De pronto, la red se inunda de detractores a un comentarista de radio que, al aire, pide a los automovilistas atropellar a los ciclistas que encuentren en su camino, acusándolos de ser una plaga que azota a la ciudad de México.
La declaración se da en medio de programas intensos para promover el uso de la bicicleta en distintas zonas de la ciudad, una convocatoria que ha tenido buen éxito en zonas como Reforma y que poco a poco se extiende a diversos puntos de la urbe. El comentarista acusa a los ciclistas de no cumplir con el reglamento de tránsito y solicita "aplastarlos para ver si así entienden".
Algunas consideraciones sobre ciclistas y automovilistas, desde la barrera de quien ni utiliza automóvil y mucho menos bicicleta:
1) Hacer cumplir los reglamentos de tránsito para automóviles ha sido una labor imposible en esta ciudad. A diario, miles, quizá millones de veces al día, se transgreden lineamientos de manera flagrante e impune, incluso frente a los oficiales encargados de aplicar multas y sanciones.
2) A lo largo de los años he escuchado miles de disposiciones: prohibidos los vidrios entintados; obligatoriedad en el uso del cinturón; prohibición de niños en los asientos delanteros; penas más fuertes a quienes se estacionen en doble fila; regulación en el uso de transporte público en escuelas, y un etcétera inmenso. A diario, no obstante, podríamos decir que en cada semáforo, se observa a alguien que no cumple y que no es castigado.
3) La suposición de que esta ciudad es transitable en bicicleta es absurda: las distancias son inmensas y yo quisiera ver a muchos de los promotores de su uso recorrer cinco horas a pedal para aparecer sudados en los programas de televisión donde exigen que se utilice más este medio.
4) La idea de asignar carriles a las bicicletas me parece muy adecuado, que tendría que ir acompañado de un reglamento, semáforos, circuitos y toda la infraestructura requerida para optimizar y fomentar su uso. Además, faltaría que, al igual que en el caso de los automóviles, se haga cumplir ese reglamento.
5) Me ha tocado, como peatón, padecer las impertinencias de automovilistas y ciclistas, sobre todo en lo relativo al bloqueo de banquetas, a la invasión de líneas peatonales, a que se pasen el alto cuando uno está a punto de atravesar y las vueltas a la izquierda y derecha, que muchos asumen son incluso por encima del transeúnte que atraviesa en ese momento.
6) Siempre me ha sorprendido el sesgo clasista que al menos en la ciudad de México refleja la posesión de un automóvil. Recuerdo que en la secu de preguntaba: ¿tienes vocho o coche? (victoria para los vochos, hoy son clásicos). Quien no tenía coche era y aún es visto como inferior por utilizar el transporte público.
7) Es impresionante que en las escuelas privadas, muchas madres y muchos padres de familia van a dejar y a buscar a sus hijos en sendos camionetones en los que viaja el padre o la madre, el hijo o la hija y el perro, en un vehículo donde caben 7 u 8 personas.
8) Sin embrago, ni creo que ninguno de los infractores e inconscientes mencionados merezca ser atropellado ni mucho menos que represente una plaga: en todo caso son imbéciles (con o sin licencia), pero no más.
9) Se han presentado intentos (ignoro con qué resultados) de aplicar un reglamento a peatones para que ellos también estén reglamentados en aspectos como el cruzar calles y avenidas en sitios indicados, y otros que ya no recuerdo. Ante esto sólo cabe preguntar quién será el responsable de aplicar estas normas, porque si la policía no persigue ni multa a quien puede huir en su automóvil, sin duda la nueva víctima de la corrupción será quien no pueda escapar.
10) La corrupción que impera en los temas automovilísticos (Verificentros, corralones, grúas, policías) sólo espera tener nuevos reglamentos para trasladarse a nuevos ámbito (parafraseando a Clinton: "Es la corrupción, estúpidos").
9) Se han presentado intentos (ignoro con qué resultados) de aplicar un reglamento a peatones para que ellos también estén reglamentados en aspectos como el cruzar calles y avenidas en sitios indicados, y otros que ya no recuerdo. Ante esto sólo cabe preguntar quién será el responsable de aplicar estas normas, porque si la policía no persigue ni multa a quien puede huir en su automóvil, sin duda la nueva víctima de la corrupción será quien no pueda escapar.
10) La corrupción que impera en los temas automovilísticos (Verificentros, corralones, grúas, policías) sólo espera tener nuevos reglamentos para trasladarse a nuevos ámbito (parafraseando a Clinton: "Es la corrupción, estúpidos").
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