Simplemente: The Beatles
Trabajo visual, trabajo de medios
La toma abarca el escenario, improvisado estudio al centro de una bodega donde las cámaras flotan por rieles que se extienden a lo largo del techo; las hay que bajan, atadas a los brazos de grúas pequeñas y medianas; cámaras de piso, testigos constantes, ojos móviles que entre acorde y acorde aparecen de pronto, sin verlos venir; hay otras que miran de lejos. George Harrison levanta la taza asentada en el amplificador, bebe un último sorbo y la devuelve a su sitio; empuña una Fender y sale de cuadro. Nadie en el escenario. Corte y final del proyecto que filmaría sin pausas el trabajo de estudio, labor creativa que, en el caso de The Beatles, sucedía entre cuatro, con base en la idea solitaria, surgida en la intimidad de una composición que será un rasgueo primero, secuencia simple de acordes y palabra tras palabra tras palabra, hasta ser canción.
La idea de registrar en video cada paso fue de Brian Epstein, promotor y descubridor de The Beatles, en la mítica Caverna de Liverpool en 1961; él dirigiría la imagen y la publicidad de la banda para llevarlos de las primeras giras por Hamburgo y ámsterdam hasta los viajes a Estados Unidos y Oriente, cuando el contrato incluía un fuerte insumo para promoción. Las principales revistas estadounidenses de 1964 (Time, Newsweek, entre otras), así como la radio y la imagen del grupo, contribuirían a despertar aquel fenómeno inédito en su momento, la beatlemanía, el sueño de todo promotor comercial: convertir su producto en una marca que, en este caso, incluía innovaciones como el cabello largo apenas lo suficiente para tapar las orejas, la actitud despreocupada de cuatro jóvenes apenas salidos de la adolescencia que sonaban todo el día en la radio y aparecían de igual forma en la televisión, en blanco y negro. De este modo, Epstein conseguía utilizar, también como nunca nadie antes lo había hecho, los medios masivos de información para literalmente crear un público adepto que llegaría a la música de lleno, luego del antecedente Elvis, con el sonido Beatle, mucho más fresco e innovador que el del llamado Rey, presente en todo momento mediante promocionales rudimentarios que construyeron la fórmula publicitaria para las bandas que vendrían detrás. Las cámaras de video estarían presentes durante todas las giras, grabaciones, filmaciones, tomas fotográficas y demás eventos que presidiera la banda, hasta llegar a la idea de registrar por completo el trabajo en el estudio artificial, montado ex profeso y que a manera de ciclo cerraría con un fracaso rotundo ese intento de grabación: el ánimo era otro que el de aquellas primeras giras, las divisiones internas y los roces de una convivencia interrumpida pocas veces durante casi 15 años cobraban su cuota en el trabajo diario, que claramente quedan plasmadas en el rodaje de la película Let It Be, llevado a cabo por idea del cineasta Michael Lindsey-Hogg. No obstante, quedarían horas de grabación suficientes para que todavía cinco déca-das después pudiese elaborarse la llamada Antología de The Beatles, cinco discos con más de diez horas de entrevistas, videos y todo un trabajo de investigación que recorre una historia en muchos aspectos a la de los años más apresurados del siglo XX.
Del estadio al estudio
Esa novedad en el manejo visual de un grupo musical trajo consigo una fama que en poco tiempo fue imposible disimular. Comenzaron los gritos en los conciertos, las carreras detrás de las limusinas para conseguir una foto o una firma, los desmayos y esa catarsis que a través del rock comenzaba a manifestar la voz que la juventud requería como expresión, en un Occidente, el de los años sesenta, acomodado en sus propios logros y al que la nueva generación comenzaba a exigir algo más. "Nosotros éramos los únicos cuerdos de aquella experiencia", comentó alguna vez John Lennon, casi como defensa ante una época que, también en palabras de aquél, "nos consumió la juventud siendo The Beatles". Crecía de este modo la cultura musical moderna, separada del jazz y de la canción tradicional o folclórica que llenaba hasta entonces los auditorios formales. Un nuevo estilo contagiaba a las juventudes y anticipaba una revuelta que abarcaría todos los niveles de la vida pública y privada, el final de aquella década y sus convulsiones sociales, que alcanzaron también a The Beatles y los llevaron a cancelar las presentaciones en público.
