Foto: managementjournal.net |
Si el desempeño individual de los haraganes es materia de análisis, lo es también la manera como se desenvuelven en lo colectivo, fuera de su zona gregaria y en convivencia con quienes comparten su entorno laboral.
Hay ocasiones pues en que el haragán es convidado a reuniones de trabajo por parte de su jefe, director, autoridad superior inmediata o cualquier otro mote que se guste para quien tiene a su cargo la supervisión y responsabilidad del trabajo de la oficina.
Para estas ocasiones, la conducta ofrece ciertos patrones fáciles de identificar:
El haragán llegará a tiempo, muy a tiempo, tan a tiempo como jamás lo haga en cualquier día laboral en el que no haya este tipo de compromisos. Se apersonará en el área de reuniones con anticipación suficiente para que al llegar el jefe, note que ya está ahí, instalado, listo para rendir cuentas, informes, avances o lo que sea que reúna al equipo al que pertenece.
Orgulloso de su individualidad, suele ocurrir que el haragán busca algún distintivo que lo saque del común del grupo: para la ocasión, si el clima lo amerita, usará quizá abrigo o bufanda; mancuernillas brillantes en los puños de la camisa; accesorios llamativos como sombreros, gorros, corbata de colores estridentes o incluso pañuelo en la solapa; corte de cabello nuevo o, si usa barba, se afeitará... En fin, cualquier motivo para que algún comentario lo destaque del grupo (si el comentario no es del jefe, el espíritu colectivo de los otros haraganes llevará a que sean ellos mismos quienes hablen el uno del otro como la tribu que son).
Como su presencia debe contrarrestar su habitual haraganería, buscará tener a la mano todos aquellos insumos que denoten un esfuerzo laboral fuera de lo común. Para ello, en la junta tendrá pilas de papeles, carpetas e informes, muy probablemente lap top o tableta también, que entrará cargando ufano de los grandes aportes, descubrimientos o avances que será capaz de exponer en caso de ser necesario. Todo este material lo esparcirá cuidadosamente en el sitio que ocupe; acto seguido adoptará en su silla una postura derecha y entrecruzará los dedos de ambas manos sobre la mesa.
No hay haragán completo que se reserve el derecho a criticar el café que se sirve o que está disposición de los asistentes a la junta. Para ello, usará, por supuesto, lugares comunes: "agua de calcetín", será uno de ellos; también "de ayer o de antier" es otra de sus fórmulas favoritas. Las galletas, servidas en gran cantidad en algún pequeño plato, recibirán también los señalamientos pertinentes, aunque no escatimará pequeños elogios ante algún sabor preferido que sorprenda su paladar.
Cuando toque su turno de exposición, el haragán será ceremonioso en sus formas: ademanes rebuscados, agradecimientos por oportunidades, aplausos a colegas haraganes, reconocimientos al jefe por sus iniciativas y liderazgo. De igual modo, utilizará un lenguaje barroco, rebuscado, con el que describirá a detalle el mayor número de cosas sin importancias, contextos que aporten sustancia a una exposición semivacía de contenidos, avances o trascendencia. Su voz será asimismo lenta y pausada, reflexiva, con silencios que demuestren una profunda meditación sobre cada aspecto que busque destacar. En resumen, ejercerá su muy desarrollada capacidad de hablar mucho sin decir casi nada.
Las atenciones con el jefe son otro rasgo característico del haragán. Servicial y servil, estará atento a cualquier requerimiento que pueda ofrecerse, y como ha desarrollado una capacidad para intuir incluso lo que no se ha expresado, supervisará si la taza de café está vacía, ante lo cual será el primero en hacer saber a cualquier asistente las necesidades pertinentes; en caso de no haber tal asistente, él mismo hará lo propio para resarcir la falta.
De igual forma si, por ejemplo, el sistema de cómputo falla, el power point o el sonido sufren contratiempos, será el primero en llamar a quien corresponda para su solución o, en caso contrario, pasará el tiempo necesario ejerciendo el cargo de técnico en sistemas, ingeniero de audio o cualquier oficio que se requiera; cuando dos haraganes se unen en esta labor, los resultados suelen traer la complicación exponencial del problema original, pero su postura será siempre incólume: volverán a su sitio con el orgullo de haber sido los primeros en ofrecerse a atender a la autoridad.
Al concluir la reunión, los haraganes tienen un lugar favorito de espera: afuera de la sala de juntas. Ahí, departirán acerca de lo que ocurrió adentro, hablarán en tono de alta seriedad y complejidad, expondrán complementos a lo que se mencionó adentro, todo esto mientras el jefe se despide de los asistentes y con la flagrante intención de que éste, al salir, compruebe el nivel de profesionalismo de esa tribu que incluso en los breves tiempos de descanso aprovecha para seguir reflexionando sobre la profundidad nimia de sus argumentos.
En cuanto el jefe se retire, cierre la puerta o abandone la oficina, los haraganes volverán a sus respectivos cubículos u oficinas, satisfechos y convencidos de cuán necesaria es su participación y cuánto de lo que es no sería posible sin sus infumables alegatos.
Un haragán que falte a estas prácticas jamás será un haragán completo ni profesional.
PS. Si usted desea conocer la tipología del haragán en lo invidual, consulte el siguinte enlace: http://altaneriasyaltaneros.blogspot.mx/2017/05/los-alegres-haraganes-vol-1.html )
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