La décimo
segunda emisión del Festival Iberoamericano de Cultura Musical Vive Latino 2011
fue una ocasión para encontrarse con un buen número de bandas protagónicas del
rock en esa región del planeta: los argentinos de Babasónicos, Enanitos Verdes
y Charly García, los españoles de Jarabe de Palo o el esperado reencuentro de
Caifanes, de México, reunieron a más de 150 mil asistentes en tres días de
conciertos, los pasados 8, 9 y 10 de abril.
No obstante, otra de las grandes bondades del Vive Latino es la
posibilidad de escuchar a músicos que no cuentan con la trayectoria o con la
difusión de los llamados “clásicos” del movimiento del rock en español, pero
que poseen la calidad y el talento para figurar entre las promesas que se han
generado en los primeros diez años del siglo XXI.
En esta categoría, Rana Santacruz saltó al escenario el primer día de ese
concierto con un concepto no sólo distinto sino además muy poco explorado en la
música nacional, y que es el rescate del folclore mexicano y su mezcla con
ritmos más novedosos como el rock, el ska, la balada o el pop, empleando para
ello instrumentos clásicos como el acordeón, el violín, el banjo, el guitarrón
o la trompeta.
Como lo hiciera Café Tacuba a principios de los noventa, así como los
Celtas Cortos con el folclore celta y los Fabulosos Cadillacs con la salsa
–aproximadamente en la misma época– o Carlos Vives con el vallenato colombiano, Rana Santacruz mezcla el son, las
rancheras, el mariachi, el corrido y una variedad de ritmos de México para lograr un sonido original, teñido de
los acentos de la cultura musical más tradicional del país, a la que, a su vez,
se suman letras en las que se abordan temas sociales, románticos, de despecho o
de nostalgia, en los que se pueden percibir los ecos de Agustín Lara, Chavela
Vargas y José Alfredo Jiménez.
El material con el que el grupo debutó en 2010 lleva el título de Chicavasco, del que destacan temas como
“No puedo más”, “El ranchero punk”, “Cajita de barro” o “Yo sé”,
representativos de un género ecléctico, novedoso y capaz de ser una puerta para
descubrir la riqueza y la variedad de esa música mexicana que constituye un
legado que sin duda todavía puede apuntalar a nuevos intérpretes: Rana
Santacruz es un buen ejemplo de ello.
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