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Si las encuestas que han aparecido en los últimos días son capaces de anticipar un resultado para la elección del próximo 1 de julio, todo parece indicar que el ganador en la contienda será Andrés Manuel López Obrador.
A reserva, no obstante, de lo que ocurra en las próximas horas, tanto el candidato de Morena como su partido parece que contarán con una presencia a nivel federal y local que les permitirá una activa y sólida participación en la vida pública del país.
La posibilidad de que ambos escenarios se tornen realidad obliga a una pregunta clave para el futuro del país: ¿qué oposición fungirá como contrapeso ante un candidato que logró captar el descontento hacia los otrora tres grandes partidos del sistema político mexicano, y que asimismo supo capitalizar ese desprestigio para hacerse de la victoria?
El PRI, por una parte, cargará el estigma de la cínica corrupción y la impunidad que caracterizó al actual sexenio; para el caso del PRD, todo parece indicar que la pérdida de cuadros, liderazgos y electores lo dejarán en una posición minoritaria tanto en el Congreso federal como en el nivel estatal y municipal. Movimiento Ciudadano, por su parte, será con mucha probabilidad quien logre un mayor crecimiento por lo menos los tres niveles de gobierno.
¿Y el PAN? ¿Qué saldos quedan luego de un proceso interno destructivo, de una campaña incierta, de un abandono de su voto tradicional y de un desdibujamiento claro de los valores, las causas y los programas que históricamente había abanderado?
A reserva, no obstante, de lo que ocurra en las próximas horas, tanto el candidato de Morena como su partido parece que contarán con una presencia a nivel federal y local que les permitirá una activa y sólida participación en la vida pública del país.
La posibilidad de que ambos escenarios se tornen realidad obliga a una pregunta clave para el futuro del país: ¿qué oposición fungirá como contrapeso ante un candidato que logró captar el descontento hacia los otrora tres grandes partidos del sistema político mexicano, y que asimismo supo capitalizar ese desprestigio para hacerse de la victoria?
El PRI, por una parte, cargará el estigma de la cínica corrupción y la impunidad que caracterizó al actual sexenio; para el caso del PRD, todo parece indicar que la pérdida de cuadros, liderazgos y electores lo dejarán en una posición minoritaria tanto en el Congreso federal como en el nivel estatal y municipal. Movimiento Ciudadano, por su parte, será con mucha probabilidad quien logre un mayor crecimiento por lo menos los tres niveles de gobierno.
¿Y el PAN? ¿Qué saldos quedan luego de un proceso interno destructivo, de una campaña incierta, de un abandono de su voto tradicional y de un desdibujamiento claro de los valores, las causas y los programas que históricamente había abanderado?
Para Acción Nacional, me parece, sigue una ruta que deberá recorrer en dos vías paralelas: la recomposición interna, por un lado, y su labor opositora frente al desenlace de un proceso electoral que hasta el momento no le ha favorecido en ningún momento.
Por lo que toca a la recomposición interna, son muchos los agraviados, los relegados, los líderes y perfiles que quedaron fuera del entorno partidista a raíz de que la designación de candidaturas fue el único método de selección: este hecho deber corregirse y asimismo debe enmendarse a la brevedad, pues es aliciente para que las decisiones de una minoría prescindan de la activa participación de toda una militancia, y también para que quienes queden electos no necesariamente respondan a lo que se exige y exigirá de un partido con la tradición opositora de Acción Nacional.
En ese sentido, la integración de planillas en la competencia interna por las dirigencias nacional y estatales ha eliminado la pluralidad, el debate, el diálogo y, en suma, la política interna partidista, reduciendo todo ello a un grupo que triunfa y se hace de todo el poder, dejando fuera a sus competidores o relegándolos a una participación mínima y marginal.
Recomponer la vida interna del partido en todos los niveles pasa por corregir de manera urgente estos dos puntos, de lo contrario, la oposición que vaya a ser el PAN a partir de la próxima legislatura –e incluso antes, a partir del 2 de julio– nacerá débil, fragmentada y será presa fácil de intereses particulares o grupales, lejanos al cuidado de las instituciones y de los contrapesos que podrían estar en riesgo con la llegada de Morena a los tres niveles de gobierno.
El camino para lograr ambos objetivos debe recorrer la ruta de un rediseño estatutario del partido que sea, sí garante de la pluralidad, y también de la probidad de sus dirigentes, de la apertura y vinculación permanente con la sociedad civil, de la participación de los estados y municipios en las decisiones centrales, de la transparencia y legalidad en sus métodos de afiliación y participación interna, de que quienes se encuentran en el poder no sean jueces y parte de los procesos internos.
En resumen, una profunda y sustancial reforma que, a diferencia de aquella realizada tras la derrota en 2012, no engañe a su militancia bajo el argumento de empoderarla para, al final, prescindir de ella en las decisiones, selección de candidaturas y vida interna.
