jueves, 21 de junio de 2012

A la Edad Media, por la literatura




Muchas veces descalificada, llamada incluso oscura, atrasada y cerrada, la Edad Media es una etapa crucial y destacable de la historia de la humanidad, no sólo por sus avances en todas las áreas del conocimiento y la cultura sino, además, por su extensa duración: casi mil años en los que el género humano rescató el conocimiento antiguo, lo adaptó a su tiempo y sentó las bases de lo que vendría después, ya fuera por evolución o por oposición.


Agustín de Hipona fue parte del medievo como también  Tomás de Aquino, en el ámbito filosófico y por sólo mencionar a los principales representantes; lo mismo ocurre con la invención del vitral, la edificación de las grandes catedrales y las universidades de París o de Bolonia; con la literatura trovadoresca, con el desarrollo de la astronomía que permitió emprender largos viajes (ninguna época contó, hasta la actual, con tanta movilidad humana como la Edad Media) y con la química, que tuvo en la llamada alquimia su principal precursor e impulsor.


Las cruzadas, por su parte, además de ser una empresa totalmente medieval, tuvieron más allá de su lado bélico una impronta que trajo a Occidente historias maravillosas, productos jamás vistos antes, tradiciones de pueblos y civilizaciones que hasta entonces muchos conocían por leyendas y que sembraron la curiosidad y alentaron el imaginario colectivo, que vio a Oriente como un mundo nuevo, diverso y fantástico.


El rescate de Aristóteles fue posible gracias a las escuelas de traductores de Toledo, impulsadas por Alfonso X “el Sabio”, y el mayor avance de la ingeniería civil desde la época romana se dio en la España musulmana, también durante la Edad Media.  El sistema económico y político del feudo, por su parte, brindó una certeza jurídica, legal y de protección como el hombre no conoció jamás en la antigüedad, lo que hizo posible a su vez el desarrollo de grandes centros comerciales como Bizancio, Alejandría o el Sacro Imperio Romano, sitios donde la mezcla de culturas, el intercambio de productos y de ideas permitieron llevar de un extremos al otro del mundo conocido reliquias, especias, pergaminos, mujeres y hombres y un inmenso etcétera.


(El avance en los campos mencionados líneas arriba es, empero, sólo una aproximación somera y que bien vale la pena explorar de acuerdo con el interés particular; no hay desperdicio en los hallazgos que el lector meticuloso y apasionado puede encontrar en casi cualquier ámbito del conocimiento humano).


Son muchos los estudiosos que ahondan en distintas facetas de ese tiempo, pero pocos tan ambiciosos como Étienne Gilson, que en su libro La filosofía de la Edad Media reúne el pensamiento y las ideas que nacieron en ese entonces. De igual modo, en el ámbito propiamente histórico, están Jacques Le Goff, con títulos como En busca de la Edad Media y Lo maravilloso y lo cotidiano en el occidente medieval, así como Régine Pernoud, con obras como ¿Qué es la Edad Media? y Para Acabar con la Edad Media, que se encargan de desmitificar y dar su justo valor al medioevo. En el ámbito del estudio de la literatura, por su parte, destaca el español Martín de Riquer, autor de la inmensa antología Los trovadores, donde se compendian obras y vidas de cientos de poetas de la Francia medieval.     


Sin embargo, hay un escritor que en distintos volúmenes ha logrado hacer una síntesis de la Edad Media y recrear el mundo, las costumbres, las tradiciones y las rutinas que se vivían tanto en las nacientes ciudades como en el mundo rural: Umberto Eco, italiano que a través de la literatura da vida a una época que nos presenta llena de color, de aventura, de intriga, en escenarios donde el lector se instala para dejarse llevar por una narrativa ágil, moderna y llena de conocimiento y erudición.


Entre los principales libros de Eco están El nombre de la rosa, que aprovecha el género policíaco para retratar la vida en los monasterios medievales y los conflictos religiosos entre franciscanos y dominicos, con los típicos debates de la época acerca de la interpretación de las sagradas escrituras.




Ya en un ambiente moderno –los años setenta–, El péndulo de Foucault narra las aventuras de tres editores italianos que buscan hacer una colección que reúna títulos sobre el saber hermético de la Edad Media, un vasto compendio donde se mezclan las ciencias ocultas, las herejías, las leyendas y un amplio cúmulo de sabiduría que suele escapar de la narración histórica.




Otro gran texto sobre la última etapa medieval es Baudolino, novela en la que el personaje principal vive la caída de Bizancio, con la tercera cruzada como telón de fondo y la mítica búsqueda del Grial, tema de suyo apasionante aunque muchas veces tergiversado y manipulado hasta la saciedad tanto en la literatura como en el cine que caen fácilmente en la mentira o la interpretación histórica superficial.


La obra de Umberto Eco es un acercamiento ambicioso y bien logrado a un mundo ya desaparecido pero que, no obstante, sobrevive gracias a la imaginación que, sin caer en la fantasía, es capaz de alumbrar un pasado del que aún queda mucho por aprender y que bien vale la pena rescatar. Los tres libros mencionados son sin duda un buen comienzo.





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