La decisión de suspender giras y conciertos fue fruto no sólo de los gritos que hacían inútil cualquier intento de ofrecer interpretaciones de mayor calidad al público; un redoble espectacular o un solo de guitarra quedaban opacados por la estridencia de estadios saturados, donde comenzó a ser más importante ver que escuchar. Asimismo, la propia evolución musical del grupo los llevaba a experimentar sonidos cada vez más difíciles de reproducir en vivo, cuando el uso de nuevos instrumentos, la edición de estudio y la labor de George Martin conjugaban piezas elaboradas que en ese entonces, sin samplers ni programación de sonidos o sintetizadores, resultaba imposible interpretar ante la audiencia: queda alguna presentación en la que, a duras penas, las guitarras y las voces superpuestas de "Nowhere Man" logran adecuarse a la pista original.
Antes había sido más sencillo. Un grupo novel que encontró la forma de despertar el apoyo juvenil con canciones melosas y de temáticas repetidas: amor colegial, de escuela, las mismas palabras y una variedad limitada de ritmos y acordes que arrojaban melodías cortas pero pegajosas, ideales para repetirse con el tarareo o el silbido. "Love Me Do", "Please Please Me", "PS I Love You", "I Wanna Hold Your Hand" (todas de 1962 a 1964), entre otras, representaban el talento de la banda para captar el espíritu de su tiempo. Los viajes, las nuevas experiencias y, en particular, el hallazgo de la marihuana en Estados Unidos, de la mano de los beatniks y Bob Dylan, abrieron la percepción y la creatividad para transformarse en esa búsqueda que nunca negó experimentar con aquello que tuviera a su alcance. Y es precisamente el álbum Help (1965) el que representa un parteaguas en el estilo Beatle, con piezas que aún suenan a esa primera etapa pero que ya arrojan el antecedente de lo que serían Rubber Soul (1965) y Revolver (1966), producciones, estas dos últimas, que se pretendió salieran a la venta como un disco doble y que podrían considerarse como una etapa que revolucionaría la música de The Beatles para ya no dar vuelta atrás. Cabe mencionar que será el talento de John Lennon, sobre todo, aunque secundado de cuando en vez por George Harrison, el que más se dedique a esa exploración de nuevos sonidos, como aquel efecto primitivo que consistió en acercar la guitarra al amplificador durante la grabación de "I Feel Fine", para obtener así la primera distorsión, antecedente casi accidental de un estilo que hallaría en Jimi Hendrix su máxima expresión. Mientras tanto, la calidad lírica de Paul McCartney seguiría más cercana a la primera época Beatle, retomando los acordes y las composiciones melosas pero ya bajo la aparente premisa de entregar piezas que nunca quedaron detrás y que reúnen, de algún modo, la parte de mayor y más constante continuidad en el estilo de la banda.
Esta cualidad individual de componer se repite a lo largo de esos tres álbumes: en Help, Rubber Soul y Revolver es posible notar la influencia de Lennon en canciones como "It's Only Love", "Help", "Norwegian Wood" o "Tomorrow Never Knows", que representan esa inconformidad ante un estilo que crecía conforme lo hacían los propios Beatles; por otra parte, el sello distintivo de McCartney aparece, en esos mismos álbumes, bajo temas como "Yesterday", "I'm Looking Through You", "Eleanor Rigby" o "Here, There and Everywhere", que conservan y consolidan el hacer musical más tradicional de The Beatles. En las grabaciones siguientes ocurriría lo mismo, hasta que la inserción de sonidos de orquesta, las cacofonías y otros recursos terminaron por llenar los vacíos para los que ya no alcanzaban las guitarras, el bajo, el piano eléctrico o la batería de Ringo Starr, este sí, en las pocas canciones de su autoría, fiel a un espíritu lúdico que apenas contribuía con alguna frase ocasional de originalidad (Lennon asegura que la combinación a "Hard Days Night" fue ocurrencia de Ringo). De este modo, la psicodelia, el LSD y los últimos cuatro años de los sesenta tendrían efectos en el consciente y el inconsciente de The Beatles, pero también la meditación oriental, los sonidos de la cítara y la música monotonal hindú.
