El 27 de octubre de 2010, la Cámara de Senadores distinguió a Luis H. Álvarez con la Medalla Belisario Domínguez en reconocimiento a su compromiso, congruencia, servicio a la ciudadanía, trayectoria como servidor público y luchador social.
La Nación tuvo oportunidad de entrevistar a Don Luis en su departamento de la ciudad de México a principios de diciembre de ese año con motivo del reconocimiento: una charla en la que quien fuera candidato a la presidencia de la República en 1958 y presidente del CEN del PAN de 1987 a 1993 compartió una larga brega por la vida de un México que él ha visto convertirse del autoritarismo más descarado al sistema de libertades, derechos y obligaciones que desde su fundación ha defendido Acción Nacional y que hoy gozamos todos los mexicanos.
Los indígenas, descendientes de los dueños originarios de México
Nos recibió en una sala iluminada y
cálida en la que abunda la memoria, los recuerdos, así como detalles de la
artesanía de distintas regiones del país. La pregunta, obligada luego de
dedicar su discurso de agradecimiento por el galardón recibido a los pueblos
indígenas del país, fue enfocada a este tema, a lo que Don Luis contestó que convivir con los “descendientes de los dueños originales de
México”, ha sido quizá una de las experiencias más grandes que ha tenido
oportunidad de vivir.
“Entrar en contacto con esas comunidades y ver cómo eran marginadas, cómo carecían aun de lo más indispensable y que sus peticiones eran sencillas: piso firme, una capa de cemento para no dormir en contacto con la tierra, cómo beneficiarlos de la comercialización de sus artesanías, que son valoradas en el mundo entero”.
Señaló además la importancia que tuvo el subcomandante Marcos para voltear a ver las necesidades de los indígenas de México, pues fue él, agregó, uno de los primeros en generar conciencia respecto de este tema.
“La experiencia de la Cocopa es para mi imborrable. Sólo que los guerrilleros imaginaron que el camino de la violencia podía ser el adecuado para encontrar una solución, pero yo nunca creí en la violencia sino más bien estar en contacto directo con las comunidades, escuchar sus demandas, prácticamente todas atendibles: no hubo exageración alguna en nada de lo que pedían”.
“Entrar en contacto con esas comunidades y ver cómo eran marginadas, cómo carecían aun de lo más indispensable y que sus peticiones eran sencillas: piso firme, una capa de cemento para no dormir en contacto con la tierra, cómo beneficiarlos de la comercialización de sus artesanías, que son valoradas en el mundo entero”.
Señaló además la importancia que tuvo el subcomandante Marcos para voltear a ver las necesidades de los indígenas de México, pues fue él, agregó, uno de los primeros en generar conciencia respecto de este tema.
“La experiencia de la Cocopa es para mi imborrable. Sólo que los guerrilleros imaginaron que el camino de la violencia podía ser el adecuado para encontrar una solución, pero yo nunca creí en la violencia sino más bien estar en contacto directo con las comunidades, escuchar sus demandas, prácticamente todas atendibles: no hubo exageración alguna en nada de lo que pedían”.
El primer encuentro con Gómez Morin
El tema de los indígenas, no
obstante, es uno de los muchos en los que Don Luis ha ahondado a lo largo de su
carrera política, que comenzó en 1956, en Chihuahua, cuando acudió a una
convención de Acción Nacional en la que se elegiría el candidato a la
gubernatura del estado.
En esa ocasión, recuerda, “tuve la enorme fortuna de entrar en contacto, sin proponérmelo, con el fundador de Acción Nacional, Manuel Gómez Morin. Yo vivía en Ciudad Juárez y la reunión tuvo lugar en la capital del estado, y algún amigo me invitó; me llamaba la forma como se estaba actuando, era mi primera experiencia y resultó que nadie quería aceptar la candidatura”.
“Yo era un crítico de la conducta que en general tenían los miembros del partico político que era casi único, me parecía censurable que hubiera esa situación y alguien me dice ‘y por qué no participas tú también’. Acepté participar pues como precandidato y poco después me reuní con don Manuel y le dije que él era en buena medida responsable; don Manuel, generoso como él era, me tomó bajo su ala protectora, y eso modificó radicalmente mi vida”.
Fue entonces cuando Luis H. Álvarez comprendió la importancia que tenía sumarse a la política, lo que él mismo llama “comenzar a ser plenamente ciudadano de un país y no un mero habitante”, así como la obligación cívica que tenían quienes no sólo se encuentran inconformes sino además “han contado con oportunidades que no tiene la mayor parte de la gente”. Esta actitud, completa, “es una responsabilidad adicional e ineludible”.
Luego, continúa, conoció a Efraín González Luna, a Rafael Preciado Hernández, a ese talentoso y dedicado grupo de mexicanos que alrededor de Gómez Morin asumieron como propia la labor de transformar a México como pocos lo han hecho a lo largo de nuestra historia.
En esa ocasión, recuerda, “tuve la enorme fortuna de entrar en contacto, sin proponérmelo, con el fundador de Acción Nacional, Manuel Gómez Morin. Yo vivía en Ciudad Juárez y la reunión tuvo lugar en la capital del estado, y algún amigo me invitó; me llamaba la forma como se estaba actuando, era mi primera experiencia y resultó que nadie quería aceptar la candidatura”.
