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Esta entrada tomó tiempo: fue complejo y en muchos puntos hasta tortuoso documentar el proceso laboral del haragán.
Se decidió tomar un caso atípico y darle seguimiento durante más de un año, para así poder explicar el modo en que nuestro haragán de estudio lleva a conclusión esa ínfima responsabilidad que su amigo y jefe ocasionalmente le asigna.
Para la descripción del caso se omitió, por supuesto, el nombre y la asignación solicitada, para así proteger la identidad del haragán.
Sin embargo, los datos aquí reunidos y la información recopilada son reflejo fiel del modo en que el sujeto en cuestión se desempeña en sus responsabilidades cotidianas.
El resultado final fue abordado ya en la entrada anterior de esta serie de escritos, y puede consultarse en el siguiente enlace: http://altaneriasyaltaneros.blogspot.mx/2017/12/los-alegres-haraganes-vol-3.html
El proceso pues se desenvuelve como se detalla a continuación.
Una vez recibida la asignación de un deber a cumplir por parte del superior o jefe, y tras un par de semanas de ausencia de la oficina, el haragán regresará acompañado de un becario.
Así, en efecto: un ayudante que el haragán convenció al jefe de incorporar pues de otro modo le será imposible cumplir en tiempo y forma con la tarea asignada.
El recién formado equipo pasará entonces los siguientes días recorriendo las oficinas del personal para hacer la presentación del nuevo elemento, hasta que llega el viernes, cuando se convocará a una junta que iniciará con la frase "Ustedes ya lo conocen, pero los convoqué para hacer la presentación formal de xxxxx, quien de ahora adelante trabajará en mi área".
La semana siguiente iniciará, por supuesto, con nuevos bríos.
El ayudante subirá y bajará escaleras, se le verá consultando información, haciendo llamadas, recibiendo visitas, armando carpetas: todos esos deberes que el haragán jamás realizaría porque su estatus haraganesco se lo prohíbe.
Mientras tanto, nuestro haragán saldrá de vez en cuando de su oficina, supervisará el desempeño del nuevo elemento, corregirá con aires de sabiduría y grandilocuencia y siempre en alta voz, demostrando su amplia y extendida experiencia.
Las salidas del haragán de su oficina son siempre terribles. Como ya tiene poco qué hacer, buscará a sus colegas haraganes para pasar un rato, jamás menor a una hora, hablando sobre la complejidad de la tarea impuesta, de la enorme confianza que el jefe le ha depositado y cuánto del futuro depende de esa asignación a su cargo.
Transcurridos dos o tres meses –un haragán jamás realizará ninguna tarea en menos de medio año–, pasará que al equipo de dos se habrá sumado un tercer elemento, de preferencia alguna de las asistentes, que debido al caudal de complicaciones surgidas del proceso de trabajo, apoyará con llamadas, temas de papelería –fotocopias y demás– para que así el becario tenga mayor holgura y pueda poner toda su concentración en rendir los informes diarios que su mentor le exige.
Serán reuniones a puerta cerrada, que no culminarán sino tres o cuatro horas después de haber iniciado, y de las que el becario saldrá con rostro de alarma; se escucharán de vez en cuando algunos gritos urgiendo a concluir lo antes posible y estableciendo compromisos que deberán ser calendarizados y claros en la ruta crítica para su consecución.
Y así pasará el tiempo, mucho tiempo, tanto tiempo como debe pasar ante cualquier solicitud que caiga en manos del haragán, hasta que llega ese momento en que, en alguna junta con el jefe, deberán explicarse los avances alcanzados hasta ese momento (este episodio ha sido ya descrito en la segunda entrega de esta serie, que puede consultarse aquí: http://altaneriasyaltaneros.blogspot.mx/2017/06/los-alegres-haraganes-vol-2.html)
Llegará pues el momento en que toda estrategia dilatoria se habrá utilizado y todos los ardides para postergar se habrán agotado. Entonces el jefe, discreto, para no herir la sensibilidad de su amigo haragán, solicitará a algún otro empleado el concluir la labor pendiente.
El elegido lo hará sin demasiada sorpresa e incluso con cierta gracia, cierto desde el momento en que al haragán se le delegó alguna responsabilidad que eso acabaría ocurriendo: entonces se dará cuenta de que, de todo lo hecho por el duo, nada sirve, y que hay que empezar desde cero, cosa que en todo caso resulta mejor que intentar corregir lo mal hecho durante meses.
La tarea, realizada por una persona, tomará unos cuantos días en concluirse, y así se cumplirá la máxima infalible e ineludible de que todo haragán que se honre de serlo, siempre permanecerá haragán.
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