La cima: orquesta, leyenda, silencio
El último salto y sus dimensiones apenas se asomaban. 1967 trajo consigo dos álbumes, Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band y Magical Mystery Tour, justo después de que el grupo decidiera no tocar de nuevo en vivo y tras una serie de incidentes que comprometían en ocasiones su seguridad: la enemistad con la dictadura filipina ("es la última vez que vamos a un país de locos"), líos por posesión de drogas, las declaraciones de un Lennon siempre polémico que proclamaba a The Beatles más populares que Jesucristo, provocación a la ira de quienes terminaron por quemar en colectas públicas discos, revistas o afiches; la gira de 1966 por Estados Unidos reflejó el descontento en los lugares vacíos de estadios que años antes desbordaban (con la colaboración de una prensa que titulaba sus primeras planas "Acuden sólo 50,000"), y añade McCartney que se miraron al final del último concierto internacional en Candelstick Park, luego de cuatro años continuos de giras, como diciendo que aquello ya no podía ser lo mismo, que "lo hecho por cada uno afectaba a los cuatro", que lo hecho por los cuatro ya estaba más allá de lo que podía tocarse en vivo. John Lennon partió a actuar en una película en España, acompañado de Ringo Starr, Paul McCartney haría la música de una película y George Harrison pasaría dos meses en la India, donde convivió con el citarista Ravi Shankar.
La vuelta fue al estudio, para grabar las canciones que conformarían el Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, aparecido en 1967, máxima expresión del grupo como esa individualidad acompañada por el talento del conjunto. Pensado como un disco temático y continuo por Paul McCartney (quizá como resultado de la experiencia de musicalizar un filme), es en fin de cuentas muestra de la cima de un trabajo ambicioso de producción, sin considerar si las canciones se deberán reproducir ante algún público, y que todavía hoy representa el disco más importante de la historia del rock; las dos primeras canciones la homónima del nombre del disco y "With a Little Help Form My Friends" fueron las únicas que se apegaron a la intención original de continuidad, aunque el resultado final es, desde su portada, una saturación del espacio, ya sea visual o auditivo, así como el espejo de una época que se desbocaba y manifestaba un cambio que sacudía el hacer musical de la banda, arrojando, como última pista, "A Day in Life", con frases inéditas en las letras e intermedios orquestados, estridentes, que ascienden hasta un clímax para caer y despertar frente a la alarma de un reloj.
La saturación de sonidos, que no exceso de música, característica de aquella producción se repite en un disco aparecido a finales de ese mismo año (1967), que incluye en su cara "A" los temas de la película Magical Mystery Tour, que así como las anteriores (A Hard Days Night y Help) parecieran dirigidas más a publicidad que a un trabajo cinematográfico serio. El lado "B" incluye los sencillos que el grupo promovió por esos meses, en los que siguen apareciendo los rasgos característicos del McCartney Beatle y de un Lennon que, de nuevo, experimenta: "Strawberry Fields Forever", "I'm The Walrus" y "All You Need Is Love" (que fue interpretada y grabada en vivo, en un estudio con unos 30 invitados, y emitida en la primera transmisión satelital de la historia, por idea de Brian Epstein, fallecido en 1967), frente a "The Fool on The Hill", "Penny Lane" y "Hello, Goodbye" (de la que harían el primer video promocional en la historia de la música). Y es quizá esta suma de elementos novedosos, de cosas nunca hechas, vistas o escuchadas, la que daría alimento a un rumor comenzado dos años más tarde, el 12 de octubre de 1969, con una llamada telefónica a una estación de radio de Detroit que conminaba al locutor a seguir una serie de pistas, dispersas en los distintos discos de The Beatles, donde hallaría las claves para deducir que Paul McCartney podría haber fallecido a finales de 1966, justo cuando la banda decidió dejar de presentarse en vivo.
(A partir de ese momento aparecieron en escena una larga serie de teorías que comprobaban la muerte de McCartney, señales escondidas y encontradas de manera a veces increíble tanto en las canciones como en el arte de aquellos dos últimos discos, y los que seguirían. La historia y la exposición detallada de las pruebas y los hechos se encuentra en el libro The Walrus Was Paul, de R. Gary Patterson (Fireside), y van desde la presencia de guantes de conductor y automóviles, de insignias determinadas, de señales en códigos oscuros, del color, la forma y la posición de los instrumentos, e inclusive la posibilidad de reflejar el título del disco el que aparece en el bombo, al centro ante un espejo de perfil para hallar la fecha exacta del deceso, todo en la portada del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band... De igual modo, se comentan indicios del rumor en el hecho de que ni el disco ni su empaque dicen en parte alguna el nombre del grupo, tan sólo las flores rojas que, si se considera el círculo de flores que aparece al final, dirían "Be At Leso" (Está en Leso), donde Leso sería una isla comprada por John Lennon que asimismo guarda el cuerpo de McCartney, y en mi opinión y gusto, a Morrison, Hendrix, Janis y Harrison... La fecha de aparición del álbum corresponde, empero, al tiempo cuando The Beatles decidieron dejar de tocar en vivo, lo cual se considera como refuerzo para afirmar el supuesto fallecimiento... Es también cuando aparece el nombre de Billy Shears (en la introducción al primer tema), quien se supone sustituye al difunto, obviamente hasta el día de hoy... El número de pruebas se extiende, en fin, en el arte y canciones de los discos siguientes, hasta donde alcance la imaginación del observador obsesionado y dispuesto a quedarse sólo con la imagen y pasar por alto esa continuidad y constante presente, durante toda la historia de la banda, en las producciones de McCartney.)