“Yo era un crítico de la conducta que en general tenían los miembros del partico político que era casi único, me parecía censurable que hubiera esa situación y alguien me dice ‘y por qué no participas tú también’. Acepté participar pues como precandidato y poco después me reuní con don Manuel y le dije que él era en buena medida responsable; don Manuel, generoso como él era, me tomó bajo su ala protectora, y eso modificó radicalmente mi vida”.
Fue entonces cuando Luis H. Álvarez comprendió la importancia que tenía sumarse a la política, lo que él mismo llama “comenzar a ser plenamente ciudadano de un país y no un mero habitante”, así como la obligación cívica que tenían quienes no sólo se encuentran inconformes sino además “han contado con oportunidades que no tiene la mayor parte de la gente”. Esta actitud, completa, “es una responsabilidad adicional e ineludible”.
Luego, continúa, conoció a Efraín González Luna, a Rafael Preciado Hernández, a ese talentoso y dedicado grupo de mexicanos que alrededor de Gómez Morin asumieron como propia la labor de transformar a México como pocos lo han hecho a lo largo de nuestra historia.
Acompañado desde aquella
primera hora por su esposa, Blanca Magrassi, llegaron más tarde las campañas,
la decisión de enfrentar al régimen y el sabor amargo de ser derrotado pero, al
mismo tiempo, estar consciente de que era indispensable continuar la lucha.
De esa experiencia Don Luis recuerda haber recorrido los caminos de México, así como el contacto directo con las realidades dolorosas del país, con las necesidades de la gente; evoca la campaña de Manuel Clouthier, quien, recuerda, decía que abriría al sistema “un boquete de su tamaño”. Y así fue, añade sonriente: “yo estuve a su lado, no frente a él porque me arrollaba”, concluye entre risas.
De esa experiencia Don Luis recuerda haber recorrido los caminos de México, así como el contacto directo con las realidades dolorosas del país, con las necesidades de la gente; evoca la campaña de Manuel Clouthier, quien, recuerda, decía que abriría al sistema “un boquete de su tamaño”. Y así fue, añade sonriente: “yo estuve a su lado, no frente a él porque me arrollaba”, concluye entre risas.
Diálogo, herramienta principal de la política
Hubo tiempos gratos y de recompensa,
pero fueron muchos los años de dar la batalla y sufrir las complicaciones de
exigir democracia en medio de un clima en el que no se respetaban los derechos
básicos de la ciudadanía. Con ese bagaje acumulado, la premisa ha sido siempre
la certeza del diálogo, de la palabra como instrumento fundamental para la
política.
“El diálogo es un instrumento obligado, pues sólo podemos convencer a través de la palabras, dispuesto a escuchar los puntos de vista del interlocutor y presentando los puntos de vista personales”.
“Para ser un factor real de equilibrio uno debe convencer con argumentos de fondo al interlocutor, y hacer ver que la Patria no se construye en ausencia de ciudadanos; el tránsito que se ha llevado a cabo en las ahora democracias que existen en el mundo ha sido siempre a través del diálogo”.
Don Luis se considera heredero de “una doctrina que supieron hacer gente como Gómez Morin, uno de los Siete sabios”, y ha vivido sus años como político siguiendo esas enseñanzas, que conoció de primera mano. Sin embargo, modesto, comenta que la Medalla Belisario Domínguez fue un exceso de generosidad pues, en todo caso, dice a continuación, “lo que yo haya podido hacer en el ámbito de la democratización el país se lo debo al PAN”.
Le solicitamos, antes de concluir la entrevista, un mensaje para los lectores de La Nación, a lo que responde: “Hay que colocarse frente al espejo de la propia y personal conciencia y cuestionarse: si tú estás censurando la conducta de otros, mírate en tu propio espejo y mira si estás haciendo lo necesario para hacer de México el país que todos queremos”.
“El diálogo es un instrumento obligado, pues sólo podemos convencer a través de la palabras, dispuesto a escuchar los puntos de vista del interlocutor y presentando los puntos de vista personales”.
“Para ser un factor real de equilibrio uno debe convencer con argumentos de fondo al interlocutor, y hacer ver que la Patria no se construye en ausencia de ciudadanos; el tránsito que se ha llevado a cabo en las ahora democracias que existen en el mundo ha sido siempre a través del diálogo”.
Don Luis se considera heredero de “una doctrina que supieron hacer gente como Gómez Morin, uno de los Siete sabios”, y ha vivido sus años como político siguiendo esas enseñanzas, que conoció de primera mano. Sin embargo, modesto, comenta que la Medalla Belisario Domínguez fue un exceso de generosidad pues, en todo caso, dice a continuación, “lo que yo haya podido hacer en el ámbito de la democratización el país se lo debo al PAN”.
Le solicitamos, antes de concluir la entrevista, un mensaje para los lectores de La Nación, a lo que responde: “Hay que colocarse frente al espejo de la propia y personal conciencia y cuestionarse: si tú estás censurando la conducta de otros, mírate en tu propio espejo y mira si estás haciendo lo necesario para hacer de México el país que todos queremos”.
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