartas y conformaban un tumulto de gente-huella; otro, cuyo tema era la ciudad de
México, mostraba un mapa tomado de la Guía Roji al que le faltaba algo, y que
una vez más, Tassier engalanó dibujando un círculo amarillo alrededor de la
urbe. Cada cierre de edición fue, en esa época, una aventura que terminaba casi
siempre entrada la noche, pero que aseguraba calidad tanto en contenidos como
en imagen.
A las labores de la revista se sumó el primer y único volumen de la
revista Políticas Públicas, que
encabezó José Antonio Ardavín, y también la de los libros publicados. Sólo
entonces supe que la Funda, como le decíamos, había nacido de una idea de mi padre,
cuyo antecedente fue el Centro de Capacitación Política, ubicado en la calle
Cerrada de Eugenia. Yo recordaba esas oficinas, remotas en mi memoria, por un
librero en el que él tenía una colección inmensa de dinosaurios d todo tipo:
vasos, rompecabezas, plumas y toda suerte de souvenirs que se acomodaban bajo el lema Domus Dinosaurae. Ahí se editaban libros, folletos y todo los
materiales impresos que aparecían bajo el nombre EPESSA, que fue durante años
la editorial del Partido Acción Nacional.
La Fundación Preciado fue su sucesora, y en esos primeros años del siglo
XXI me tocó revisar, editar y participar, entre otros, en la formación del Programa de Acción Política (2004), de La lucha cívica por la democracia: breve
historia del PAN, de Alejandro Landero y de los dos volúmenes Once temas, el de 2005 y 2006, en los
que se realizaban diagnósticos sobre los principales rubros de políticas
públicas en el país. Además, se creó la colección “Biblioteca Rafael Preciado
Hernández”, que incluyó los títulos Democratización
vía federalismo, de Alonso Lujambio, y Como
un gran movimiento, de Rodrigo Guerra López, y se editó la plataforma
electoral 2006, El México ganador, y
los discursos de campaña de Felipe Calderón Para
que vivamos mejor.
La labor editorial más grande que hasta el momento ha realizado la
Fundación Rafael Preciado Hernández comenzó en 2005, por idea de Alonso
Lujambio, Germán Martínez y Rogelio Carbajal. Consistía en recuperar los textos
de Carlos Castillo Peraza que permanecían dispersos en libros, revistas y
diarios de México y otros países para, con ellos, conformar la mejor lograda
antología de su obra, que a la postre recibió el título de El porvenir posible. Fue un trabajo arduo que, en la parte de
investigación y recopilación, debe mucho a Leticia Fuentes, que se sumergió en
archivos, hemerotecas y bibliotecas de la ciudad de México y de Yucatán para
extraer artículos y ensayos; Miriam Soto, Ezequiel Gil y quien estas líneas
suscribe hicimos la lectura previa y el prólogo, Lujambio y Martínez Cázares,
alentados por el consejo y la generosidad de Consuelo Sáizar, quien desde a
dirección del Fondo de Cultura Económica apoyó la edición de la obra. En la
formación y el diseño, una vez más, Lupina Becerra y Gonzalo Tassier añadieron
un toque de buen gusto y cariño que se sumó para lograr un tomo de más de 600
páginas.
Con este libro se cerraba, en lo personal y casi podría decir, en lo
colectivo, una etapa que nos llevó a muchos de los mencionados en este texto a
sumarnos a las labores del Gobierno federal en sus distintos niveles y órdenes,
cada cual desde su trinchera, con la intención de contribuir a dar los primeros
pasos en un nuevo reto para el Partido Acción Nacional. Se cerraba pues una
época, pero vendrían sin duda otras.
La época actual
Bajo la
dirección de Luis Eduardo Ibáñez, la Fundación Rafael Preciado Hernández
exploró nuevos campos de acción y de trabajo intelectual. Se conformó la
Comisión editorial del CEN del PAN, integrada por María Elena Álvarez de
Vicencio, Juan José Rodríguez Prats y Jorge Lara, entre otros, aunque su
trabajo duró poco dado el cambio de dirigencia, cuando Manuel Espino dejó la
presidencia nacional panista y la asumió Germán Martínez.
En ese lapso aparecieron nuevos libros y siguió publicándose la revista Bien Común, ahora, bajo la dirección de
Armando Reyes Vigueras. Se exploró, además, una nueva veta de intercambio de
ideas, que fue la organización de foros sobre distintos temas. En el ámbito
académico, la dirección de estudios políticos pasó de Claudio Jones a Lorenzo Gómez Morin Escalante; la de
estudios económicos siguió encabezada por Francisco Calderón y el Centro de
Estudios, Documentación e Investigación sobre el PAN (Cedispan), presidido por
Gerardo Ceballos, inauguró un edificio nuevo: un archivo moderno con la
capacidad de almacenar libros, revistas y fotografías que dan cuenta de los más
de setenta años de vida del partido.
Durante ese tiempo también aparecieron los libros Quiénes son el PAN, de Aminadab Pérez Franco, Energía para México y Evolución
del Pensamiento de la Socialdemocracia, de Francisco Calderón, entre las
ediciones que aparecieron en 2007 y 2008; un hallazgo, proveniente de una caja
del archivo de Rafael Preciado Hernández, sacó a la luz un manuscrito inédito
que se publicó bajo el nombre Democracia,
y que se editó como tercer y hasta el momento último tomo de la colección
“Biblioteca Rafael Preciado Hernández”; de la mano, el volumen Ideas fuerza del autor y un foro
organizado en la Universidad Nacional Autónoma de México conmemoraron el
centenario del abogado tapatío.
