lunes, 31 de julio de 2017

Cuando leer exige más que solamente leer



Hay libros que llegan antes de tiempo: su lectura se impone y la necedad prevalece hasta que las limitaciones propias llevan a decir no más, no entiendo, no alcanzo... 

Un dejo de hartazgo e imposibilidad se imponen y mejor dejarlos para después.

Me ocurrió con las Memorias de Adriano la primera vez. Iniciado en 1996 fue demasiado el saber que se requería como para disfrutarlo; lo abandoné y volví a él tres años después, ya con cierto bagaje que me hizo disfrutar y valorar la magnífica forma en la que Yourcenar retrata el Imperio romano (y la sublime traducción de Cortázar).

Me pasó de nuevo en 2013. Iniciando apenas en los temas de la llamada filosofía de la naturaleza, Astrología y astronomía en el Renacimiento, de Juan Vernet, era una cima a la que aún no era posible ascender. 

Lo abandoné porque nombres como Aristarco, Hiparco, Tolomeo, así como la filosofía neoplatónica decían poco o nada de lo mucho que, cuatro años después, habla desde pasados que ya se pueden valorar y disfrutar en toda su riqueza y profundidad.

Hay libros pues que hay que aprender a esperar, que exigen mucho más que leer.


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