Teorías aparte, el trabajo de The Beatles prosiguió cuesta arriba, pero en una especie de sentido contrario, pues de aquellos espacios poblados y coloridos de la psicodelia pasaron a la que algunos consideran la mejor de sus producciones, el White Album, compuesto casi en su totalidad durante una larga estancia del grupo en India. El disco refleja sin lugar a dudas ese encuentro, esa búsqueda que pasa de un Occidente cromado y saturado a un Oriente donde el vacío y el autoconocimiento se conciben como ideal; ambos serán distintivos y se manifestarán, en lo visual, por ese vacío de la portada, el color blanco y apenas un realce que indica el nombre de la banda; en lo musical, el disco es considerado la más pura expresión de cada músico, ya no como grupo sino como individualidad, canciones que abandonan las instrumentaciones cargadas y vuelven a una esencia musical rica en experiencia pero ya sin necesidad de demostrarlo en la plenitud expresiva de los compases. También es en el White Album donde George Harrison aparece más veces como autor de temas que ya alcanzan la calidad de McCartney y Lennon ("While My Guitar Gently Weeps", "Savoy Truffle", "Piggies"), quienes, por su parte, acentúan estilos que sólo por su desarrollo musical a lo largo del tiempo ponen otra duda a cualquier teoría sobre la supuesta muerte de McCartney: "Blackbird", "Mother Nature's Son", "Ob-la-di Ob-la-da", "I will" son casi imposibles sin los grandes temas anteriores que lo caracterizan.
Ni más arriba ni más abajo
La muerte de Brian Epstein en 1967 dejó, al menos en la parte organizativa y comercial, una falta de dirección que de inmediato se tradujo en distintos y nuevos esfuerzos: una tienda de ropa y una compañía de grabación con la premisa "aquí no hay que suplicar"; The Beatles convocaron a los artistas anónimos para que enviaran su trabajo al estudio Apple, y en poco tiempo llovieron cintas, libros, guiones y toda suerte de proyectos de los que se rescatan, sobre todo, el de James Taylor. No obstante, al perder guía, la banda se refugió en las enseñanzas y la meditación trascendente del Maharishi Mahesh Yogi, tratando de dirimir la tensión y el desinterés de su propios integrantes. Paul McCartney y Ringo Starr permanecían enfocados en el trabajo colectivo, pero la presencia de Yoko Ono en la vida de John Lennon y el casi total interés de George Harrison por la música hindú llevaron a fricciones, querellas y hartazgos, en parte suscitadas por estos factores y también producto de un grupo que parecía haber llegado a su tope natural: el White Album parecía insuperable y sólo la aparición de una nueva película y su disco correspondiente, Yellow Submarine, pareció mitigar por un instante las tensiones que sin embargo aún podrían superarse para producir dos discos más.
Las circunstancias que acompañaron la aparición del último material de The Beatles, Let It Be, son extrañas y parten de que, a pesar de haber salido a la venta en 1970, fue grabado justo después del White Album, con la idea de crear un álbum sencillo otra vez, ya no como aquél en parte fruto del vacío, del blanco, sino articulando un sonido de banda más pleno y completo; sin embargo, la banda venía del enfrentamiento con sus primeros grandes conflictos, desgastada pero con una nueva idea, la bodega donde se instalaría un estudio, sin orquestas, para dejar de nuevo el primer plano a una de las muestras más representativas y mejor logradas del sonido Beatle. En lo personal, la banda llegó a su límite: la cámara registra las confrontaciones y los desacuerdos durante la grabación, un grupo que intentaba ser lo que sabía ser sin la voluntad o el ánimo suficientes para soportar la convivencia mutua, la presencia de Yoko, los reflectores que iluminaban la escena para camarógrafos andando de un lado a otro, el desplazamiento continuo de ojos que, como los de Argos, miraban desde cualquier parte. The Beatles abandonaron aquel estudio y terminaron la grabación del disco en el estudio (hasta ese momento intitulado Get Back, nombre acuñado por McCartney), donde la voluntad no alcanzó siquiera para la producción y el material fue guardado, para concluir aquel intento con las bodas de Lennon con Yoko y de McCartney con Linda Eastman. Aparecieron los temas "Get Back" y "Don't Let Me Down" en un sencillo que llevó a The Beatles a su último concierto, 30 de enero de 1969, en el tejado del propio estudio Apple.