Carlos Abascal dirigó la
Fundación Rafael Preciado Hernández entre 2007 y 2008, y con él llegó una
lección de integridad, congruencia y humildad que nos marcó a muchos. Recuerdo
que, fruto de los prejuicios injustos, en lo personal temí que la línea
editorial de la revista Bien Común
diese un giro que la alejara de lo académico, cosa que no sucedió jamás pues no
sólo nos alentó a seguir con nuestro trabajo sino que, además, nos demostró que
las creencias personales no se imponen sino que en todo caso se viven con
plenitud, como él mismo lo hizo hasta el último día de su vida.
Por esa época nacieron dos proyectos
importantes que tardaron un par de años en ver la luz: la coedición, con el
Fondo de Cultura Económica, de la reedición del Humanismo político, de Efraín González Luna, y la colección de
cartas entre Manuel Gómez Morin y González Luna titulado Una mistad sin sombras, titánica labor de compilación y anotación
encabezada por Alejandra Gómez Morin.
La pérdida de don Carlos fue dolorosa y, a poco más de un año de su
partida, se editó, ya bajo la dirección de Gerardo Aranda, el volumen de Ideas fuerza que expone su pensamiento,
su pasión por México y su voluntad de servicio a través de la política. Carlo
Pizano estuvo a cargo de la compilación, que no fue sencilla pues hubo que
hundirse en discursos, artículos y entrevistas para extraer aquellas frases que
conforman un volumen exquisito.
Gerardo Aranda impulsó también, en 2010, la edición conmemorativa del
fallecimiento de Carlos Castillo Peraza, que incluye los tres volúmenes Más allá de la política, La plaza y la tribuna y Doctrina e ideología, reunidos por la
familia Castillo López y que incluyen, en el primer ejemplar, textos que el
político yucateco publicó en El Diario de
Yucatán durante sus años de estudio en Europa; en el segundo, discursos
como diputado, como candidato y como presidente nacional del PAN; y en el
tercero, ensayos sobre el pensamiento humanista de Acción Nacional. La
colección fue presentada en el Museo de Antropología de la ciudad de México y
contó, además del respaldo de César Nava, la participación del Presidente de la
República, Felipe Calderón Hinojosa.
De este modo, si bien la Funda ha tenido giros propios del programa de
trabajo de cada director, la labor editorial ha sido siempre alentada y
promovida por cada uno de ellos. No es trabajo menor y requiere de la
dedicación y el amor por los libros, por las ideas, por el pensamiento y la
reflexión que han destacado su actividad desde la primera hora.
Esta vocación continúa y sin duda son muchos los nombres de mujeres y
hombres que faltarán por mencionar: me llegan a la memoria Milagros Recioy,
encargada en alguna época de las becas Linceo; Salvador Abascal, siempre activo
en promover la filosofía, el estudio, la capacitación y la lectura; Irma Tello,
que organizó foros, convocó ponentes y dio un empuje inmenso a este tipo de
eventos que hoy son ya una tradición; María Elena de la Rosa, actual Jefa de
redacción de Bien Común; Javier
Bañuelos, historiador dedicado y comprometido; Javier Brown, colaborador
siempre dispuesto y siempre generoso de Bien
Común; Andrés Ponce de León Rosas, director de Estudios Políticos y
coordinador del más reciente título publicado: Seguridad Nacional en México: una aproximación a los retos del futuro.
A todas ellas y a todos ellos, pero sobre todo a los que se me escapan, a
su dedicación y a su entrega por la causa editorial, por poner en alto la labor
imprescindible y necesaria de la Fundación Rafael Preciado Hernández, aprovecho
para saludar desde estas líneas, con el agradecimiento de quien ha tenido la
suerte de contar a su alrededor con personas de gran calidad humana y enorme
talento profesional. 18 años son, dicen por ahí, mayoría de edad. Yo creo que
la Fundación Rafael Preciado Hernández nació siendo madura, y estas casi dos
décadas son ocasión, más que festejar, para agradecer.
(Este artículo fue publicado en la edición no. 200 de la revista Bien Común, bajo el título "La Funda, resguardo editorial del Partido Acción Nacional: http://www.frph.org.mx/biencomun/biencomun.htm )
La primera parte de esta "Vita brevis" se encuentra en: http://altaneriasyaltaneros.blogspot.com/2010/11/vita-brevis.html
(Viñeta: Gonzalo Tassier)
(Este artículo fue publicado en la edición no. 200 de la revista Bien Común, bajo el título "La Funda, resguardo editorial del Partido Acción Nacional: http://www.frph.org.mx/biencomun/biencomun.htm )
La primera parte de esta "Vita brevis" se encuentra en: http://altaneriasyaltaneros.blogspot.com/2010/11/vita-brevis.html
Emotiva descripción,solo para agradecerte que compartas estas vivencias que nos motivan y estimulan a seguir militando en este nuestro partido y ademas alimentado de tan notorias personalidades. Saludos y dejando testimonio de una institución que se nutre de cultura y la muestra es este estupendo articulo.
ResponderEliminarGraxias Miguel Ángel! El número entero de la revista es, a su vez, un testimonial de vivencias en esa área del PAN que muchas veces se relega pero que a mi parecer es indispensable para el presente y el futuro del partido. Un fuerte abrazo!
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