Harán falta generosidad, legalidad, altura de miras, sentido de urgencia y, sobre todo, entender que Acción Nacional debe estar en la primera fila de una oposición que será, como pocas veces, un dique que proteja, salvaguarde y contribuya activamente a mejorar la vida pública, la política, y la vida interna de los partidos políticos en México.
Es mucho lo que podría estar en juego de no asumir estas metas. Por principio, las sobrevivencia en el mediano plazo del propio partido.
Por lo que toca a la recomposición interna, son muchos los agraviados, los relegados, los líderes y perfiles que quedaron fuera del entorno partidista a raíz de que la designación de candidaturas fue el único método de selección: este hecho deber corregirse y asimismo debe enmendarse a la brevedad, pues es aliciente para que las decisiones de una minoría prescindan de la activa participación de toda una militancia, y también para que quienes queden electos no necesariamente respondan a lo que se exige y exigirá de un partido con la tradición opositora de Acción Nacional.
En ese sentido, la integración de planillas en la competencia interna por las dirigencias nacional y estatales ha eliminado la pluralidad, el debate, el diálogo y, en suma, la política interna partidista, reduciendo todo ello a un grupo que triunfa y se hace de todo el poder, dejando fuera a sus competidores o relegándolos a una participación mínima y marginal.
Recomponer la vida interna del partido en todos los niveles pasa por corregir de manera urgente estos dos puntos, de lo contrario, la oposición que vaya a ser el PAN a partir de la próxima legislatura –e incluso antes, a partir del 2 de julio– nacerá débil, fragmentada y será presa fácil de intereses particulares o grupales, lejanos al cuidado de las instituciones y de los contrapesos que podrían estar en riesgo con la llegada de Morena a los tres niveles de gobierno.
El camino para lograr ambos objetivos debe recorrer la ruta de un rediseño estatutario del partido que sea, sí garante de la pluralidad, y también de la probidad de sus dirigentes, de la apertura y vinculación permanente con la sociedad civil, de la participación de los estados y municipios en las decisiones centrales, de la transparencia y legalidad en sus métodos de afiliación y participación interna, de que quienes se encuentran en el poder no sean jueces y parte de los procesos internos.
En resumen, una profunda y sustancial reforma que, a diferencia de aquella realizada tras la derrota en 2012, no engañe a su militancia bajo el argumento de empoderarla para, al final, prescindir de ella en las decisiones, selección de candidaturas y vida interna.
Harán falta generosidad, legalidad, altura de miras, sentido de urgencia y, sobre todo, entender que Acción Nacional debe estar en la primera fila de una oposición que será, como pocas veces, un dique que proteja, salvaguarde y contribuya activamente a mejorar la vida pública, la política, y la vida interna de los partidos políticos en México.
Es mucho lo que podría estar en juego de no asumir estas metas. Por principio, las sobrevivencia en el mediano plazo del propio partido.
Anaya es el causante de la pérdidas sufridas por el partido. No tuvo el tacto político para aceptar que Zavala era la mejor opción contra AMLO y cegado por su infinita ambición, abusó de su posición para desplomar al PAN. Este debe retomar sus valores originales y recuperar su imagen ya que sigue siendo una buena opción de voto para muchos mexicanos, pero sin Anaya.
ResponderEliminarMargarita se salió del PAN antes de las elecciones interias.. Ella quería ser la candidata y se lo aseguraran, no podían asegurarle nada porque ya no era solo el PAN.. Y se fue.
EliminarQuién puso su ambición por delante del partido? Quién se dedicó toda la campaña a difamar al candidato de SU PROPIO PARTIDO?
A los calderonistas no les gusta que nadie tenga poder que no sea de su grupo, lo mismo paso en el 2012 con Josefina.
Además son íntimos de Meade. Quién iba a poner más en peligro los valores del PAN cuando margarita declinara por el PRI? No es un supuesto, no hace falta más que ver lo que hicieron los calderonistas está elección (Lozano, Cordero, etc).
En mi opinión, no se puede culpar a una sola persona de el decaimiento del PAN cuando era una elección perdida desde un inicio.
El PRI tuvo las peores elecciones de su historia, no ganó ningún estado y ningún distrito, será culpa de Meade?
Una persona no es la responsable de los daños al PAN. Recordemos el fuerte puyazo que para el primer tercio el Presidente Fox acertó. Vino entonces el debilitamiento por el Presidente Calderón ya en el segundo tercio y, para completar la faena Margarita Zavala arrancó a matar en el tercio tercero. El panismo deberá evitar que Damián Zepeda aseste la puntilla final.
EliminarEstoy de acuerdo con Margarita Crehugeras
EliminarMonserrat creuheras estoy de acuerdo contigo
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