La banda tomó un descanso que relajaría los ánimos, para volver poco después a grabar el que sería el último disco, Abbey Road; los cuatro sabían que se reunían para no hacerlo más, por lo que la voluntad, de manera paradójica, se compuso y tuvo como fruto uno de los trabajos más representativos de la banda, donde, cabe mencionarlo, los dos temas principales pertenecen a George Harrison ("Something" y "Here Comes The Sun"), mientras que las contribuciones de Lennon ("Come Togheter", "Because", "I Want You", última grabada por el grupo, el 20 de agosto de 1969) y McCartney ("The End", "Oh! Darling", "You Never Give Me Your Money") permanecen, cada una por su lado, en el habitual estilo particular, experimentos que ya no requerían de orquestaciones ni grandes acompañamientos, que no superan lo hecho uno o dos años antes pero que coronan el hacer musical de The Beatles.
Quedaba todavía Get Back, enlatado, aquel álbum pensado por McCartney como uno de rock sencillo, grabado un poco antes pero descartado por unanimidad. En 1970, Lennon y el productor estadounidense Phil Spector hicieron una mezcla del material, dejando de lado a George Martin y a McCartney, en una labor que incluso cambiaba el nombre del álbum y cuya influencia está presente, sobre todo, en "Across The Universe" y "The Long and Winding Road" (las versiones originales de las canciones aparecieron en 2003, en el disco titulado Let It Be... Naked). Si bien es posible escuchar de nuevo la mano del trabajo de estudio, esta vez de Spector, los temas que conforman los dos últimos discos de The Beatles representan el final de un carrera larga e intensa, un camino musical que comenzaba en series sencillas de acordes y terminaba volviendo a esa simpleza, ya con la calidad alcanzada a cuestas, con el resultado de casi 15 años seguidos acompasando estilos, adaptando esquemas, llevando la música por cimas de calidad y popularidad que nunca había alcanzado, fruto no sólo del empeño de los músicos sino del esfuerzo complejo y también novedoso de quienes entendieron que su tiempo vivía una revolución no sólo de formas de pensar y de actuar, sino de promocionar y llevar a un grupo de muchachos de Liverpool hasta donde su propio sonido se pudo escuchar y, aún hoy, se escucha.
Seguiría el trabajo en solitario, acentuando los estilos que distinguieron a cada uno. John Lennon continuó su camino de experimentos por la protesta política y la canción contestataria; Ringo Starr confiaba en esa liviandad de carácter y estilo que distinguió sus temas dentro de The Beatles ("Octopus's Garden", "Don't Pass Me By"); George Harrison profundizó en la música oriental y adaptó en lo posible aquellos estilos a sus composiciones; Paul McCartney tomó el camino comercial, en distintas bandas y sin poder jamás despegarse del todo (y quizá también sin quererlo) de aquel sonido Beatle. Durante los años que van del 10 de abril de 1970, fecha en que McCartney anuncia su salida de la banda, hasta el año 2006, han aparecido también distintas recopilaciones que pueden considerarse "oficiales": los discos rojo y azul, las grabaciones en vivo en los estudios de la BBC y las tres antologías que cuentan con el respaldo visual de cinco discos más, entre otros.
De este modo, un grupo que revolucionó la historia de la música, que fue catalizador de las emociones e inquietudes de su tiempo, así como el reflejo de una década, la de los 60, que en cada una de sus portadas pareciera representar lo más significativo de cada año, un grupo que logró llevar la fama a caminos jamás andados y formuló así el modo moderno de hacer música: un buen sonido distintivo, una personalidad sobresaliente, una producción de calidad, la promoción y la presencia suficientes para llegar a cualquier rincón del orbe. The Beatles supieron emplear, también por primera vez, todos los medios a su alcance para llegar a ser lo que fueron y son hoy: la publicidad, las entrevistas, la moda, el escándalo, la grabaciones en video, las tecnologías de instrumentos y de grabación, así como ese nuevo invento que por entonces cobraba un auge que pocos, entre ellos Brian Epstein, fueron capaces de aprovechar, la televisión. Todo esto conjugado fue, con el llamado Cuarteto de Liverpool, una combinación exacta, un equilibrio que creaba su propio centro y lo superaba conforme dos mentes, las de Lennon y McCartney, abrían la música a posibilidades que se llaman, precisamente, como The Beatles.
(Publicado en etcétera, septiembre de 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario