Muchas veces
descalificada, llamada incluso oscura, atrasada y cerrada, la Edad Media es una
etapa crucial y destacable de la historia de la humanidad, no sólo por sus
avances en todas las áreas del conocimiento y la cultura sino, además, por su
extensa duración: casi mil años en los que el género humano rescató el
conocimiento antiguo, lo adaptó a su tiempo y sentó las bases de lo que vendría
después, ya fuera por evolución o por oposición.
Agustín de
Hipona fue parte del medievo como también
Tomás de Aquino, en el ámbito filosófico y por sólo mencionar a los
principales representantes; lo mismo ocurre con la invención del vitral, la
edificación de las grandes catedrales y las universidades de París o de
Bolonia; con la literatura trovadoresca, con el desarrollo de la astronomía que
permitió emprender largos viajes (ninguna época contó, hasta la actual, con
tanta movilidad humana como la Edad Media) y con la química, que tuvo en la
llamada alquimia su principal precursor e impulsor.
Las cruzadas,
por su parte, además de ser una empresa totalmente medieval, tuvieron más allá
de su lado bélico una impronta que trajo a Occidente historias maravillosas,
productos jamás vistos antes, tradiciones de pueblos y civilizaciones que hasta
entonces muchos conocían por leyendas y que sembraron la curiosidad y alentaron
el imaginario colectivo, que vio a Oriente como un mundo nuevo, diverso y
fantástico.
El rescate de
Aristóteles fue posible gracias a las escuelas de traductores de Toledo,
impulsadas por Alfonso X “el Sabio”, y el mayor avance de la ingeniería civil desde
la época romana se dio en la España musulmana, también durante la Edad
Media. El sistema económico y
político del feudo, por su parte, brindó una certeza jurídica, legal y de
protección como el hombre no conoció jamás en la antigüedad, lo que hizo
posible a su vez el desarrollo de grandes centros comerciales como Bizancio,
Alejandría o el Sacro Imperio Romano, sitios donde la mezcla de culturas, el
intercambio de productos y de ideas permitieron llevar de un extremos al otro
del mundo conocido reliquias, especias, pergaminos, mujeres y hombres y un
inmenso etcétera.
(El avance en
los campos mencionados líneas arriba es, empero, sólo una aproximación somera y
que bien vale la pena explorar de acuerdo con el interés particular; no hay
desperdicio en los hallazgos que el lector meticuloso y apasionado puede
encontrar en casi cualquier ámbito del conocimiento humano).
Son muchos los
estudiosos que ahondan en distintas facetas de ese tiempo, pero pocos tan
ambiciosos como Étienne Gilson, que en su libro La filosofía de la Edad Media reúne el pensamiento y las ideas que
nacieron en ese entonces. De igual modo, en el ámbito propiamente histórico,
están Jacques Le Goff, con títulos como En busca de la Edad Media y Lo maravilloso y lo cotidiano en el
occidente medieval, así como Régine Pernoud, con obras como ¿Qué es la Edad Media? y Para Acabar con la Edad Media, que se
encargan de desmitificar y dar su justo valor al medioevo. En el ámbito del
estudio de la literatura, por su parte, destaca el español Martín de Riquer,
autor de la inmensa antología Los
trovadores, donde se compendian obras y vidas de cientos de poetas de la
Francia medieval.
Sin embargo, hay
un escritor que en distintos volúmenes ha logrado hacer una síntesis de la Edad
Media y recrear el mundo, las costumbres, las tradiciones y las rutinas que se
vivían tanto en las nacientes ciudades como en el mundo rural: Umberto Eco,
italiano que a través de la literatura da vida a una época que nos presenta
llena de color, de aventura, de intriga, en escenarios donde el lector se
instala para dejarse llevar por una narrativa ágil, moderna y llena de
conocimiento y erudición.
Entre los
principales libros de Eco están El nombre
de la rosa, que aprovecha el género policíaco para retratar la vida en los
monasterios medievales y los conflictos religiosos entre franciscanos y
dominicos, con los típicos debates de la época acerca de la interpretación de
las sagradas escrituras.
La obra de
Umberto Eco es un acercamiento ambicioso y bien logrado a un mundo ya
desaparecido pero que, no obstante, sobrevive gracias a la imaginación que, sin
caer en la fantasía, es capaz de alumbrar un pasado del que aún queda mucho por
aprender y que bien vale la pena rescatar. Los tres libros mencionados son sin
duda un buen comienzo.
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