"Dos días después, su casa se convirtió en santuario para su patria y la chusma de la corte no vio una victoria más luminosa que la de él.
Toda la época (por supuesto, a pesar de sus enemigos) lentamente se iba convirtiendo en el tiempo de Pushkin. Todas las mujeres hermosas, las damas de compañía de la emperatriz, los árbitros de la opinión y la moda, los cortesanos de alcurnia, los ministros, poco a poco se transformaron simplemente en los que vivieron en la época de Pushkin. Después quedaron como meras referencias en los libros sobre Pushkin.
Se habla y escribe: la época de Pushkin, el Petersburgo de Pushkin. Pero eso ya no tiene la más mínima relación con la literatura. En los salones palaciegos donde ellos bailaban o murmuraban contra Pushkin, se ven colgados los retratos del poeta, se guardan sus libros y las pobres sombras de los cortesanos han sido expulsadas definitivamente de ahí.
Sobre los magníficos palacios, sobre las casas espléndidas de ellos, se dice solamente: aquí estuvo Pushkin, o por aquí nunca pasó Pushkin. Todo lo demás no interesa. El emperador Nicolás, solemne en su retrato, está en las paredes del Museo de Pushkin; los manuscritos, los diarios y las cartas se valoran sólo si allí aparece esa palabra mágica: Pushkin".
Anna Ajmátova
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